Los colores de una ciudad

  • Verónica Mastretta
Urge que el estado y las ciudades tengan color e identidad propia, ajena a los partidos.

En México hemos tolerado que los colores de la papelería, la señalización o el mobiliario urbano de las ciudades cambien cada tres o seis años y de acuerdo a los caprichos de los partidos que van ganando los gobiernos. En otros países esto es inaceptable y la imagen de las instituciones suele estar normada para evitar estos caprichos. Esto ha sido llevado a extremos absurdos y abusivos en los últimos quince años de la vida de mi ciudad, cuando la alternancia se volvió algo cotidiano. Como perritos en la calle, todos quieren firmar su territorio con sus colores partidistas y frases emblemáticas que colocan en papelería, edificios y en todo lo que tocan. Si ganaban los priístas, todo era rojo y verde, si los panistas, todo azul, si los perredistas, a ondear el amarillo. Le tupían y le tupen con sus colores partidistas hasta los pisos, las bancas y las lonas que les van autorizando a los ambulantes. El movimiento de Morena juró no ser igual. Ya vimos que no han cumplido ni cumplirán. El guinda hasta en la sopa, no solo en la nueva papelería, sino en todo lo que pueden y hasta en equipamiento que tiene  colores internacionales, como lo son las bancas verdes de los parques o las patrullas azul oscuro de las policías. La alcaldesa de Puebla ya se había arrancado con una idea aún más personal, que consistía en pintar los pasos de cebra de las calles del centro histórico con los colores del orgullo gay, movimiento absolutamente defendible pero no en los pasos de cebra.  En eso sí recapacitaron y los volvieron a pintar de amarillo. 

Leí apenas un afortunado tweet de @albertomaximus, a quien solo conozco por ese tweet, y que cito textual: "Ni el azul de Moreno Valle ni el guinda de Morena. Urge legislar para que esto no sea un tema de cada cambio de gobierno, urge que el estado y las ciudades tengan color e identidad propia, ajena a los partidos, como en el caso de la Ciudad de Buenos Aires."

¿Tenemos idea de lo que cuesta cambiar la imagen de un gobierno para tirar a la basura con cada cambio miles de kilos de papelería, miles de litros de pintura y a saber cuánto en mano de obra?  Una pequeña idea de este costo proviene de los datos oficiales anunciados  por la Secretaría de Gobernación de Puebla hace unos días: se invertirán este año ochenta millones  de pesos de una partida federal etiquetada bajo el rubro de "mantenimiento", para modificar la imagen de fachadas de hospitales y otros edificios estatales, como el Centro Integral de Servicios o las estaciones de policía. Se hará la remoción de escudos y logos del gobierno de Moreno Valle, que por supuesto y en su momento hizo lo mismo con los escudos y logos del PRI al que perteneció. Con los colores del azul panista cubrió la huella de su antecesor, como ahora  se cubren de guinda muchas de sus obras emblemáticas y hasta las paradas de camión. Un abuso no justifica el siguiente.    

Lo único que puede acabar con esta absurda conducta es legislar para crear una imagen institucional sin colores partidistas para cada ciudad, para el estado y para las instituciones públicas,  con las mismas tinta y a un solo color, un color neutral, negro u ocre, con un escudo que no se modifica y sin ninguna frase propagandística. Los colores del equipamiento urbano y de la señalización deben de ser también los institucionales. 

No tenemos que inventar nada. Otros países latinos ya cuentan con esa sana normatividad, lo único que hay que hacer es copiarla. Ni un solo color partidista en los espacios e instituciones que nos pertenecen a todos.

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Verónica Mastretta

Licenciada en Relaciones Internacionales, especializada en temas de comunicación, sustentabilidad, medio ambiente y gestión social