BUAP-Gobierno, un duelo peligroso

  • Xavier Gutiérrez
Estos barruntos de tormenta no preludian nada bueno.

Dice un proverbio africano que “cuando dos elefantes se enfrentan, el que pierde es el pasto”. Algo de esto se anticipa al ver como las diferencias entre la BUAP y el gobierno estatal están escalando cada día.

La corriente del río, en la superficie se observa en calma. Pero abajo, hay remolinos, turbulencias y aguas broncas..

Hay rumores y versiones diversas sobre qué originó la polarización entre estas dos entidades. Cada quien aporta elementos creíbles o no. Lo único cierto es que no hay acuerdo.

La gota que derramó el vaso es la decisión del gobierno estatal de auditar a la BUAP. De pronto el auditor Francisco Romero Serrano se presentó con su equipo a proceder a la revisión. El hecho fue interpretado en la universidad como una desproporción. Se producen jaloneos. Dimes y diretes de  ambas partes con la ley en la mano.

El diputado morenista Gabriel Biestro, neófito en la historia y antecedentes de los conflictos sociopolíticos de Puebla, arrima leña al fogón y enturbia más las cosas. En nada ayuda así al gobernador.

La tensión se eleva. Las posturas se radicalizan. En las redes brotan comentarios en favor de una y otra parte. Estos barruntos de tormenta no preludian nada bueno.

Las interpretaciones de analistas sensatos de la sociedad ponen los puntos sobre las íes.

La BUAP reciben recursos del estado y de la federación. En términos generales, hasta donde se sabe, de cada peso que ingresa veinte centavos provienen del gobierno estatal. El resto de la federación y recursos propios.

La Universidad argumenta que sólo puede auditarla la federación. Y hace valer esta postura con cierta virulencia de fondo y de forma. El Consejo universitario, la autoridad máxima, aprueba esta postura. El auditor llama al rector Alfonso Esparza a discutir el tema y así se llega a esta semana.

La relación se ha enrarecido. De no haber un acuerdo, no cuesta trabajo prever que el gobierno igualmente endurecerá su postura, tal vez reduciendo o retrasando su aporte presupuestal.

La Buap alude a su autonomía, que básicamente se entiende como su autogobierno. En materia económica no puede haber tal, siempre ha sido absolutamente dependiente. Y aquí cabe echar un vistazo a la historia.

Los manejos económicos presupuestales de la Buap no han tenido una transparencia cristalina. Todo mundo olfatea que, por ejemplo, del ramo de la construcción, incesante en la vida universitaria en los últimos veinte o treinta años, han salido sospechosas fortunas de ex rectores.

Todos los que han pasado por ahí han salido multimillonarios. Por la vía directa o por el tráfico de influencias, con universidades patito por trasmano, con negocios familiares, concesiones y privilegios.

No han actuado solos. Cada uno ha tenido camarillas que se han beneficiado a su amparo. Y de ahí el salto a cargos de elección popular.

En esto no han volado con instrumentos, sino con la guía, amparo, bendición, sometimiento o complicidad con el poder público. Casi todos  los gobernadores han usado, a veces en la acepción más prosaica del término, a sucesivos rectores.

Han sido negocios de beneficios recíprocos: tú me tienes tranquila, sometida o domesticada a la Universidad…y yo te dejo hacer. Inclusive te promuevo en los escaños del poder público. Y así ha sido. Cosa de revisar currículos.

Esto no es un secreto. Todo trasciende en la cosa pública. Se filtra, se sabe…o se hace evidente con las fortunas. Ha habido abusos inauditos, escandalosos, con derroches, gastos y frivolidades no ajenas, inclusive, a la vida íntima. 

En los corrillos de la universidad siempre se ha hablado de este tema en voz baja.

Con estas conductas se sepultó durante años aquella inspiración idealista que la Universidad tuvo a raíz del 68: ser una institución democrática, crítica y popular. 

Esto fue sepultado muchos metros bajo tierra. Primero con el predominio partidario radical, que privilegió el papel social y dejó de lado la docencia, investigación y promoción de la cultura.

Pero luego vino lo opuesto: se privilegió la parte funcional, academicista, servidora ciega y muda de las leyes del mercado. En esto hubo buenos resultados, en términos generales.

 A cambio, se castró el papel que una institución pública como esta tuvo, y que, con inteligencia política y honestidad, bien pudo ser compatible con los ideales de antaño. 

Tan es así que muchas de las banderas vinculadas con la sociedad, con la universalidad de las ideas y las aspiraciones populares, con el papel crítico que por antonomasia debiera tener una universidad, con la conciencia que se exige a una institución educativa pública, las recogieron y las han enarbolado más de una vez, con autoridad y tino universidades privadas como la UPAEP, la IBERO, la UDLA y hasta el Tec de Monterrey.

Así se llega a la historia reciente.

Hoy, parece advertirse que las autoridades universitarias buscan apelar a aquel compromiso con la sociedad que antaño se tuvo. Pero la estrategia parece forzada sin el cimiento suficiente.

Ha pasado el tiempo. Han dejado pasar el tiempo. Los intentos populistas de las autoridades son de apenas unos meses, con grandes espacios y contratos en los medios, forzando algo que no se fabrica de la noche a la mañana.

El gobierno universitario de hoy no es para nada ajeno a las formas de ayer.

En la historia reciente de los últimos años, las autoridades fueron obedientes, sumisas o francamente colaboracionistas con los procederes autoritarios, antidemocráticos o despóticos de los gobernadores.

Y no hubo voces democráticas, ni de autoridades, ni de maestros ni de estudiantes, frente a los intentos autoritarios externos.

Un caso: Moreno Valle quiso imponer a fuerza a un rector alemán a la BUAP. Este hecho, contrario a toda lógica y a la legislación universitaria, suscitó  apenas una molestia tímida de las autoridades. Pero ni se ventiló ni generó una mínima protesta.

Y como este hecho hubo otros de soberbia y despotismo de los recientes gobernadores. Y se optó por el silencio. ¿De dónde sacar ahora el espíritu crítico, democrático y popular? 

Por lo que la BUAP representa hoy en la sociedad de Puebla, con sus más de 115 mil estudiantes, muy saludable sería que el gobierno estatal y la institución encuentren cauces de entendimiento. Sin arriar banderas porque no se trata de un enfrentamiento. Pero sí de establecer reglas claras a partir de la transparencia.

Y de cara a la sociedad, desde luego.

Ni la BUAP tiene la apariencia de una caja de cristal, frente a la cual choca sin remedio un afán de revisar cómo se usa el dinero que proviene de los poblanos, ni el gobierno estatal puede pasar por alto el inteligente servicio de la política para superar conflictos.

Y si de transparencia se habla, esa moneda es exigible a ambas partes. 

En medio  está la sociedad, con un respetable grado de desconfianza y escepticismo porque hay memoria, memoria que se nutre de la historia.

El clima de tranquilidad de Puebla no debe exponerse por un duelo de soberbias. 

xgt49@yahoo.com.mx 

 

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Xavier Gutiérrez

Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.