LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN. ¿CÓMO SE MIDE?

  • José Teódulo Guzmán Anell
la calidad puede referirse a varios componentes del proceso de la educación

Han corrido ríos de tinta por el campo siempre fecundo, y frecuentemente plagado de varias alimañas, de la educación. En muchas ocasiones el discurso de los gobernantes y de los secretarios del ramo, se ha referido más a la preocupación por un crecimiento cuantitativo del aparato escolar que a su desarrollo cualitativo.  Indudablemente, el rezago escolar, principalmente en el nivel primario, merece una atención prioritaria. Sin embargo, un crecimiento cuantitativo de la matrícula sería insuficiente si no va acompañado de un crecimiento cualitativo, en sus procedimientos y en sus productos.

Ahora bien, la calidad puede referirse a varios componentes del proceso de la educación: desde la calidad de los textos para la enseñanza hasta los materiales de construcción de las aulas: desde la preparación de los maestros hasta los métodos y materiales didácticos empleados en la enseñanza.

Por otro lado, podríamos preguntarnos cómo se mide la calidad de la educación: ¿solamente en términos de buenas o malas calificaciones obtenidas en los exámenes periódicos de un año escolar, o en términos del desarrollo del pensamiento complejo de los estudiantes y del incremento en la conciencia social?  ¿Prioritariamente en función de una mejor adecuación de las competencias adquiridas para el mercado de trabajo, o en función de las necesidades y requerimientos de un país que reclama un desarrollo social menos desigual?

Por otra parte, cabe también cuestionarnos si la verdad científica que se enseña en el aula de clase es la única que es válida como ciencia. En este sentido ¿es más sabio el ingeniero agrónomo y el técnico agrícola que diserta sobre las variedades y usos de las especies vegetales de un bosque, o el pequeño agricultor que se ha pasado la vida entera cuidando y viviendo de los productos del bosque? Probablemente la diferencia consista en que los primeros poseen un conocimiento ilustrado y sistemático y el segundo solo posee un saber práctico, pero quizá más profundo y vital que los primeros.

Me parece que la calidad de la educación rebasa cualquier medida de tipo cuantitativo porque su marco de referencia es el desarrollo integral de la persona humana, la cual no es una máquina que acumula información de toda especie, sino un ser consciente, libre y trascendente. La enseñanza de las ciencias, las tecnologías y las artes será de calidad si contribuye al desarrollo cualitativo de la conciencia y la libertad de la persona, la habilita para el uso responsable de los recursos del planeta y le infunde la práctica de los valores que configuran la convivencia humana en la paz, la justicia y la solidaridad.

Cuando haya una disminución significativa de la pobreza extrema, la criminalidad, la corrupción y la contaminación del medio ambiente, entonces tendríamos motivos para conjeturar que la calidad de la educación, tanto la formal como la no formal, está mejorando. Menos niños y niñas limpiando parabrisas en nuestras avenidas, menos vendedores y vendedoras ambulantes, menos migrantes y trabajadores informales, podrían ser signos también de que la educación está mejorando cualitativamente en nuestro estado.

Es obvio que la calidad de la educación depende indudablemente del proceso de enseñanza-aprendizaje que desarrolla el docente en el aula. Pero este proceso, a su vez, está condicionado por diversos factores de índole externa, tales como las condiciones materiales del aula, el entorno geográfico de la escuela, la dotación de textos y materiales para la enseñanza, los caminos de acceso a la escuela, sobre todo en las áreas rurales, el clima, etc. que inciden directa o indirectamente en el proceso de la educación. Y en este sentido valdría sugerir a quien corresponda, que a la escuela que tiene menos condiciones para lograr una educación de calidad, habrá que dotarla de mayores recursos para ello.

El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

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José Teódulo Guzmán Anell

Sacerdote jesuita. Licenciado en Filosofía y Letras por el Instituto Libre de Filosofía, licenciado en Teología por el Colegio Máximo de Cristo Rey; y maestro en Educación por el Teachers College por Columbia University New York. Directivo y asesor en la IBERO Puebla desde 2011.