Utopía educativa o sectarismo destructor

  • Juan Martín López Calva
Sociedades más justas, combatir la pobreza a partir de la alfabetización y la educación

“Desafiar a los educandos en relación con lo que les parece su acierto es un deber de la educadora o el educador progresistas. ¿Qué clase de educador sería si no me sintiera movido por el impulso que me hace buscar, sin mentir, argumentos convincentes en defensa de los sueños por los que lucho? En la defensa de la razón de ser de la esperanza con que actúo como educador. Lo que no es lícito hacer es esconder verdades, negar informaciones, imponer principios, castrar la libertad del educando o castigarlo, no importa cómo, si no acepta mi discurso, por las razones que sea; si rechaza mi utopía. Eso sí me haría caer, incoherentemente, en el sectarismo destructor…”

Paulo Freire. Pedagogía de la esperanza, pp. 108-109.

El fin de año se acerca y llama a la reflexión, al balance sobre lo que estamos haciendo bien y lo que no hemos logrado todavía trabajar para ser mejores. En el caso de la educación, que es el tema de este espacio que generosamente me brinda E-Consulta semanalmente, el fin de año resulta también un momento propicio para pensar en la renovación y ratificar el compromiso con nuestra profesión, la profesión de la esperanza.

Por ello recurro hoy a la obra inagotable del maestro de la Pedagogía crítica latinoamericana, el brasileño Paulo Freire, en este caso en su obra Pedagogía de la esperanza que vale la pena leer completa para disfrutar de la reflexión y el balance autocrítico que hace de la utopía educativa de los sectores progresistas de nuestro continente, comprometidos con la búsqueda de una educación transformadora y liberadora que contribuyera a construir sociedades más justas y a combatir la pobreza a partir de la alfabetización y la educación de los millones de excluidos de nuestros países.

Para lograr que la educación sea efectivamente un instrumento de cambio social y genere movilidad en lugar de contribuir a la reproducción de las enormes desigualdades entre las minorías privilegiadas y las mayorías marginadas del desarrollo como desafortunadamente sigue ocurriendo hoy, resulta indispensable que los educadores se atrevan a soñar con una realidad distinta y crean realmente que su trabajo formativo con los futuros ciudadanos puede lograr hacer la diferencia y mejorar las condiciones de vida de los sectores más desfavorecidos.

Ser un educador auténtico o como le llama Freire un educador progresista es desafiar a los educandos para que vean las bondades de ese sueño de igualdad y de justicia que puede construirse de manera pacífica a partir de una buena formación, de una preparación que los capacite para la vida.

Porque como se pregunta el maestro: ¿Qué clase de educador sería si no me sintiera movido por el impulso que me hace buscar, sin mentir, argumentos convincentes en defensa de los sueños por los que lucho?

Frente a la cómoda resignación y la cultura del cumplimiento –cumplo y miento- que parece prevalecer en nuestro sistema educativo que en los hechos está regresando al status quo que históricamente lo ha mantenido en la zona de confort que pone los intereses políticos y sindicales por encima del derecho a la educación de los niños y jóvenes de nuestra nación, sería necesario este fin de año hacer un balance y hacernos todos esta pregunta. 

¿Qué clase de educadores somos en realidad? ¿Simples empleados que cumplen con sus horas frente a grupo y con las demandas administrativas que les son impuestas? ¿Verdaderos educadores transformadores que tienen un sueño, una utopía y siguen trabajando movidos por el impulso de este sueño, de esta utopía?

Un buen propósito de año nuevo para los educadores sería el de recuperar nuestro sueño y nuestra utopía y volver a defender la razón de ser de la esperanza con la que actuamos como educadores, tal como nos invita a hacer Freire en esta cita.

Pero también existen en nuestra patria muchos educadores que han creído realmente en el sueño del cambio y han dedicado su vida a trabajar con esperanza por la construcción de una educación realmente transformadora y liberadora que ponga los cimientos de una sociedad más justa.

A estos educadores les convendría también hacer un autoexamen y revisar qué tanto han trabajado desafiando a sus estudiantes y dándoles argumentos convincentes que defienden los sueños por los que luchan o qué tanto han caído en el extremo no lícito que señala Freire de “…esconder verdades, negar o manipular informaciones, imponer principios, castrar la libertad del educando o castigarlo, no importa cómo, si no acepta…” su discurso por las razones que sean o si rechazan su utopía incluso si tienen razones válidas para hacerlo.

Porque como dice el autor, eso sí sería caer en el sectarismo destructor y alienar al estudiante con la pretensión de liberarlo. Existe siempre el riesgo de caer en este sectarismo –tanto de izquierda como de derecha- y convertir la educación transformadora en indoctrinación y manipulación en nombre de un bien abstracto que se vuelve peor que el mal.

El hilo entre el compromiso apasionado con una utopía educativa transformadora y el sectarismo destructor que castiga o menosprecia a quien piensa distinto es muy delgado y habría que tener cuidado de no traspasar ese límite. La única manera de evitarlo es desarrollar el hábito del autoexamen crítico. Ojalá este fin de año nos demos un tiempo para realizarlo y para renovar el compromiso auténtico con una sana utopía educativa que apunte hacia la construcción de una sociedad más justa y humana a partir de la formación de mejores seres humanos y ciudadanos.

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Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).