García Luna y el fracaso policial en México

  • Juan Luis Hernández Avendaño
Desde el “negro” Durazo hasta García Luna, hay cuatro décadas de tiempo perdido

En todos los estudios demoscópicos que se hacen en México sobre confianza en las instituciones, la policía en general, siempre aparece en el sótano tanto de credibilidad como de confianza. Sea la policía federal, estatal o municipal, los ciudadanos acumulan cientos de historias personales, familiares o sociales con alguna de ellas, casi todas negativas, terroríficas, tortuosas. El modelo policial en México se pudrió muchos años antes del neoliberalismo y forma parte de un régimen político igualmente podrido, sin mínimos de estado de derecho, cumplimiento de derechos humanos, control territorial.

Desde el “negro” Durazo hasta García Luna, hay cuatro décadas de tiempo perdido en la conformación de una policía que sirva a los ciudadanos. La agudización del crimen organizado terminó por convencer a los gobiernos del PRI, PAN y ahora Morena, de que las policías no son confiables para enfrentar el desafío de los ejércitos privados, e indiscriminadamente le dieron a las fuerzas armadas las tareas de seguridad pública.

Decenas de miles de muertos después, miles de desaparecidos después, los gobiernos insisten en poner al Ejército y la Marina como los más aptos para asegurar territorios, bienes y vidas cotidianas, con el saldo rojo más catastrófico en 2019 en plena 4T. Pero el problema más grave es que se supondría que el ejército cumpliría tareas de seguridad pública mientras se preparaba un modelo policial profesional, competente y diestro para que los militares pudieran regresar a los cuarteles. Han pasado tres lustros de guerra contra el narcotráfico y ningún gobierno ha apostado a replantear el modelo policial mexicano.

Cómo estará el modelo policial en los tres niveles de gobierno que nadie se ha atrevido a tocarlo, haciéndolo parecer inservible, sin remedio, echado a perder definitivamente. Genaro García Luna ocupa ahora los reflectores de una personalidad icónica que refleja en su justa dimensión la conjunción indisociable entre policía y crimen organizado, sistemas y subsistemas que se nutren mutuamente, protagonistas de procesos de ida y vuelta en prestación de servicios, el ejemplo vivo de una institución del estado carcomida, penetrada, corrompida y cooptada por las mafias y el crimen.

García Luna no sólo es el fracaso consistente de un modelo policial en México, no sólo es un golpe político a las ambiciones insatisfechas de Felipe Calderón, no sólo es la evidencia de un régimen político depravado, es sobre todo, la muestra de que experimentamos un caminar sin tregua hacia un estado de naturaleza donde el “hombre es el lobo del hombre” sin que aparezcan luces de que eso pueda cambiar pronto.

Como siempre, el sistema de justicia de Estados Unidos es el que hace las investigaciones que debieron hacerse aquí, el que tiene la fuerza para sancionar lo que debió sancionarse aquí. Independientemente de los prolegómenos del proceso judicial y las posibilidades de que eventualmente sea extraditado a México, García Luna seguirá siendo el ejemplo vivo de una policía predominantemente depredadora del interés público (salvando a los efectivos honestos que los hay).

  • Politólogo, Director del Departamento de Ciencias Sociales de la Ibero Puebla

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Juan Luis Hernández Avendaño

Politólogo, director general del Medio Universitario de la Universidad Iberoamericana Puebla y profesor-investigador de Ciencias Políticas por la misma institución.