Allende, Neruda, Simone, don Agustín y la Revolución

  • Rafael Gómez Olivier
Escribir basura después de un día inspirador es algo que ya no pasaba

Baje del avión desvelado, sin horario, sin certeza, sin mi ciudad, en otra capital que no era mía, el dianasepam aún tenía idiotas mis emociones y razones, sin esperar mucho y buscando todo baje 6 noches al revolucionario y solitario Santiago.

Escribir basura después de un día inspirador es algo que ya no pasaba, pero entonces a la mitad de una buena frase la puta duda de los que escriben llego: ¿ y si en verdad esto es basura?, ¿vale la pena?, entre las ganas de orinar y fumar otro cigarro por la ventana de un cuarto que tiene prohibido llenar de olor a camel sus sabanas, me escondí a pensar, “ no importa que esto sea mierda, pues quien lo piensa no me paga por escribir.”

Las ciudades y las piernas se conocen sin pretensiones ni expectativas, se observan y acarician imaginando que allí se vivirá por siempre, sabiendo perfectamente que se extrañarán y sufrirán.

La soledad siempre ha sido pésima compañera, pero siempre es compañera, aquel qué no aprende a tomarla de la mano cuando se está lejos de casa, dudo que esté listo para vivir.

Este mundo se está yendo a la chingada, casi de manera tan poética como sus viejos pensadores lo predijeron, casi tan violentamente como la ciencia dice que nació, casi tan cínicamente como quienes cantan cuando se acerca la muerte.

Algunos morimos porque el corazón es errado, otros por cosas menos complejas como una revolución y vivir bien, pero eso depende de qué elegimos por patria, si la cintura cuando baila un mambo o la bandera ondeando sobre un asta de oro o cualquier palo.

Santiago eligió pelear por lo que no hace tanto daño pero igual mata, guerras viejas e injustas que quizás nunca gane nadie, pero siempre los abrazaran las memorias como valientes con los suficientes huevos para darle cara a lo que parecen tiranos.

Las calles rayadas de revolución y la misma idea, el aire picando la garganta como el agua con gas en un vaso, y los ojos irritados como cuando se ve fijo el sol de las doce. A veinte pisos sobre mi cabeza Violeta Parra vuelve a cantar a la indiferencia, con voz rústica y sincera a través de un parlante, Salvador Allende revive con cada Chileno que castiga la felonía, la cobardía y la traición con lecciones morales tal y como él lo predijo cuando lo callaron, Neruda  regresa a su Sebastiana a sentarse en la nube de Valpo con tinta verde en el descansa pies y los puños de su camisa, orgulloso de lo que su poesía nacida en Vino y agua simple con sabor dentro de copas de colores aún provoca.

El corazón Chileno nunca ha dejado de ser maltratado pero tampoco el ruido de sus cazuelas y cucharas ha cesado jamás.

Mientras caminaba al lado de una peleadora con facciones finas y carácter robusto aprendí sobre los pacos, las luchas y como regatear un par de beckers bien frías, a mis treinta aparento más pero soy consciente de menos, he aprendido un  par de insultos contra la realeza política, me suenan suaves en comparación de un vete a la verga en mi tierra.

La llamada mala clase hoy se dignifica, exige lo que todo el mundo, pero aquí si se grita, mientras me ahogaba en lacrimógeno y sentía en los párpados ardiendo esa horrible brisa un disparo de agua y carbonato en la cara me volvió a abrir la vista, solo para correr otra vez con la fortuna de no importar que lucha o de quien sea, si estoy aquí también es la mía.

Un anciano llamado Agustín me detuvo en el parque Borja, y como hace cuarenta años en los clásicos chincheles de Bella Vista y Recoleta me hablaba de su época, una peor donde estuvo más joven que viejo y más muerto que vivo, se inclinó a un imbecil que la justicia juzgó como asesino, sus ojos enamorados tiñen sus mejillas en cada frase que cita a aquella mina que hizo valiera la pena todo daño. Con nostalgia una palmada en el hombro me dijo estar orgulloso por haber existido, con su mirada y papada colgadas a un puedo sacarle la mierda a algún Paco culeao, la sangre de esta nación es lucha, poesía y honor en cada estribillo de sus días.

El punto de reunión se cambió el nombre acorde a la ocasión, dejando de ser Italia para convertirse en dignidad, el caballo ya no es de bronce ahora tiene más color y está montado por más que un jinete inmóvil.

¿Y cuánto valemos cuando peleamos?, ¿y si peleamos y no ganamos, que somos?, tres cigarros por una mileta se consumen mientras espero a Simone, las banquetas se rompen para usar las piedras como balas, los señalamientos y semáforos como escudos y su memoria como motivo, así van armados los que van en el frente y casi de manera romántica la multitud les abre paso cuando regresan con heridas abiertas en el cuerpo que serán inolvidables cicatrices en el alma.

Santiago arde pero inspira y en una tierra de buenos tintos y restaurantes preferí embriagarme con terremotos en la piojera, preferí a Sabina en un acordeón viejo que como pilón toco el rey de José Alfredo, tal vez yo no preferí, solo la vida me lleva a donde siempre pertenezco, donde siempre hay guerra, pasión y cómplices sinceros.

La platica de una revolucionaria moderna me dicen que la U y el Coló Coló ahora gritan juntos, que a los bomberos y los paramédicos  se les respeta, que su papá sufrió la dictadura, cuanto honor hay en quien recuerda, cuanta desdicha en quien no olvida. Pero fiel a mis charlas de utopía, amor y desdicha presumo como un Jack Daniels solo siempre será un gran trago sin importar que lo que tengo enfrente hoy son Los Andes, es un poco como disfrutar a la distancia en mi bar, con esa pequeña barra de madera y mejor amigo.

Esa misma emoción me llevo a un viejo puerto en un restaurante pequeño frente a los barcos, una mesera coqueta me convenció de dos sándwiches respetables y una coca cola fría para aliviar la resaca de gas y whisky. El olor a grasa y marihuana acompañan la otra mesa como si fueran pimienta y sal, las carcajadas fuertes y las palabras duras, platos de comida pesados como para quien de verdad los merece, humanos cuya tierra es el mar, solo esperan un pitido para volver a navegar como si caminaran.

El frío del mar se mete a los pulmones de solo respirarlo en la orilla, fiel a mi costumbre elegí la peor mesa, en el culo del lugar, junto al baño, las protestas hacen que todos cierren, pero este local de mar tiene otra idea, el miedo de ellos es a olas de treinta metros y no a carabineros con armas.

Las cacerolas comienzan a sonar pero no opacan el ruido de las carcajadas, ellos conocen un poco más de la injusticia y el miedo a morir y obviamente ahora no están presentes, las voces son rasposas y felices, una de ellas sobresale diciendo, “mañana en el mar si se trabaja”.

Después de conocer a Matilde y su Chascona llegue a este lugar con la convicción de entender a Neruda y su Isabela, ahora entiendo a su mar desordenado, a su amor como el de los amantes lejanos por el océano, ahora entiendo como es que uno siempre ama donde añora y añora donde ama.

No importa si es Paris lo que compite, en casa, hasta los abrazos ásperos, son abrazos.

Estas hojas a diferencia de otras no van de amor o dolor por alguna princesa, si aún se les puede llamar así, tampoco de mi Fé o mis creencias y es que se para la mayoría Dios ya no está de moda, que idiotas.

Chile tiene aroma a pelea e incertidumbre, volé de regreso llevándome las mismas dudas con las que ellas y ellos se quedan, regrese agradecido de aprender a exigir sin saber si valdrá la pena y aunque no en tinta, me llevo tatuados; al Viña deteriorado y excéntrico, al Valpo sucio y lleno de historia, al Santiago revolucionario y respetuoso, al Chile que me dijeron si hubiera llegado un mes antes hubiera sido perfecto, al Chile que les respondí, para mi lo fue.

@RafaGoli.

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Rafael Gómez Olivier

Presidente y CEO Social Business, conferencista sobre emprendimiento. Cocreador del concepto IdeasParty.  Creador del concepto Mundo emprendedor: Congreso que llevó educación empresarial a más de 12 municipios en Puebla. Creador de Unfollow