La vergüenza de ser golpeadas

  • Ruby Soriano
Tal parece que la misoginia es el sello de la casa.

La violencia en cualquiera de sus expresiones es inadmisible. Los casos de violencia doméstica inundan nuestra cotidianidad por la terrible cercanía que siempre hallamos con alguien que ha sido violentada en su integridad física, psicológica y hasta moral.

En la política no sólo hay violencia como tal. También está la violencia que varias mujeres de este gremio enfrentan en el proceso mismo de buscar abrirse camino y espacio, donde el maltrato verbal y la denostación son parte de esa vergonzosa cotidianidad que hasta los más demócratas siguen permitiendo.

Estas mujeres asumen candidaturas con la irrupción de las llamadas campañas de contraste, a través de las cuales se destapan escándalos sexuales, maritales y todo lo que conlleve al desprestigio social y político de aquella a la que hay que bajar del reflector.

El reciente y lamentable caso de violencia política se suscitó hace unos días en el Congreso de Estado, donde el diputado Héctor Alonso Granados dio muestra de su misoginia y violencia de género al atacar a su compañera diputada Nora Escamilla.

Los calificativos de este diputado deberían avergonzar al resto de los diputados, que con tibieza han mirado al otro lado, para ignorar los insultos de Alonso.

Y es que mucho no se puede esperar, cuando tal parece que la misoginia es el sello de la casa, pues el propio Gabriel Biestro ha dado muestras de la poca sensibilidad para defender o hacer un pronunciamiento severo contra los ataques de su compañero diputado.

En la política, hay mujeres admirables que a pesar de los signos de violencia, logran empoderarse para dar una batalla frontal a todos aquellos detractores que a pesar de intentar minimizarlas, terminan por fortalecerlas.

Sin embargo, también en la política hay mujeres a las que les da vergüenza admitir que han sido violentadas desde sus núcleos más íntimos: Familias y parejas.

Muchas de ellas reflejan aún los efectos de la violencia al mostrarse agresivas, susceptibles a victimizarse e incluso a ser las primeras en agredir a otras mujeres.

A manos de sus parejas, padrinos, concubinos, jefes y correligionarios que las someten, humillan, amordazan y minimizan, muchas de estas mujeres presentan signos claros de un pasado de maltrato. Lograron salir, librarse de los verdugos y retomar la vida para no volver a callar ni caer.

Otras aún no superan esa vergüenza de hablar de su pasado violento. .Ellas mismas lo ocultan y reconvierten su desafortunada historia, en un detonador de agresiones para su propio entorno. 

Los casos tocan a muchas, desde regidoras, diputadas, gobernadoras, directoras de dependencias y un sin fin de mujeres que ostentan cargos con algo que aún las hace sentir un lastre por no poder asumir que fueron violentadas.

También están aquellas que son capaces de aguantar el maltrato público del padrino en turno. Aquel que públicamente las minimiza comprándoles casas, spas o regalos con los que psicológicamente las vulneran colocándolas al nivel de estos obsequios. 

La vergüenza de haber sido golpeadas no sólo en la política sino en sus entornos familiares es una batalla que se tiene que librar con la madurez de fortalecerlas no sólo con la sororidad, sino con el propio exhorto del #NuncaMás.

La violencia pulula en esta política de la vida real donde muchas mujeres libraron a los verdugos; sin embargo otras más, siguen librando la batalla con ellas mismas o contra más mujeres a quienes no ven como aliadas, sino como enemigas.

Muchas historias que contar ……

@rubysoriano

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Ruby Soriano

CEO Mediatikos Consulting. Ganadora Napolitan Victory Award como Mujer Influyente de la Comunicación Política 2019. Consultora y Estratega en Comunicación Política, Gubernamental y Campañas Electorales. Periodista y Analista Política en medios digitales