Día Internacional del hombre

  • Alejandra Fonseca
"Me expreso bien de los hombres porque los amo y los conozco".

Me invitó Jesús Manuel Hernández el miércoles pasado a su estación de radio por internet, “Los Periodistas”, para platicar en referencia al Día Internacional del Hombre. Pensé que era del Hombre con mayúscula, el genérico, es decir de la humanidad. Pero después caí en cuenta que era el Día del hombre, con minúscula, y me encantó la idea.

Los dos participantes pensaron sería un debate y no... ¡Oh sorpresa, craso error! Toda mi vida he estado a favor de los hombres, y lo especifiqué desde el inicio: “Me crie entre hombres: siempre jugué con mis hermanos, mis primos, sus y mis amigos, y mi padre me permitía estar con él y mis tíos cuando jugaban golf, cartas o cubilete, y escuchaba sus pláticas; los conocí desde siempre. De mi padre fui la consentida y me dejaba hacer lo que quisiera siempre y cuando sacara buenas calificaciones. Decía: ‘Saca diez y haz lo que quieras’, y yo sacaba onces –¡reprobaba conducta!-- y hacía lo que se me pegaba la gana con su aval y promesa; la conducta no le importaba. Hacer lo que quisiera era “hacer lo que quisiera sin control ni medida”, con el privilegio de decidir no hacer lo que no me gustaba, que era jugar con las niñas a sus juegos tan cursis y aburridos. Con los niños aprendí a jugar béisbol, fútbol, volibol, canicas, quemados, a patinar, andar en bicicleta, patineta, carrito de baleros, jugar a policías y ladrones, toque y destoque, carreras, a cochecitos con pista de gis pintada en la banqueta, armar pistas de trenes, atrapar insectos, ¡aún tamaladas!, y me apreciaban por hábil y buena deportista, y cuando escogían equipo, me elegían primero.

De adolescente, de muy joven y a la fecha, mi cercanía con ellos ha ido de mejor a mejor; me han incluido y permitido estar con ellos siempre: escuchar sus pláticas, oír sus quejas, sus dolores, sus alegrías, inconformidades y tristezas, acompañarlos en sus depresiones, ayudarlos a llorar y llorar con ellos, me buscan y piden opinión para sus asuntos (con la gran incógnita de ¿cómo piensan las mujeres?, a quienes también conozco); he sido su confidente, su cómplice, su alcahueta, su consejera y nunca nos hemos fallado. De niña cuando se juntaban para una plática secreta de niños y metía mis narices en la bolita, ante la mirada desconfiada de desconocidos, por ser niña, me defendían: “Ale es ley, nunca va a decir nada: está de nuestro lado”, y no he dejado de estarlo. Los conozco, los entiendo, los comprendo, su mundo me encanta, los aprendí a amar y la vida me dio mi mayor regalo y mi mayor honor, que es tener y criar un hijo hombre.

Del programa de dos horas sin comerciales, mucha pero mucha agua corrió bajo el puente y salió un tema que me permitió hacer esta observación: “Cuando ustedes tienen relaciones sexuales de común acuerdo, sin protección, --no estamos hablando de violencia sexual ni violación--, aún en una aventura, si la mujer queda embarazada y ella decide tenerlo, los atora con las obligaciones de ley por ser el padre, y lo aplaudo; pero si la mujer decide abortar ‘porque es mi cuerpo’, a ustedes los atora también al no respetar su derecho a elegir si quieren o no al bebé, ahí su opinión no cuenta a pesar de ser el padre. Aquí hay un desequilibrio. Las mujeres no fecundan el óvulo solas y cuando quieren al niño, se olvidan de su argumento ‘porque es mi cuerpo’;  si no quieren hijos que prevengan embarazos no deseados; aquí hay corresponsabilidad pero la mujer los atora de todas maneras: los incluye o los excluye, según la conveniencia y decisión de ella, y les pone o quita su derecho a decidir para tener o no al bebé…. Y ustedes, callan. Díganme entonces: ¿Ustedes en qué libro leen; cuándo han alzado la voz para cumplir sus obligaciones y exigir sus derechos como padres; cuándo para evitar que la mujer aborte si ustedes quieren al bebé? ¡Ustedes también tienen derecho a elegir! Ustedes no se ponen a pensar que cada vez que tienen una relación sexual sin protección, ¿dónde están dejando sus espermas sueltos, que les dan derechos y obligaciones? Fue un joven estadounidense de 17 años que sentó el precedente hace algunos meses, al levantar la voz públicamente porque su novia salió embarazada y él quería tener a su bebé, y entonces demandó a la clínica donde a ella le realizaron un aborto”.

Al final del programa un comentario de mis interlocutores, me honró: “Nunca había escuchado a una mujer expresarse tan bien de los hombres, una mujer tan femenina...” Respondí: “Me ha encantado ser mujer siempre. Me expreso bien de los hombres porque los amo y los conozco.”

 

alefonse@hotmail.com  

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Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes