Ser grosero en tiempos frágiles

  • Leopoldo Castro Fernández de Lara
Una de las características de la generación más joven es precisamente la fragilidad

*Por: Mtro. José Leopoldo Castro Fernández de Lara

 

¿Qué es ser grosero? La definición de la RAE indica que es la persona carente de educación o delicadeza. ¿qué es delicadeza? La Atención y exquisito miramiento con las personas o las cosas, en las obras o en las palabras. Por lo tanto, una persona grosera es aquella que no es exquisita en el miramiento de las personas, no cuida sus obras y palabras. Normalmente el término se aplica en las relaciones que se establecen entre personas y no hay cuidado del otro; esto se puede manifestar a través de palabras desagradables, malos modales o simplemente con una actitud agresiva que ignora las necesidades del otro.

El término es claro y nos da una idea de cómo debemos ser en el contacto con los demás. Sería muy bueno que lo aplicáramos a nosotros mismos a la hora de conducir un auto por esta ciudad o en el momento de caminar por la calle en donde la amabilidad (lo contrario de ser grosero) se puede demostrar cediendo el paso, saludando, siendo pacientes, etc… Hasta aquí todos estamos de acuerdo, pero hay una variable nueva en nuestra sociedad tan compleja que me hace pensar en que nuestra doble moral (no hablo de nada religioso sino “cívico”) se está volviendo aún más perversa y cosificiadora de las personas: la fragilidad.

Una de las características de la generación más joven es precisamente la fragilidad; el ser dependientes para casi cualquier cosa, necesitar de otros –especialmente sus padres- para resolver situaciones y no ser capaces de enfrentarse a las necesidades cotidianas de la vida, lo cual les produce ansiedad y miedo que los paraliza para desarrollarse como seres humanos. Esto se puede ver en los hijos que necesitan el respaldo de sus padres para realizar cualquier actividad tengan la edad que tengan (desde los cinco hasta los 40 años) pero también en las personas que necesitan que su pareja decida por ellos o que buscan la protección de las instituciones para no sentirse amenazadas.

Estamos de acuerdo en que las personas debemos ser tratadas como seres iguales sin importar el color de piel, la clase social, el credo, la religión, etc. Sin embargo, la tentación de mostrarnos frágiles para recibir una mejor atención o justificarnos en ser “débiles” se ha vuelto un arma peligrosa en nuestra sociedad. Mientras exigimos nuestros derechos cada vez de manera más demandante nos volvemos paradójicamente lo que queríamos combatir: personas groseras capaces de desprestigiar a profesionistas o instituciones por no responder a nuestras demandas de la manera en que queremos en el momento que queremos. Confundimos el recibir un buen servicio con que nos traten como reyes y la gente se convierta en nuestros sirvientes para así sentir que nos dan el servicio que merecemos.

Les enseñamos a nuestros hijos que siempre deben obtener lo que quieren y si no lo logran estamos dispuestos a pelear con la maestra, el director, el empleador (si ya trabaja) o quien sea para que sus derechos no sean ninguneados a la vez que ninguneamos a las personas a quienes automáticamente les quitamos la razón para dársela a nuestros frágiles egos o los de nuestros seres queridos.

De esta forma exigimos que todos los que prestan un servicio se vuelvan una especie de siervos medievales, que tengan claro que su trabajo depende de nuestra satisfacción y si logran ser lo suficientemente buenos para hacernos sentir satisfechos constantemente.

La gravedad del tema está justamente en la doble moral o rasero con que estamos construyendo nuestras relaciones pues nadie quiere ceder su lugar ni su espacio, pero al mismo tiempo queremos que la gente ceda su lugar y su espacio; en otras palabras, nadie quiere dejar pasar a nadie en el tráfico, pero todos queremos que nos dejen pasar y nadie quiere que la gente se porte grosera conmigo, pero yo estoy dispuesto a ser grosero para que la gente me de mi lugar.

Como mínimo estamos generando enojo en una sociedad que ya está enojada. Estamos alimentando un ambiente en donde los “lords” y las “ladys” son cada vez más comunes porque el mensaje que nos decimos es “tienes derecho a que la gente sea amable contigo” pues tú pagas, tu contratas, tú decides, tu mandas… cuando el mensaje para la construcción de una sociedad más incluyente y más amable debería ser “ser amable con los demás” sin importar quién esté enfrente o cuál sea tu relación con esa persona. No debería haber lugar para los groseros, la fragilidad no ha ayudado y no va a ayudar. Debemos hacernos responsables de nuestra vida y nuestras acciones.

 

*El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

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Leopoldo Castro Fernández de Lara

Psicólogo, Master en Recursos Humanos, Maestría en Modelos y áreas de investigación en ciencias sociales. Sus temas de interés son los movimientos sociales, las representaciones sociales y en general la psicología social