Bien hace el gobierno estatal en remover basura y latrocinios de los tres gobernantes anteriores, pero no se ven consecuencias.

Casi no ha pasado semana en la que se sepan nombres de corruptos, negociantes o abusivos del pasado reciente. Este sólo hecho se valora bien. Se ve como un intento de barrer, limpiar estercoleros en distintas dependencias pero, igual que sucede con el gobierno federal, no hay detenidos…

Los presuntos responsables o inculpados se amparan o siguen campantes por la vida.

Y, cuando esto sucede, y pasan los días, el respetable juzga que todo quedó en palabras y buenas intenciones.

De modo que este flanco abre una deuda con la ciudadanía. Y no se ve la hora del pago.

Pero mientras, aparecen en escena otros asuntos que tampoco dejan buena imagen. Ni vienen aparejados con los correctivos de rigor.
Uno es el referente a  los cambios en el gabinete. Pasan los días y no termina de quedar bien ajustado el equipo. Se van secretarios de despacho y dejan acéfalas áreas importantes. Y así van, adecuándose a los nuevos titulares sin la solidez que requiere un buen comienzo.

Y en torno a los ajustes en el equipo de trabajo, los rumores no cesan. Que en varias secretarías hay en realidad dos o hasta tres núcleos de poder; que algunos titulares no mandan o son torpedeados al interior; o no les hacen caso.

Que en otras secretarías, como Cultura, la estructura morenovallista está  prácticamente intocada; que en la SEP el titular tiene un ámbito de decisión muy estrecho porque el equipo no es suyo, en fin.

Podría verse esta rumorología como natural, un “radio pasillo” explicable con el cambio de gobierno, pero ocurre que los ajustes  en los niveles más altos le dan certeza a los dichos en voz baja.

Otro asunto que vulnera la imagen sin que una información así tenga  contrapesos, es el relativo  a la baja en la calidad de vida del estado. Una encuesta apunta a Tehuacán y Puebla entre las cinco  ciudades peores para vivir en el país.

Puede ser discutible la encuesta, el marco teórico o la metodología, pero ahí está, circulando profusamente por el país.

Y no se ve reacción alguna. Ni de las presidencias municipales ni del gobierno estatal.

Nada que rectifique tal información, o que la contrarreste con fortalezas que sin duda existen; o que la contraste con planes, programas o logros positivos que también hay, pero de los cuales ni se habla, ni se ventilan, ni se promueven.

A manera de ejemplo positivo de la otra cara de la moneda, citemos el caso de Zacatlán.

Ocurre ahí un escandaloso secuestro de un político relevante, Juan Carlos Lastiri.

La opinión pública estatal se cimbra; el hecho tiene sonoras repercusiones en los medios nacionales.

Pero tal suceso no dejó una desagradable estela de inseguridad en esa ciudad; ni la proyecta con una mancha negra; ni la mete a la lista de ciudades inseguras o malditas; por el contrario, el turismo no deja de fluir.

Y no sólo en días  festivos o puentes. En cualquier día de la semana, es una escena común ver gran cantidad de autobuses de visitantes de muchos lugares del país.

Y se advierte que ni autoridades ni vecinos se amilanan. Diera la impresión que en lugar de retraerse, se crecen al castigo. No pasa semana sin que tengan en el centro histórico de ese lugar concursos, ferias, exposiciones, festivales, convenciones o visitas relevantes.

Yo no se si haya regulares o escasos recursos para sus promociones, pero lo que sí sobra y se advierte es ingenio, imaginación para promover y crear, ideas con causa para justificar la fama de pueblo mágico que tiene Zacatlán y que cada día crece.

¿Qué tiene Zacatlán que no tenga Puebla?

El ejemplo o la comparación puede no ser justa o entrar un tanto forzada, pero como punto de referencia ahí está para ser constatado.

Otras encuestas sitúan a Puebla también a niveles muy bajos en cuanto a seguridad, confianza y aprobación de los gobernantes.

Y otra vez, no se advierte una reacción múltiple, inmediata y positiva frente a signos negativos.

Esto es preocupante, muy preocupante.

xgt49@yahoo.com.mx