Golpe de Estado o presentimiento de pasos en la azotea

  • Raúl Espejel Pérez
“No podemos soslayar que el hoy titular del Ejecutivo ha sido empoderado legal y legítimamente..."

El 22 de octubre, en un evento efectuado en la sede de la secretaría de la Defensa Nacional, encabezado por el titular de esa dependencia del gobierno federal, general Luis Cresencio Sandoval González, el general Carlos Gaytán Ochoa fue el orador oficial. Pronunció un discurso que diez días más tarde obligó al presidente López Obrador a señalar que en México ahora no es factible llevar a cabo un golpe de Estado. 

Gaytán Ochoa manifestó en su discurso que se le concedió la palabra para expresar ante los militares asistentes al evento “algunas preocupaciones que, en virtud de la situación actual (del país), sin duda, compartimos todos los aquí presentes. Nos preocupa el México de hoy. Nos sentimos agraviados como mexicanos y ofendidos como soldados.”

“Actualmente (enfatizó el general Ochoa) vivimos en una sociedad polarizada políticamente porque la ideología dominante (del presidente de la república), que no mayoritaria, se sustenta en corrientes pretendidamente de izquierda que acumularon durante años un gran resentimiento.”

“No podemos soslayar que el hoy titular del Ejecutivo ha sido empoderado legal y legítimamente. Sin embargo, es también una verdad inocultable que los frágiles mecanismos de contrapesos existentes han permitido un fortalecimiento del Ejecutivo que viene propiciando decisiones estratégicas que no han convencido a todos, para decirlo con suavidad.”

Once días después de la elocuente alocución del general Gaytán, el presidente López Obrador se vio obligado a declarar que en el país no existe la posibilidad de realizar “un golpe de Estado, porque México no es tierra fértil para el genocidio.”

Señaló que el golpe de Estado que produjo el derrocamiento y asesinato de Madero ocurrió porque “este hombre bueno no supo apoyarse, o las circunstancias no se lo permitieron, en una base social que lo protegiera y respaldara.” 

Pero él, creyéndose más inteligente y mejor estratega que el apóstol de la democracia, advirtió que ahora la situación es distinta porque la transformación que encabeza cuenta con el respaldo de una “mayoría libre y consciente, justa y amante de la legalidad y la paz” que no permitiría un nuevo golpe de Estado.

López, haciendo uso de la tradicional narrativa con la que acostumbra descalificar e insultar a quienes se atreven a cuestionar su actuación como presidente de la república, manifestó que “Es entendible (el discurso del general Carlos Gaytán Ochoa) porque como fue subsecretario de la Defensa Nacional en la administración gubernamental de Felipe Calderón “no puede estar de acuerdo con la nueva estrategia que se está aplicando”.

 

Por razones obvias, dijo el presidente López, el general Gaytán utiliza un “leguaje bastante, bastante conservador”. El general Carlos Gaytán, por su parte, podría contrarrestar el ataque que le infringió AMLO recordando que hace 36 años el actual presidente de la república era bastante, bastante neoliberal porque en ese tiempo fue militante del PRI.

Nadie antes de AMLO, dentro y fuera del país, ha pensado en la posibilidad de que pueda o no llevarse a cabo un golpe de Estado en México para derrocar a un presidente de la república.

Ni siquiera lo han pensado los integrantes del ejército, cada día más numeroso, de adversarios neoliberales y conservadores de López Obrador.

Tampoco lo ha considerado la vilipendiada prensa fifí, corrupta, prostituida y chayotera que un día sí y los subsiguientes también, es insultada y descalificada por el presidente de la república, debido a que en uso de la libertad de prensa informa a sus lectores de las ocurrencias y barbaridades que, en el desempeño de sus funciones gubernamentales, cometen el presidente de la república y sus colaboradores de la talla de la secretaria de Gobernación Olga Sánchez y el secretario de Seguridad Alfonso Durazo.

Si en México aún no existen condiciones idóneas para el golpismo, es factible que la declaración de López Obrador sea un distractor elaborado con el propósito de alejar la atención de la opinión pública de los graves asuntos que en este momento afectan al país. 

Como son los casos de la humillante derrota que infringió el Cártel de Sinaloa al gobierno de la cuarta transformación con el culiacanazo. El estancamiento de la economía nacional y el desplome del PIB y de las sucias y antidemocráticas marrullerías que efectúan los personeros de Jaime Bonilla ─a la par de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez, y del presidente López─ para lograr la ampliación de dos a cinco años el período gubernamental para el que fue electo legalmente ese político morenista convenenciero.

El golpe de Estado, como es sabido, consiste en la toma del poder político por parte de grupos de presión, civil o militar, mediante el derrocamiento de gobiernos ─dictatoriales o electos democráticamente─ y se lleva a cabo cuando la inconformidad o enojo social sale de control.

También lo producen las fuerzas armadas de potencias extranjeras interesadas en imponer gobiernos afines a sus intereses en determinados países.

López Obrador debe saber y entender esto.

Para evitar que la inconformidad y el enojo social que están provocando las decisiones erróneas, e incluso, arbitrarias, de su gobierno continúen creciendo y alcancen niveles difíciles de controlar, debe rectificar las equivocaciones y desaciertos que ha cometido durante los primeros once meses de su administración.

No hacerlo, conlleva correr riesgos que no convienen a la vida pacífica y democrática del país, ni a la estabilidad de él como presidente de la república.

A lo largo de su carrera política en  busca de la presidencia de la república y aun siendo ya presidente de México, López Obrador ha dado un trato inapropiado al  Ejército Mexicano. Que podría ser la causa que los soldados se sientan ofendidos por una corriente ideológica, no mayoritaria, como refirió el general Carlos Gaytán Ochoa en su discurso del 22 de octubre.

Durante los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña, el ahora presidente López, en cuanta oportunidad tuvo acusó al ejército de corrupto y asesino.

Ahora, ya montado en la presidencia de la república, el señor AMLO tuvo la desafortunada ocurrencia de cometer un error estratégico al decidir irracionalmente que dentro de la BASE MILITAR de Santa Lucía se construya un AEROPUERTO CIVIL, que habrá de ser, si le salen bien las cosas a López, el nuevo Aeropuerto Internacional de México.

En todo el mundo, los países tienen aeropuertos militares, pero dentro su ámbito, ninguno de ellos cuenta con la intromisión de un aeropuerto civil y comercial. Sólo en México se ha cometido esa torpeza.

Quizá, viendo la conveniencia personal de desagraviar al Ejército Mexicano, López Obrador, ha asignado al Ejército Mexicano tareas que nada tienen que ver con las funciones institucionales de las fuerzas armadas.

Tareas tales como utilizar militares como policías para aprehender delincuentes. Como choferes para conducir camiones cisterna que transportan gasolina. Como albañiles para construir el nuevo aeropuerto. Como muro humano armado destinado a impedir que entren a México los migrantes que pretenden radicar y trabajar en Estados Unidos y como trabajadores especializados en demoliciones a quienes López Obrador encomendará el derribamiento de un hospital del IMSS en la Ciudad de México.

La joya de la corona consiste en que de las filas del Ejército Mexicano saldrá el administrador del nuevo Aeropuerto Internacional de México.

Estrategia de AMLO, inútil y errónea para abatir a la delincuencia

Todo mundo sabe que la estrategia besos y abrazos, no balazos diseñada por el presidente López con el propósito de combatir a la delincuencia ha resultado un rotundo  fracaso. Menos él y su secretario de Seguridad, Alfonso Durazo.

López Obrador todavía no logra entender ─¿logrará entenderlo algún día?─ que  no se puede combatir el crimen organizado “acusando a los delincuentes con sus mamacitas” en caso de que “no se porten bien”, tampoco con “besos y abrazos en vez de balazos”, sino haciendo uso legítimo de la fuerza pública.

Para ese fin se crearon, existen y se deben utilizar las fuerzas policíacas, no las militares, aplicando los protocolos que para este caso se establecieron.

No hacerlo equivale a impulsar el crimen, manteniéndolo sin castigo.

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Raúl Espejel Pérez

Ha colaborado como articulista en la revista Jueves de Excélsior, El Universal de México, El Universal Gráfico, El Universal de Puebla, El Día, Nueva Era de Puebla y la revista Momento de Puebla (versión impresa y digital).