Cuidado con las mañaneras

  • Víctor Reynoso
“Quien nada debe, nada teme”.

Víctor Reynoso

Profesor de la UDLAP

Se dice que el presidente López Obrador es “muy mediático”. La expresión tiene varias acepciones. Sin duda es el presidente de México, y quizá de cualquier otro país, que ha tenido más presencia en los medios de comunicación. En ese sentido la expresión es correcta. Pero esa presencia tiene riesgos: “quien mucho habla, mucho yerra”.

En días pasados nuestro presidente tuvo al menos tres polémicas expresiones: “no hay en México condiciones para un golpe de Estado”, “muerden la mano que les quitó el bozal”, y “quien nada debe, nada teme”.

La primera, sin antecedentes en nuestra historia, muestra el distanciamiento entre el gobierno federal y algunos sectores del ejército. Fue muy probablemente una respuesta a las también sin antecedentes declaraciones del General Carlos Gaytán Ochoa, quien acusó a una minoría en el gobierno, pretendidamente de izquierda y formada por resentidos, de polarizar al país. Responder con eso que no hay condiciones para un golpe de Estado porque el presidente tiene una base social, puede lastimar más al ejército y polarizar más a la sociedad.

Más deseable hubiera sido tomar nota de lo dicho, no replicar en público, buscar un acercamiento con el ejército y resolver el asunto en corto. Ningún gobierno anterior había utilizado a las fuerzas armadas como lo está haciendo el actual. Ninguno había mentado al golpe de Estado.

“Muerden la mano que les quitó del bozal”, dijo nuestro presidente para referirse a la prensa. La frase es de Gustavo Madero y tiene pleno sentido en la época en la que la expresó. El Porfiriato limitó notablemente la libertad de prensa; el gobierno de Francisco Madero, hermano de Gustavo, la permitió. La prensa abusó de su nueva libertad, con críticas excesivas al nuevo gobierno.

Pero la relación de López Obrador con la prensa no tiene nada que ver con esto. Si el actual presidente ganó la elección fue en buena parte porque la libertad de prensa es un hecho en México desde hace varios lustros.

El antecedente, lejano pero importante, se da en 1976. El que era prácticamente el único medio de comunicación libre, el periódico Excélsior, sufrió un golpe de Estado, promovido por el entonces presidente Luis Echeverría. El director del diario, Julio Scherer García, y su equipo, fueron expulsados del mismo. Fundaron la revista Proceso pocos meses después, que fue casi la única voz libre de la prensa en México.

¿Dónde estaba Andrés Manuel López Obrador entonces? 1976 fue el año en que ingresó al PRI. Estaría en ese partido doce años. No parecía preocuparle que el gobierno de su partido tuviera a la prensa con bozal, de manera similar al Porfiriato. Un político muy cercano a Andrés Manuel, Muñoz Ledo, calificó al régimen del PRI como “Priato”, en analogía al régimen de Porfirio Díaz. No le faltaba razón.

Por eso para muchas personas de la generación de López Obrador les es difícil verlo como un político idealista, de izquierda, democrático.

La más ominosa de sus declaraciones fue su respuesta sobre si no había puesto en riesgo al militar encargado de la inteligencia sobre el narcotráfico, al hacer público su nombre. “El que nada debe, nada teme”, respondió. Nada debían la madre, los hermanos y la tía de Melquisedec Angulo Córdova, marino asesinado en la captura de los Beltrán Leyva. Pero fueron asesinados por sicarios.

La presidencia de la República puede ser vista como un cargo sobrehumano, que exige más de lo que cualquier persona puede dar. No ayuda a enfrentar esas exigencias el que el presidente se exhiba todos los días ante la prensa. Lo pone en riesgo, lo desgasta. Bastaría, como en otros países democráticos, ruedas de prensa eventuales, puntuales, en torno a temas específicos. Por el bien de todos, sería positivo corregir esto.

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Víctor Reynoso

El profesor universitario en la Universidad de las Américas - Puebla. Es licenciado en sociología por la UNAM y doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología por El Colegio de México.