Culiacán y el daño colateral

  • René Sánchez Juárez
Habrá una guerra en la cual el pueblo es el que sale perdiendo.

No cabe duda de que la fecha que marcará un antes y un después para el gobierno federal será el 17 de octubre en Culiacán Sinaloa, donde después de implementar un operativo para capturar a Ovidio Guzmán, hijo del Chapo, ésta dejara en evidencia la débil estrategia militar operada por la Secretaría de la Defensa, la Marina y Seguridad Pública en conjunto con la Guardia Nacional.

La tarde de ese día múltiples noticiarios daban a conocer la captura de Ovidio Guzmán hijo del famoso narcotraficante Joaquín Guzmán, lo que significaría que a 10 meses de la gestión de Andrés Manuel López Obrador obtendría su primera medalla en combate al narcotráfico. No pocos aplaudían la captura, significaba un duro golpe para el Cartel del Golfo y la fotografía de Ovidio ya circulaba por todas las redes sociales. Sin embargo, por la noche se daba a conocer por el mismo Secretario de Seguridad, Alfonso Durazo que el gabinete de seguridad había determinado liberarlo para calmar la violencia que se había desatado en Culiacán.

En un hecho inverosímil, nos daban a conocer que las propias cabezas de la seguridad pública del país habían determinado dejar en libertad a uno de los narcotraficantes más buscados por nuestro país y que incluso tiene orden de extradición a EEUU donde se le acusa por narcotráfico y que podría correr la misma suerte que su padre.

Sin embargo, para conocer el contexto de la liberación debemos saber que desde que fue dada a conocer la noticia de la captura de Ovidio, el Cártel comenzó a movilizarse, en su tierra, donde conocen cada rincón y que tienen ojos y oídos en todos lados. Se empezaron a reportar balaceras, bloqueos, quema de vehículos, generando una psicosis en toda la ciudad.

Después de poner en balanza la desventaja en que se encontraban los elementos del ejercito, el poco poder de respuesta y con la amenaza de comenzar a ejecutar a civiles, se habla incluso que toda una unidad habitacional de familias de militares estaba rodeada de sicarios listos para comenzar la ejecución, se decidió que se soltara a Ovidio Guzmán, lo que fue respaldado por el mismo presidente Andrés Manuel.

Después de la noticia de la liberación, no tardaron las críticas en inundar las redes sociales, hablaban de un “Estado fallido” “narcoestado” “el gobierno sometido al narco” “humillación a las fuerzas armadas”. Fue una decisión a la que no estamos acostumbrados y sobre todo que nos hablaran con la verdad, la decisión fue salvar la vida de inocentes y dejar la captura de un delincuente.

Después de unos días la crítica hacía el presidente por haber dejado en libertad a uno de los hombres más buscados y haber sopesado el valor de vidas de mexicanos nos hace sentido. En la conferencia del día siguiente dijo: “No vale más la captura de un delincuente que la vida de personas”.

Poniendo en perspectiva estábamos normalizando los daños colaterales de la guerra contra el narcotráfico. A partir de 2006 cuando Calderón tomó el mando de las fuerzas castrenses dijo “Se perderán vidas inocentes, pero valdrá la pena” y en todo el sexenio las notas de matanzas, desaparecidos y ejecutados eran de todos los días y de vez en cuando la detención de algún capo, pero la situación de violencia continuaba y se escalaba.

Hoy el gobierno de Andrés Manuel ha decidido que no habrá una negociación con los grupos delincuenciales, pero que tampoco habrá una guerra en la cual el pueblo es el que sale perdiendo.

El daño colateral lo asumió AMLO, con Calderón y Peña lo asumió la sociedad.

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René Sánchez Juárez

Politólogo y Maestro en Ciencias Políticas. Académico de la BUAP. Sindicalista y dirigente FROC-Puebla. CONLABOR. Ex Diputado Local y Federal