El vestido verde de Claudia Rivera

  • Israel Velázquez G.
Ella presidenta municipal. Él, gobernador del estado. Y AMLO presidente de la República

Un año después de asumir el cargo para el que fue electa, Claudia Rivera Vivanco aguantó el reclamo público de Luis Miguel Barbosa Huerta enfundada en un conjunto negro con un sobretodo blanco; por momentos asintiendo, con una sonrisa nerviosa en otros. Ella presidenta municipal. Él, gobernador del estado. Y Andrés Manuel López Obrador presidente de la República. Los tres, de Morena.

Ciclos cerrados aparte, Claudia Rivera llega a su primer año de ejercicio del poder municipal con un gobernador que apenas se está acomodando en la silla, y un presidente cuya honestidad, liderazgo y credibilidad gana en la percepción ciudadana: cumplió, el 7 de octubre, cinco meses consecutivos con una envidiable aprobación ciudadana de 68 por ciento, de acuerdo con la encuesta mensual que publica el periódico El Financiero.

Ambos, gobernador y alcaldesa, ejercen sus funciones en un contexto complicado. El déficit nacional de elementos de seguridad no respeta: si en México hay 148 mil 676 policías estatales y 132 mil 677 municipales, el Estado de México requiere de 48 mil 563 más; Veracruz, 15 mil 760; Guanajuato, 9 mil 639; Tamaulipas, 7 mil 929; Chiapas, 7 mil 742; Puebla, 5 mil 936; Jalisco 5 mil 94, y Guerrero, 4 mil 601.

El trabajo pendiente es demasiado complejo como para entender que los dos políticos más importantes del estado protagonicen un desencuentro público que no sabemos a dónde llevará al estado con la cuarta ciudad más importante del país…, o quizá si hacemos memoria de la pugna Rafael Moreno Valle Rosas-Eduardo Rivera Pérez, podamos tener una idea aproximada de lo que se viene si no hay alguien que ponga calma.

No debe ser fácil para nadie soportar estas palabras en público: “Me he sorprendido, ¿por qué este gobierno municipal no hizo saber todas las irregularidades que encontró del anterior gobierno? Es una pregunta a la que no he encontrado respuesta, yo no creo que hayan encontrado todo limpio, allá está la Fiscalía de actos de corrupción, para que presenten denuncias”. Las pronunció el gobernador en la sesión solemne de Cabildo en la que Claudia Rivera rindió su primer informe de gobierno, y fueron nota principal de prácticamente todos los medios digitales durante gran parte del día.

Dicen los psicólogos que cuando a alguien se le reprende, reclama o regaña en público, se le resta autoridad, pero ¿a alguien en el estado de Puebla le conviene una alcaldesa débil?, ¿al gobernador?, ¿a los gobernados?, ¿a Morena?, ¿al presidente? ¿A quién? Ella, ahí mismo en el Cabildo recordó que su gobierno viene de un movimiento social que crece de la esperanza y más tarde hizo suyo el Teatro de la Ciudad con una cascada de mensajes que la sitúan un poco menos dócil, un poco menos inexperta, un poco con más fuerza, un poco más consciente de la responsabilidad que tiene entre las manos, aunque sea sólo en el discurso, y poco en la práctica.

Cambió su vestido negro por uno en color verde. Ese verde que dio color a las calles el domingo previo al informe, el color del pañuelo que da identidad a las luchas feministas por el derecho al aborto legal.

Si antes en el Cabildo aseguró que “desde el primer día entendí que no pertenecer a un grupo de élite o político del pasado implicaba enfrentar resistencias a la Cuarta Transformación, no obstante estamos aquí más fuertes que nunca (…) En estos 12 meses han querido desequilibrar mi gobierno, sin que se den cuenta de que están tratando de desequilibrar a Puebla”, en el Teatro Principal quiso reafirmar su cercanía, al menos ideológica y de formas con Andrés Manuel López Obrador con un reiterado: No mentir. No robar. No traicionar, un ritual prehispánico y, con los videos que dieron pauta a su aparición, aprovechando que el presidente está de nuevo en los cuernos de la luna: ella con la gente, en su campaña, y de fondo la voz de un López Obrador que entre agosto y septiembre, según El Financiero, tuvo un repunte de 8 por ciento en la aprobación que los mexicanos tienen sobre el combate a la delincuencia, y el respaldo a la Guardia Nacional pasó de 62 a 67 por ciento.

¿Por qué entonces la rijosidad de Barbosa con Rivera?, ¿por qué evidenciar que el gobierno municipal está lleno de priistas y panistas, si en el estatal pasa lo mismo?, ¿por qué el mensaje de ella para quienes, aseguró, la buscaron para enseñarle cómo se hacían las cosas en las administraciones pasadas? Algo es cierto: si la alcaldesa tiene pruebas de corruptelas y no las denuncia, ¿cuál es su grado de irresponsabilidad?

El choque entre ambos, aunque hasta ahora intenten disimularlo, es claro. La alcaldesa, ya lo dijo abiertamente, no va a ceder en su intención de remunicipalizar el agua, tampoco en cuidar el ambiente si hay que dar paso a un desarrollo desordenado. El vestido verde, su vestido de este lunes 14 de octubre, lleva implícita la pública desaprobación de Claudia Rivera a que sigan prohibidos los matrimonios igualitarios y a la resistencia legislativa a despenalizar el aborto.

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Israel Velázquez G.

Periodista de tiempo completo. Trabajó en: Milenio, El Financiero, Correo de Guanajuato, El Popular de Puebla y AZ de Xalapa. Autor de la columna Acantilado, siempre cerca del lector que toma decisiones