Como si nada… como si todo…

  • Alejandra Fonseca
Le dijo que mejor eligiera otra profesión ya que no conocía a nadie que viviera de “dar brincos.

A Vidal Calvario Tepox, con afecto.

 

Todo el porte de un caballero, tiene elegancia nata: complexión delgada, espalda recta, cuello espigado, barbilla levantada, garbo al caminar, mirada luminosa, voz dulce y profunda, palabra de convencida intención; enfocado en lo suyo todo el tiempo, sólo así se llega a donde él está.

Durante las dos entrevistas que le realicé, no escuché un solo comentario de ofensa, rechazo, mala fe o envidia hacia alguno de los suyos o los ajenos; ni a su familia, ni a sus amigos, ni a sus maestros, ni a sus alumnos, ni al público, ni a quien le dio la oportunidad primera, ni quien se la quiso negar… a ninguno, a nadie. Todo fue cariño y aprecio, gratitud y reconocimiento; enumerar dones y gentilezas de quienes han compartido con él la danza y escenarios, los grandes esfuerzos y las tantas tras bambalinas.

A los 8 años, cuando su alma danzarina hacía bailar su infantil cuerpo, su padre no leyó la señal: le dijo que mejor eligiera otra profesión ya que no conocía a nadie que viviera de “dar  brincos”. Me encantó la expresión porque al referirla el maestro Vidal, vi saltar chispas de su mirada juguetona y alegre de niño al repasar los brincos y brincos y brincos, y cada brinco con elasticidad, con ritmo, con compás, con cadencia y armonía, con elevación, con elegancia, con exactitud y postura; brincos corregidos, con caídas, con raspones, con torceduras, con golpes y sobaditas que empezó a dar desde los 4 años al escuchar cualquier música de folklor que trasmutaba el momento pasa saltar al espacio etéreo de la campiña… y bailar, como si nada, como si todo...

La negativa de su progenitor no detuvo su intención; a Vidal nada ni nadie lo pudo haber detenido; era su llamado, no había en él otra cosa más que bailar. Y así fue que, dando brincos a los 16 años partió para la ciudad de México a inscribirse en la escuela de Danza de Bellas Artes, cuando en 1971, lo eligieron para sumarse a un grupo de danzantes que acompañaba las giras internacionales del entonces presidente, y de ahí no se ha detenido ni un instante ni para tomar vuelo.

Dos cosas admiro y anhelo para mí del maestro Vidal: que está enfocado en lo suyo desde que su llamado se apoderó de él, nunca distrayéndose; y otra, que tiene sólo palabras de bondad, agradecimiento y reconocimiento para quienes han caminado junto a él.

Tener la oportunidad de su cercanía, su ejemplo y la deferencia de su conversación, me hace recordar el escrito de Eduardo Galeano: “Ay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende”. Con eso me quedo.

Gracias maestro Vidal Calvario.

alefonse@hotmail.com

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Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes