Kakistocracia judicial

  • Juan Luis Hernández Avendaño
La renuncia de Eduardo Medina Mora, tiene por lo menos dos lecturas

La kakistocracia es el gobierno de los peores, clases políticas ignorantes, amantes de la riqueza y violadoras de derechos humanos. Pensamos que la kakistocracia se encuentra normalmente en los gobiernos, y en nuestro país, es fácil encontrar a esas élites políticas incrustadas en los tres niveles de gobierno. Pero los congresos, diputados y senadores, así como los jueces y el poder judicial, no se salvan de ésta plaga que ha azotado a quienes en primera instancia deberían estar construyendo bien público.

La renuncia de Eduardo Medina Mora como ministro de la Suprema Corte, la cabeza del Poder Judicial en México, tiene por lo menos dos lecturas. La primera es que en ciertas coyunturas no es posible sostener una posición de autoridad con la autoridad maltrecha o con serios problemas de legitimidad. Ser ministro de la Corte es tener autoridad y una autoridad que dirime problemas y controversias entre autoridades. En este sentido, la autoridad del Poder Judicial cuando está libre de capturas ilegítimas, puede ser una pieza clave de buena salud de las repúblicas. Pero cuando el Poder Judicial está integrado por miembros de una camarilla política que se extiende al Poder Ejecutivo y al Poder Legislativo, cuyos intereses no sólo son político-ideológicos sino cínicamente para proteger negocios multimillonarios logrados al amparo del poder público, entonces la autoridad del Poder Judicial se esfuma y se achica, acaso para quedar como mudo testigo de la corrupción en las instituciones.

En esta primera lectura, la renuncia de Medina Mora es la consecuencia de su propia llegada y es el resultado del cambio de aires en el gobierno federal. No recuerdo un nombramiento de ministro de la Corte tan abiertamente impugnado, criticado y con tanta repulsa como el de Medina Mora, cuando PRI y PAN alinearon sus intereses a los del compadre del nuevo ministro, Peña Nieto. El pasado de Medina Mora, tanto en los gobiernos panistas como priístas no hacían parecer que se elegía a una persona proba para ser autoridad entre autoridades. Más bien, se presumía que iba a la Corte para proteger desde la cabeza del Poder Judicial los múltiples intereses entreverados entre empresarios que se hicieron políticos y políticos que se hicieron empresarios.

Los propios casos que llevó como ministro delatan a Medina Mora. Sus resoluciones lo condujeron a evitar investigaciones judiciales a sus próximos en la política, particularmente el área relacionada con el financiamiento ilegal a las campañas del PRI que emergen de investigaciones que conduce desde hace varios años el gobierno de Chihuahua. Medina Mora llegó a la Corte sólo por el ambiente kakistocrático que favorecieron PRI y PAN y que abrevó en una práctica de cinismo profesional para hacerse de las instituciones para enriquecerse plutocráticamente.

Desde esta primera lectura, y con el vuelco político desde la presidencia de la república, perfiles como Medina Mora no pueden sostenerse. Sus anclas, ambientes y soportes han desaparecido o se encuentran en debilidad crónica. Con apenas cuatro años, faltando 11 años para retirarse, el ministro que nunca debió ser ministro, se fue por la puerta de atrás para construir una negociación que le permita el retiro de la vida pública y el salvamento de sus negocios. Veremos qué opina respecto a este escenario el gobierno que lo investiga.

Una segunda lectura es que el gobierno de López Obrador aprovechará esta renuncia para colocar uno de los suyos en la Corte y de esta manera capturar progresivamente el Poder Judicial para su proyecto sexenal. A reserva de ampliar en otro espacio este punto, no hay Poder Judicial en el mundo, neutral. En todos los países democráticos o que aspiran a serlo, el Poder Judicial está integrado por ministros o jueces con ideología, con una lectura de la realidad que los hace conservadores o liberales, garantistas o no garantistas. Son al final de cuentas “interpretadores de la constitución y de las leyes”. Y para eso usan su ideología o su sistema de creencias, para interpretar la ley y sentar jurisprudencia.

Una cosa es que algunos ministros de la Corte sostengan una lectura de la realidad que ideológicamente coincida con el nuevo gobierno y otra que algunos ministros sean una pieza funcional para hacer fraude a la ley y beneficiar proyectos y negocios al amparo del poder público. Independientemente de los deseos del ejecutivo federal, el Poder Judicial tiene en sus manos una ruta de depuración en su sistema. La corrupción, el crimen organizado, el poder de las trasnacionales y las grandes empresas, también capturaron segmentos del poder judicial. Ahora vemos la cabeza de ese poder, pero será indispensable que si el Poder Judicial desea tener autoridad y ser autoridad entre autoridades, necesita una transformación importante en su funcionamiento y utilidad social.

*Politólogo, Director del Departamento de Ciencia Sociales de la Ibero Puebla.

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Juan Luis Hernández Avendaño

Politólogo, director general del Medio Universitario de la Universidad Iberoamericana Puebla y profesor-investigador de Ciencias Políticas por la misma institución.