Ayer murió el gran Miguel León Portilla, fue considerado el pionero en los estudios de la filosofía y la literatura náhuatl. Autor de “Visión de los Vencidos” donde da cuenta en uno de sus capítulos de la Matanza de Cholula.

La Conquista es un tema tan complejo como polémico, pero los hechos que suscitaron no pueden juzgarse a la luz de consideraciones contemporáneas. Pero no por ello la expresión “conquista” me parece inexacta, porque el territorio que hoy conocemos como América ya estaba allí y contaba con población, culturas y organización a lo largo y ancho de sus latitudes.

El doloroso nacimiento de la identidad nacional fue producto del encuentro y fusión de los pueblos originarios y europeos, a unos días de cumplir cinco centurias los hechos que conocemos como la Matanza de Cholula es la perfecta ocasión para rememorar el sincretismo cultural que caracteriza a la “ciudad viva, más antigua de América” pues la organización barrial de las actuales autoridades eclesiásticas proviene de épocas precolombinas.

En Cholula como en toda la Nueva España, hasta la fecha, el punto de confluencia no fue el de la autoridad civil sino la Iglesia del barrio. El idioma y la religión constituyeron históricamente los elementos de la unificación cultural, alrededor de la Iglesia florecieron las artes y la organización. La síntesis cultural fue implicando la creciente participación de los indígenas, resalta la celebración de la Tlahuanca que coincide con el Tlacaxipehualiztli.

Imposible no mencionar el Tlachihualtepetl que es coronado por el templo de la Virgen de los Remedios.

Pasaron siglos para que Cholula contara con la misma población que cuando Hernán Cortes la calificó como la “ciudad más bella fuera de España,”  y sin embargo en estos siglos los Calpulis se convirtieron en barrios habitados por las mismas familias que León Portilla señaló en la Versión de los Vencidos cuya estructura y eje principal está conformado por un sistema de cargos religiosos, en torno a los cuales gira la vida ceremonial de la ciudad en su conjunto.

Todos los pueblos conmemoran los acontecimientos que forjaron su historia. Puede que los pueblos no sean sino eso, una memoria colectiva. Por ello los hechos que se suscitaron hace quinientos años en el templo de Quetzalcoatl en la Gran Cholula pueden interpretarse como lo sentencian los muros de la Plaza de Tlatelolco, “No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.”

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