Nada nuevo bajo el sol
- Leopoldo Castro Fernández de Lara
*Por: Mtro. José Leopoldo Castro Fernández de Lara
nihil novum sub sole nos refiere a una realidad que desafía nuestra idea de progreso y desarrollo civilizatorio. A pesar de los avances tecnológicos y el desarrollo industrial que nos acompaña permanentemente nos encontramos con la paradoja de la crisis de sentido y el vacío existencial que cada vez ataca a más personas en forma de enfermedades mentales o psicosomáticas. ¿quién no conoce a alguien que tenga ataques de ansiedad? ¿quién no conoce a alguien que tenga una enfermedad que hace treinta años no existía? ¿y por qué no es nuevo esto, aunque parece que sí?
Normalmente pensamos, y es una idea que acompaña a cada generación, que vivimos en el culmen de la historia y el desarrollo. Consideramos que nuestro estilo de vida es el más avanzado y cuando estudiamos historia antigua o reciente nos sorprende pensar cómo la gente podía vivir en un mundo sin las ventajas y comodidades que hoy tenemos. Este error de juicio se relaciona con el nivel de consciencia que tenemos en la actualidad y que se fundamenta principalmente en el cerebro izquierdo que en resumen encapsula la realidad en categorías que poco o nada tienen que ver con lo simbólico (porque lo desprecia no porque no sea posible) y asume que la realidad existe independientemente de nosotros. Esto se concreta en un estilo de vida en donde lo más valorado es la especialización y el uso del lenguaje para codificar la existencia de una naturaleza ajena al ser humano y que puede ser analizada a través de métodos objetivos, medibles y cuantificables.
Esta forma de existencia como ya varios autores desde el siglo XVIII han anotado, tiene como deficiencia que se autodefine como “objetiva” pero en realidad se construye como un dogma que hace las veces de anteojos para aproximarse a la “realidad”. Como fruto de esta forma de “pensar” y vivir nos encontramos con un rompimiento entre nosotros y lo otro… lo otro pueden ser los otros seres humanos pero también los otros seres que habitan el planeta, el mismo planeta y en un nivel de ruptura mayor nosotros mismos; nuestras emociones que no son acordes con nuestros pensamientos, nuestros pensamientos que no son acordes con nuestras acciones y un diálogo interno que nos atormenta en todo momento en la búsqueda de la perfección, la eficiencia y el rendimiento autoimpuestos. En un mundo así el consumismo se presenta como la panacea y el tener cada vez más cosas como la manera de ser feliz. Sobra decir que en este sistema el verdadero dios es el dinero, los bancos sus iglesias y la gente que tiene dinero (lo haya conseguido de la manera que sea y sin importar otras características de su personalidad como sus valores, su forma de comportarse con los demás o su alegría por la vida) son los modelos a seguir, los iluminados y dignos de tener seguidores… pero este no es el tema en este momento. Ante la falta de sentido que produce en cualquier persona medianamente sana el descubrir que tener cosas y tener como modelos a psicópatas no hay tantas opciones permitidas para satisfacer este vacío; de lunes a viernes podemos consumir drogas que nos hagan funcionar bien (café) y el fin de semana otras que nos hagan relajarnos (alcohol) pero nada más. También podemos comprar todo lo que podamos y acceder a drogas verdaderamente peligrosas como la harina y la azúcar que nos llevan a la larga a la muerte. Hay quien prefiere elegir a otro ser humano para ser su droga y arruinarse la vida desperdiciando los talentos en una relación de codependencia y sufrimiento.
El síntoma de nuestra sociedad sin sentido es el aburrimiento. Niños y jóvenes aburridos y sin idea de qué hacer excepto consumir pantallas y compartir materiales que han hecho otros -solo dios sabe quién inventa los memes- para expresar su forma única e irrepetible de ser. Nuevamente creo que no son culpables de vivir así y más importante: no es su destino –ni el tuyo ni el mío- vivir así. Es importante despertar y entender que la construcción social no es natural, no es un mandato divino y no es inamovible. Es posible vivir distinto y enfrentar el sin sentido y el vacío que experimentamos; vacío que nos han hecho pensar se llama depresión, pero en realidad es un síntoma de una sensibilidad que no acepta un orden social injusto y opresivo con nuestro corazón. Es posible vivir distinto en pequeños actos que se conviertan en pequeños hábitos que se conviertan en un estilo de vida distinto que multiplicado por muchos seres humanos sí puede transformar una sociedad.
No es poesía ni utopía sino una llamada a no evitar las preguntas y el encuentro con el abismo que nos espera en donde termina la comodidad. Nada nuevo bajo el sol… volver a sentir el sol en la cara, el olor de los árboles y el contacto con nosotros y otros seres humanos.
El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.
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Psicólogo, Master en Recursos Humanos, Maestría en Modelos y áreas de investigación en ciencias sociales. Sus temas de interés son los movimientos sociales, las representaciones sociales y en general la psicología social