El PAN, inservible

  • Elmer Ancona Dorantes
Lejos y dentro del poder ha hecho poco por la sociedad, por el pueblo de México

El Partido Acción Nacional (PAN) es un muerto viviente. Acaba de cumplir 80 años de vida y pese a su mediana edad -políticamente hablando-, es un partido viejo, en decadencia, obsoleto. Casi inservible.

Lejos y dentro del poder ha hecho poco por la sociedad, por el pueblo de México. Es cierto, uno de sus triunfos innegables fue el de la alternancia del poder, haber derrotado electoralmente al Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el 2000.

Sus fundadores – esos sí- tenían ideales demasiado elevados, claros, firmes, bien cimentados en valores y principios. Eso y su larga lucha, sus arduas batallas, lograron conquistar las esferas del poder.

Los fundadores dejaban ver que no tenían interés en el poder en sí mismo, sino en la cimentación de una vida digna, diferente, para todos los mexicanos. Y para eso necesitaban sacar al PRI de Los Pinos.

A los panistas de aquellos tiempos -a los originales y buenos-, la idea de una democracia representativa los traía locos, soñaban con eso, sin importar cuánta sangre, sudor y lágrimas tenían que derramar. Lo lograron.

La idea del Bien Común la retomaron de las encíclicas papales, de la doctrina de la Iglesia Católica, de la filosofía aristotélico-tomista ¿A quién no le interesa luchar por el bien que conviene a todos? Les dio resultados.

Su bandera de guerra “Por una Patria ordenada y generosa” era lo mejor que podía escucharse en aquellas décadas. Un México alejado del anarquismo que comenzaba a gestarse en esos tiempos.

El socialismo, el comunismo y el liberalismo, entre otras tantas corrientes, además de estar de moda desde los años 60, generaban el pensamiento más anticristiano que podía verse en los campos fértiles de la política y del poder.

Alguien tenía que combatirlos, por eso surgió el panismo, caminando de la mano de agrupaciones de corte religioso, o bien, cien por ciento cristianas como la Acción Católica.

Los siempre inquietos jesuitas fueron llevando de la mano a muchas de estas agrupaciones e instituciones con el ánimo de transformar las estructuras de poder en el país. Fue todo un éxito.

Es así como el viejo panismo, elegante, elitista, pero con mucha popularidad entre las bases sociales, entre la ciudadanía, comenzó a permear hasta alcanzar niveles inigualables. Lograron su cometido: llegar al poder.

Y se marearon…

Pero una vez en el poder, a los panistas les pasó lo que a muchos: se marearon. Se dejaron embelesar, de manera absurda y fácil, por los dueños de la riqueza, por quienes controlan México. Se vieron envueltos en sus propias ambiciones.

Se enriquecieron de manera vulgar, se engolosinaron con los viajes de alto placer, con las copas de champagne, con el perfume francés; dejaron de volar en clase turista para pasar a la zona premier. Volaron por todo el mundo olvidando su esencia, su origen.

Dejaron de pensar no solamente en los más pobres, sino en la clase media que les dio fuerza -a ella se debían-; los traicionaron, los dejaron abandonados a su suerte.

Vicente Fox, el presidente rudo, el de las botas de vaquero, resultó un simple títere de las oligarquías económicas. Su gobierno no fue tan malo, es cierto, pero de eso a que haya transformado al país en algo mejor, para nada. No cambiaron las cosas.

Durante su administración siguió la miseria, la pobreza extrema. Se le vio jugando fútbol o besándose en el Vaticano con Martita, la poderosa señora de Los Pinos. La verdadera mandamás ¡Ah, si Carlos Abascal viviera, se volvería a morir!

A Felipe Calderón, el otro presidente del PAN, se le fue la vida combatiendo a sus verdaderos enemigos dentro de su partido. Llenó su gabinete de gente incompetente, medianamente capaz.

Gobierna más ahora como ex presidente que como Mandatario; hoy lo escucha más la gente que antes; sin embargo, sus palabras vuelan como las plumas, como el algodón, sin peso alguno.

La segunda fuerza

Es cierto, hoy el PAN representa la segunda fuerza política más importante del país, pero eso y nada es lo mismo. En los recintos legislativos se pasean sólo fantasmas blanquiazules que dicen defender a México, pero que hacen muy poco por él.

Son los mismos de siempre, los viejos, los anacrónicos, los que vivieron del partido durante décadas, los que usufructuaron las riquezas del blanquiazul y también las del erario.

Las nuevas generaciones no los escuchan, no les creen, no los oyen, no los sienten, no los conocen, no los palpan, no los entienden. Eso y nada da lo mismo. Hoy por hoy es un partido que no representa algo de vital importancia.

Si quiere realmente resurgir como el Ave Fénix tendría que sacar de sus filas a todos esos vejestorios -hombres y mujeres-, anticuados, ensoberbecidos, presumidos, timoratos y grises, que aún se dicen sus “líderes”.

Esos personajes ya no tienen convicciones, ya no producen, ya manchan la imagen de lo que el PAN algún día fue; ya deberían dejar descansar a su partido, abrir paso a las auténticas nuevas generaciones.

Ex gobernadores señalados por sus vínculos con el crimen organizado; candidatos presidenciales acusados de cuello blanco; líderes de partido abatidos y distraídos por sus múltiples negocios. Algo sucede en el PAN.

A los panistas de hoy alguien les tiene que arrebatar, por la fuerza o con inteligencia, el control y la conducción de sus comités directivos estatales y municipales; alguien tiene que sacar a todos esos dirigentes del Comité Ejecutivo Nacional (CEN).

Los nuevos panistas tienen -están obligados- a hacer que todos los mexicanos vuelvan a creer en México, en la Patria, en la República, en la Nación, en todos aquellos héroes que ayudaron a construir esto que nos pertenece.

La otra opción es que desaparezcan, que se retiren dignamente, que cierren las puertas del partido. Así como está hoy no sirve para nada. Mucho menos ante las nuevas corrientes de “izquierda” que gobiernan. Crecer o morir. Esa es la disyuntiva.

@elmerando

elmerancona@hotmail.com

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Elmer Ancona Dorantes

Periodista y analista político. Licenciado en Periodismo por la Carlos Septién y Maestrante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales UNAM. Catedrático. Escribe en diversos espacios de comunicación. Medios en los que ha colaborado: Reforma, Notimex, Milenio, Grupo Editorial Expansión y Radio Fórmula.