Estados Unidos, la gran comilona

  • Marcelina Romero
Lugar de residencia donde la economía tenga cierta estabilidad.

Marcelina Romero (*)

 

“El rico come, el pobre se alimenta.” 

Francisco De Quevedo 


 

Cuando salimos de nuestro país de origen por unos días, casi siempre resulta interesante degustar sabores diferentes, platos exóticos o típicos de otras latitudes. Esta curiosidad permanece una semana o dos, con suerte tres; una se la banca, aunque empieza a separar algunos ingredientes al costado del plato con precisión de cirujano.

Ahora bien, si la estadía se extiende, se empiezan a extrañar esas recetas culinarias cuyos nombres no aparece en la carta de ningún restaurante: milanesa a caballo, empanada, pastel de papa en cualquiera de sus variantes, etc. 

La comida es un tema infinito y apasionante. Un buen tema para entablar conversaciones, para conquistar el estómago y alegrar el corazón deseado. “Panza llena, corazón contento”, reza el dicho. 

Quienes están al tanto de mi estadía en Estados Unidos no dejan pasar la oportunidad de hablar sobre la gastronomía norteamericana. Descalificar a los americanos en cuanto a su dieta diaria es un error frecuente, hay que ser justos: no todos comen sólo hamburguesas y hotdogs.  

“En Estados Unidos se come mal”, “los americanos sólo comen hamburguesas y papas fritas”; algunos, al final de la frase agregan un “no?”. Entonces aprovecho y cuento que muchas comidas nada tienen que envidiar a las recetas tradicionales argentinas. Y afirmo que mucho de lo que vemos en las películas taquilleras son estereotipos de la sociedad americana.

Coincidiremos en que cocinar en casa puede generar cierta pereza o parecer difícil. Pero también es cierto que las empanadas de la abuela, las milanesas de la madre, los tallarines del tío y el asado del asador oficial de la familia - siempre hay uno- no se comparan con los ofrecidos en cualquier menú. Los beneficios de cocinar en casa son siempre superiores: más rico, más sano, más económico, más placentero. Sin embargo, las tendencias mundiales indican que tanto aquí en Estados Unidos como en los países latinoamericanos se está comiendo con mayor frecuencia fuera de la casa.  

Estados Unidos es uno de los destinos elegidos por quienes buscan un lugar de residencia donde la economía tenga cierta estabilidad. Además, está lleno de rincones turísticos a lo largo de su extensa superficie. Cada uno de los cincuenta estados tiene algo para ofrecer, si no es un puente, es una torre, un monumento, un lago, un cañón. Para todos los gustos. Y en cada uno de los estados la diversidad cultural está en ascenso. Mexicanos, venezolanos, colombianos, italianos, argentinos… llegan para quedarse. Este es el motivo de la gran variedad  culinaria, cada inmigrante llega con una receta bajo el brazo.  

Uno se pregunta ¿todo con chilli?, ¿todo con ketchup?. Muchas veces nada es lo que parece, los prejuicios a la hora de degustar comida sólo profundizan la ignorancia. 

Hay ciertos mitos sobre la comida norteamericana que durante una estadía extensa se van desmoronando.  

No voy a negar que Estados Unidos es el ideólogo de la comida “chatarra”, y que ha exportado la modalidad del fast food. Por eso encabeza el ranking de los países consumidores de este tipo de comida. 

Lamentablemente, los países latinoamericanos poco a poco se contagian del boom del fast food. Como afirma Beatriz Champagne, directora de la Coalición Latinoamericana Saludable, “los latinoamericanos vemos la comida basura como algo aspiracional, aspiramos a consumir los alimentos del mundo desarrollado”.

Es decir, aspiramos al estilo de vida americano a través de lo que vemos en las películas masivas, tan taquilleras como la comida chatarra. Nos creemos más cerca de la casa blanca con un balde de pochoclo sobre las rodillas, sentados en la butaca de un cine 3D.

Alimentarse con este tipo de comida se está convirtiendo en un hábito que comienza a preocupar. El abuso de este tipo de alimentos incide en serios problemas de salud: presión alta, obesidad, colesterol, etc. Una hamburguesa prefabricada no abunda en nutrientes esenciales, todos lo sabemos. Hipócrates cae en el olvido:  “Que la comida sea tu medicina”. Cuando elegimos comer en las cadenas de comida rápida sabemos que consumimos enfermedad. Pero es tan rico…!! dirá el coro.

Argentina es una de las tantas pistas de aterrizaje de las grandes cadenas multinacionales de comida rápida estadounidense. Todas fueron y son recibidas con las bocas abiertas! Burger King, KFC -Kentucky Fried Chicken/ Pollo frito de Kentchuky- McDonals, SubWay, TacoBell, etc. Sus platos llegan repletos de papas fritas, pollo rebozado, hamburguesas, batidos, salsas de todo tipo, etc. Comprobado: Estados Unidos es el exportador mundial de este tipo de comidas. Algunas de estas cadenas se han posicionado como los restaurantes con mayor presencia en el mundo. Es el caso de McDonals. Al mismo tiempo, en algunos países ya comenzó la batalla para erradicar la marca, una batalla interminable. 

Cierto es que ya no nos alimentamos como nuestros ancestros, motivados por una necesidad básica, el apetito. Hoy, el acto de comer está rodeado de otros factores relacionados con lo visual, la ansiedad cotidiana y también, las modas; por ejemplo, la cocina Gourmet, otra elección “aspiracional”: para pertenecer a la “crème de la crème” hay que dejarse adornar el plato, dejar que los garabatos de comida de autor sean parte de tu vida. 

La comida hoy se ha transformado en una amenaza. Nadie sabe el origen de las comidas enlatadas, por ejemplo. Aunque deseemos comer sano y rico, sabemos también que la comida orgánica, natural, ecológica, está al alcance de los que más tienen. Hay que pagarla tres o cuatro veces más que en el supermercado.  

En estas tierras, en los Estados Unidos, donde el poder adquisitivo define, la obesidad está tocando la puerta de cada uno de sus habitantes, pero no la puerta de los ricos, de los que más tienen, ¡no!. Golpea las puertas de los que sólo pueden comprar comida rápida y barata. Los obesos de Estados Unidos son los desnutridos de los países pobres. 

La Asociación Americana de Médicos en Estados Unidos reconoció oficialmente que la obesidad es una enfermedad y obliga a las obras sociales a cubrir su tratamiento. Pero ese es otro tema. Aquí, en este país desarrollado, hay 90 millones de personas que padecen esta enfermedad, de los cuales 12 millones son niños. 

Si hacemos el ejercicio de escribir en  el buscador de Google “comida en estados unidos” el 90% de las imágenes que aparecen son hamburguesas y papas fritas. 

En todos los supermercados americanos podemos encontrar alimentos orgánicos, alimentos sanos, frutas, verduras, los alimentos saludables están a nuestra disposición. Sin embargo, hay que tener una fuerza de voluntad extrema para no caer en la mala alimentación. La comida basura es más fácil, esta pre-cocinada, sólo hay que meterla en el microondas. Cocinar es la manera de sublevarse, salvarse y mantenerse sano.

El desafío más grande que enfrentan los gobiernos en los próximos años es el de educar para una buena alimentación. El famoso “hazlo tú mismo” seguirá marcando tendencia aunque sea desde otro ángulo. 

(*) Master en Comunicación Política y Gobernanza Estratégica, George Washington University; miembro de la Red de Politólogas -mujeres dedicadas a la Ciencia Política Latinoamericanista- y del National Association of Hispanic Journalists (EEUU).  Síguela en Twitter: @lmarcelinaromer

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Marcelina Romero

Politóloga y Comunicadora feminista reside en U.S, corresponsal medios nacionales e internacionales. 

Master en Comunicación Política y Gobernanza Estratégica, George Washington University, miembro de la Red de Politólogas. Fundadora Radio Radar