Aviación: hay algo podrido en el aire

  • Roberto Rock
Una larga agonía por un desgaste que atrae ineficacia.

Para los colegas Leo Zuckermann, 

Carlos Loret y Areli Quintero, 

blanco de burócratas patanes.


 

El parsimonioso secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, luce ausente, por omisión o ignorancia, de la crisis que literalmente aterriza sobre el sector aeronáutico mexicano, que hoy habita el territorio comanche de una guerra descarnada entre aerolíneas, insurgencia laboral, caída en el mercado de pasajeros y deterioro creciente en la calidad de los servicios al usuario.

El ingeniero Jiménez Espriú, de 82 años, especialista en refrigeración industrial, ha fracasado en mantener a baja temperatura la escalada de problemas que tiene colocado a México con una industria aeronáutica postrada, mientras el sector goza en el resto del planeta una de sus mejores épocas por la caída en los precios de los combustibles y el aumento en la demanda por parte de viajeros. 

Aquí se vive el mundo al revés: los precios de la turbosina, bajo control gubernamental, siguen artificialmente altos, la competencia se libra a puñaladas, en tribunales y mediante millonarias campañas de cabildeo para desprestigiar al adversario, como ocurre por parte de Aeroméxico y sus adversarias nacionales, Interjet o Volaris, o internacionales como la árabe Emirates, que el próximo invierno disputará una tajada del pastel mexicano mediante bajas tarifas y opciones de súper lujo.

La controversia sobre Emirates se extiende a Estados Unidos, donde varias líneas han intentado cerrarle el paso bajo diversos argumentos y recursos jurídicos. Ello incluye a Delta, el accionista mayoritario de Aeroméxico, que aquí ha empleado las mismas herramientas, también con nulos resultados. 

Se ha hecho público que Interjet encara un pesado desafío financiero y fiscal, pero las deudas están devorando, incluso con mayor gravedad, al resto de las mencionadas, a las que se suma Viva Aerobús. La mayor pugna está radicada entre Interjet y Aeroméxico. Según se dijo a este espacio, ésta le pirateó a su competidora, en pleno periodo vacacional, a cientos de sobrecargos y otro personal, mientras aquélla se empeña en capturar porcentajes de viajeros hacia Estados Unidos, donde Delta-Aeroméxico habían lucido como un binomio imbatible.

El aeropuerto de la ciudad de México, corazón del sector, sufre una larga agonía por un desgaste que atrae ineficacia, altos costos, sistemáticos retrasos en vuelos con impacto en todo el país, creciente inseguridad…

Frente a ese escenario, el gobierno López Obrador está intentando un sistema coordinado metropolitano con tres aeropuertos: el capitalino, Toluca y el nuevo de Santa Lucía. Pero la presión del tiempo desborda las capacidades oficiales. Se trata de la misma fórmula que a principios del sexenio propuso (en carta confidencial y manuscrita) el empresario Carlos Slim, pero pensando en la terminal aérea de Texcoco. 

Toda esta efervescencia está nutrida en el campo gremial por una pugna sobre quién controlará el futuro aeropuerto de Santa Lucía, el Seneam (la agencia oficial de la SCT) o el Ejército, al grado de que se prevé que los civiles administren una pista y los militares otra. Una solución no salomónica, sino peligrosa. 

Para acabar de aderezar este panorama, el sindicato de controladores de tráfico aéreo  (Sinacta) ha entrado en ebullición y sus dirigentes mantienen una tensión permanente con funcionarios del Seneam, a los que hojas volantes y pliegos de denuncias acusan de hostigamiento y nepotismo; de endurecer las condiciones de trabajo y alargar horarios,  con riesgo para la seguridad de pasajeros, aeronaves y el sistema aeroportuario.

Apuntes: Por si hicieran falta problemas al sector salud,  el pasado martes un colaborador de Alfonso Romo, jefe de la Oficina de la Presidencia, atrajo una crisis para el secretario del ramo, Jorge Alcocer. Se trató de Héctor Guerrero Herrera, quien con el puesto de “subjefe de Vinculación del Sector Privado” en la Presidencia, y armado de una somnífera presentación power point, se permitió la vanidad de citar a medio centenar de funcionarios, empresarios y otros personajes en un salón de la secretaría, sin que su titular estuviera enterado. Se dejó correr la especie de que Alcocer atendería directamente los planteamientos. Al no acudir provocó que muchos se dijeran desairados. Por guardar las formas no se pudo revelar que todo fue una ocurrencia del señor Guerrero. (rockroberto@gmail.com). 

 

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Roberto Rock
Periodista de temas políticos, egresado de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Fue director editorial de El Universal y actualmente es columnista y director general del grupo La Silla Rota y vicepresidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Coautor de libros diversos como Zócalo Rojo.