Échele ganitas

  • Alejandra Fonseca
Las patrullas de vialidad parece que se esconden.

En la ciudad de México (CDMX) en horas pico en avenidas amplias y rápidas, los que saben manejar allá, que no es fácil, si tienen la oportunidad de cambiarse de un carril a otro, sin afectar el flujo del tráfico ni a los coches de atrás o de a lado, lo hacen de inmediato y sin direccional. En Puebla y Cholula, en las mismas circunstancias --horas pico en avenidas amplias y rápidas como la Atlixcáyotl-- los agentes de vialidad se estremecen que alguien maneje de esa manera. Estoy segura que ellos no podrían realizar esas maniobras.

Las patrullas de vialidad parece que se esconden pero no pueden infraccionar si se les demuestra tal cosa, pero de todas maneras tratan de pasar desapercibidos para que, cualquier cosa que se les ocurra, sea causal de multa.

Sucedió que un automóvil con placas de la CDMX en la vía Atlixcáyotl en hora pico, iba delante de mí y realizó la maniobra que les he comentado. Se me hizo fantástica porque tienes que ser muy hábil, tener muy bien medida la velocidad de cinco coches: el de delante y detrás de ti, del de delante y detrás del carril al que vas a ingresar y desde luego el tuyo. ¡Sólo los muy diestros --y siniestros—pueden, y al lograrlo, desaparecen en el horizonte!

En mi fascinación por la maniobra de una joven piloto, no vi de dónde salió la patrulla de vialidad de Cholula que se le emparejó y le señaló el lado extremo derecho de la avenida. Por pura metiche me estacioné detrás de ellos y me bajé del auto para checar mi llanta.

--Señorita, hizo usted una maniobra indebida sin poner direccional. Permítame su licencia y su tarjeta de circulación.

La chica sin inmutarse las sacó y las entregó al oficial.

--¿Sabe usted de cuánto es la multa?

La muchacha sin mencionar palabra, subió ambos hombros y movió la cabeza en negativo.

--¡Es muy alta!, -y sin pena añadió el oficial-, dígame cómo nos arreglamos.

La joven buscó en su bolso, sacó su monedero, señaló un billete de cincuenta pesos y dijo con indiferencia:

--Es lo único que traigo.

--¡Baje el billete!, dijo el funcionario mirando alrededor para no evidenciar el arreglo.

--Es lo único que traigo, reafirmó cortante la chica mirando al frente.

--¡Échele ganitas!, dijo el funcionario como repitiendo un mantra.    

--Es lo único que traigo, corroboró la muchacha sin atisbo alguno.

El funcionario, por debajo de la ventana, tomó el billete a la vez de entregar los documentos a la joven quien, sin desconcentrarse, muy obediente con el: “échele ganitas” volvió al veloz flujo de autos, repitiendo una y mil veces su hazaña, dejándome fascinada en múltiples ocasiones.

Todo por cincuenta pesitos.

 

alefonse@hotmail.com

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes