Clientelismo

  • Víctor Reynoso
La buena política social no es la que mantiene a los pobres bien alimentados.

Víctor Reynoso

Profesor de la UDLAP

El clientelismo es una relación de intercambio político. Se caracteriza por ser informal (no está normada por ninguna ley) y desigual (por un lado está el “patrón” y por otro los “clientes”, y ambos cuentan con recursos de muy distinto tipo). Ha sido tema de este sexenio. Por un lado, porque el presidente López Obrador ha declarado varias veces que el dar dinero directamente a los beneficiados, sin pasar por organizaciones, significa el fin el clientelismo. Por otro, porque los críticos del presidente han señalado que la forma y fondo de su política social es clientelar.

En los dos argumentos hay algo de razón. Parece claro que muchos recursos que se entregaban a organizaciones, sean de la burocracia oficial o de la sociedad civil, eran entregados a cambio de favores. El “patrón” otorgaba el recurso, y pedía a los “clientes”, casi siempre, apoyo político. Votos, en última instancia, pero también presencia en mítines, manifestaciones y otras actividades.

Lo ideal es que se haga un análisis de los casos donde esto sucede, y que se corrija. Donde los recursos son bien distribuidos, y donde las organizaciones juegan un papel positivo, deberían conservarse. Claro hacer este análisis es costoso en términos de dinero y tiempo, y para el actual gobierno ambos, dinero y tiempo, son recursos muy escasos. Quiere hacer las cosas a bajo precio y ya.

Las críticas al presidente también tienen su fundamento. Él mismo dijo en su informe que cada cinco de diez familias están recibiendo apoyo directo del gobierno, a través de distintos programas. Los beneficiados suman varias decenas de millones.

Se trata de recursos públicos, no de recursos del presidente. Pero muy probablemente quienes los reciben se sientan comprometidos con el jefe del Ejecutivo. Que, a cambio de recibir ese favor, y para seguir recibiéndolo, deben votar por él y por su partido.

Se trataría de un clientelismo macro, a nivel nacional. Una situación que garantizaría la permanencia en el poder de una persona y su grupo. Y por malas razones. No es que repartir dinero en efectivo esté mal en cualquier situación. Pero como principal y casi única política social, no llevará el país al desarrollo.

Los pobres no son mascotas. Son personas con capacidad de ser responsables y creativos. Sin duda debe apoyárseles, pero para que sean capaces de responder a las distintas exigencias de la vida social. La buena política social no es la que mantiene a los pobres bien alimentados y dependientes del gobierno, sino la que les da las condiciones para desarrollarse como personas autónomas.

Parece estar claro, además, que la mejor política social no funciona si no hay crecimiento económico. Aun un programa noble, que además de dar recursos a los jóvenes los capacita en el mundo del trabajo, no tiene sentido si no hay empleos suficientes y adecuados para estos jóvenes.

Como tantos otros, este es un tema a observar. Ojalá el presidente tenga razón, y estemos ante el fin o la disminución sustancial del clientelismo. Ojalá estas políticas sociales contribuyan al desarrollo pleno de los pobres. Ojalá sus críticos se equivoquen, y no se estén creando condiciones para que ciudadanos pasivos apoyen acríticamente a quien les da dádivas.

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Víctor Reynoso

El profesor universitario en la Universidad de las Américas - Puebla. Es licenciado en sociología por la UNAM y doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología por El Colegio de México.