La arena de los ciclos

  • Juan Martín López Calva
Como si se volteara un reloj de arena, cada agosto reinicia un nuevo ciclo de esta caída

La arena de los ciclos es la misma 

e infinita es la historia de la arena; 

así, bajo tus dichas o tu pena, 

la invulnerable eternidad se abisma.

No se detiene nunca la caída 

yo me desangro, no el cristal. El rito 

de decantar la arena es infinito 

y con la arena se nos va la vida.

En los minutos de la arena creo 

sentir el tiempo cósmico: la historia 

que encierra en sus espejos la memoria 

o que ha disuelto el mágico Leteo. 

Todo lo arrastra y pierde este incansable 

hilo sutil de arena numerosa. 

No he de salvarme yo, fortuita cosa 

de tiempo, que es materia deleznable

Jorge Luis Borges. Reloj de arena.

https://culturacolectiva.com/letras/5-poemas-de-jorge-luis-borges-para-entender-que-todo-es-tiempo-presente

Tal vez en ninguna otra profesión se viva con tanta claridad el inevitable fluir de este reloj de arena que es la vida de  cada persona, la historia de una comunidad y la Historia con mayúsculas de la humanidad toda como en la docencia.

Como si se volteara un reloj de arena, cada agosto reinicia un nuevo ciclo de esta caída que no se detiene nunca. Cada nuevo año escolar vuelve a iniciarse el rito de decantar la arena, ese rito que es infinito y en el que caemos en la cuenta, a veces, de que con la arena se nos va la vida.

Nos desangramos nosotros, no el cristal en esa caída interminable de pequeños granos, casi polvo, que se desplazan hacia abajo en un fluir constante hacia un final que aparentemente termina en el vacío, hasta que vuelve a darse vuelta el reloj y comienza nuevamente el conteo regresivo.

Muchos profesores miran solamente que la arena de los ciclos es la misma y van adaptando su ritmo de vida a esta continua repetición de la caída de cada hora, cada día, cada mes, cada ciclo escolar, hasta llegar el ansiado día de la jubilación en la que creen tener una oportunidad para empezar realmente una vida acorde con sus inquietudes y sus pasiones profundas…o simplemente con sus ganas de liberarse del yugo que implica este fluir del incansable hilo sutil de arena numerosa.

Son los maestros que asumen ese correr cíclico del tiempo como una condena que todo lo arrastra y lo pierde en un proceso de deterioro en el que no pueden salvarse del tiempo que es materia deleznable.

Pero hay otros docentes que son capaces de descubrir que aunque la arena de los ciclos sea la misma, la historia de la arena es infinita y puede encontrarse bajo las dichas o las penas cotidianas la invulnerable eternidad que nos trasciende y en la que podemos encontrar posibilidades de trascender.

Esos son los verdaderos educadores. Los que pueden sentir el tiempo cósmico en los minutos grises y repetitivos de la arena. Aquellos que pueden descubrir la historia que encierra en sus espejos la memoria y asumirse como actores protagonistas de esa historia, capaces de co-escribirla y hacer que sus estudiantes se sumen a esta escritura individual, social y colectiva.                           

Mirar el río hecho de tiempo y agua 

y recordar que el tiempo es otro río, 

saber que nos perdemos como el río 

y que los rostros pasan como el agua…

…Ver en el día o en el año un símbolo 

de los días del hombre y de sus años, 

convertir el ultraje de los años 

en una música, un rumor y un símbolo… 

Jorge Luis Borges. Arte poética.

https://culturacolectiva.com/letras/5-poemas-de-jorge-luis-borges-para-entender-que-todo-es-tiempo-presente

Esos educadores están continuamente alimentando y reconstruyendo su vocación, redescubriendo el llamado de la práctica para contribuir a la formación y la transformación del mundo a partir de la formación y la transformación de cada niño, adolescente o joven que es un actor pequeño pero esencial e irremplazable del drama de la humanidad en la historia.

Son los docentes que asumen este rito y esta rutina del paso del tiempo, que miran el río hecho de tiempo y agua y saben que el tiempo es otro río y que nosotros nos perdemos como el río y que los rostros –cada grupo de nuevos rostros en cada nuevo ciclo escolar- pasan como el agua, pero al mismo tiempo son capaces de ver en el día o en el año un símbolo de los días del hombre y de sus años, de su vocación y deseo de infinito a pesar de su realidad finita y pueden con su diario compromiso convertir el ultraje de los años en una música, un rumor y un símbolo.

Hoy regresan a clases alrededor de 34 millones y medio de niños, adolescentes y jóvenes que serán recibidos por más de 2 millones de profesores a lo largo y ancho del territorio nacional. Ojalá esta repetición de los ciclos de la arena sea convertida por muchos maestros con vocación auténtica en música de encuentro, rumor de esperanza y símbolo de crecimiento para poder construir un mejor país y una mejor humanidad.


Datos tomados del artículo del Dr. Manuel Gil Antón. Diamantina en la escuela mexicana que puede encontrarse en: https://www.eluniversal.com.mx/opinion/manuel-gil-anton/diamantina-en-la-escuela-mexicana

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Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).