Más vidrios rotos, menos mujeres muertas

  • Oscar Barrera Sánchez
Aun cuando la violencia contra las mujeres es estructural en todas las naciones del mundo

La manifestación convocada por varios colectivos feministas el viernes pasado, 16 de agosto, en la Ciudad de México fue una muestra del hartazgo del ejercicio de poder que el orden patriarcal, expresado en los ámbitos políticos, sociales, económicos y culturales han desarrollado a lo largo de la historia en México y el mundo.

Según la Organización de las Naciones Unidas, “[…] por violencia contra la mujer se entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”.

Aun cuando la violencia contra las mujeres es estructural en todas las naciones del mundo, la situación que se vive en México en brutal. No ha existido mejora en la seguridad de las mujeres en ninguno de los últimos gobiernos, independientemente del partido político en el poder. Asimismo, algunas instituciones académicas y laborales en las que el acoso, el abuso y la violencia sexual se habían invisibilizado y normalizado, ahora salen a flote.

Mientras tanto, las autoridades de los diversos gobiernos municipales, estatales y federal no han estado a la altura de las necesidades, por no decir que algunos de sus agentes han sido participes de la violencia contra las mujeres, entre otras violaciones de los derechos humanos.

No era para menos la reacción que tuvieron las participantes en la manifestación de la Ciudad de México. Sus demandas eran totalmente legítimas ante la actuación tibia de las autoridades locales y federales ante una problemática de inseguridad de ellas por el sólo hecho de ser mujeres. No basta para las buenas conciencias que diariamente en México se presenten tres feminicidios diariamente y más de 50 violaciones a mujeres y, que en 2018, fueran asesinadas 3 663 mujeres por el sólo hecho de serlo. Además, en lo que corresponde a los asesinatos de niñas y adolescentes, en 2015 se cometieron 50, mientras el año pasado la cifra se elevó a 86.

No puede existir una verdadera democracia, república y transformación si las condiciones de vida de las mujeres, de todas las clases sociales, edades, orientaciones sexuales, salud, discapacidad, origen étnico, entre otras, son aseguradas y garantizadas

¿Importa más un cristal, una pared, un monumento que la vida de una mujer? Entonces, porque las reacciones de medios de comunicación, líderes de opinión, diversos grupos sociales y usuarios de redes sociales para criminalizar la protesta feminista. ¿Por qué tanto dolor de la sociedad por las pintas que se hicieron en la columna de la Independencia, cuando es el lugar al que van a orinar los hombres cada que el patriotismo pambolero promovido por los mismos medios y organismos que critican los graffiti?

Ninguna lucha digna y legítima, estructural, se ha ganado con solicitudes, con buenos modales y esperando la respuesta de gobiernos que, de manera clara, no han hecho nada por mejorar las condiciones y la calidad de vida de las mujeres. Por el contrario, la participación de integrantes de las policías y el ejército en actos de violencia contra las mujeres, así como la omisión de las autoridades gubernamentales que revictimizan a quienes han sufrido un ultraje; la protección del sindicalismo a trabajadores y académicos que acosan y abusan de mujeres estudiantes y trabajadoras, gobiernos que prohíben o dirigen cómo debe vestir una mujer; administradores de justicia que las  denigran en interrogatorios que reproducen que ellas provocaron la agresión sufrida, o; de forma absurda, simplemente se les pierden las pruebas. Estos son algunos ejemplo del porque la reacción de las mujeres el viernes en la manifestación en la Ciudad de México. ¿Falta algo más para indignarse?   

Esperemos que la Revolución de la diamantina rosa se extienda por todo el país, las exigencias continúen; que se impulse la noción de que violar o asesinar a una mujer por el hecho de serlo, comienza en casa con la ideología de la princesas y los héroes; con hipersexualización temprana promovida por los medios de comunicación, la publicidad y el marketing; con coartar los derechos sexuales y reproductivos de las niñas, las adolescentes y las mujeres en general; con la violencia en casa y la invisibilización o cosificación de las mujeres en los piropos, el reguetón y otras expresiones culturales; en los bajos salarios de las ellas, desde el trabajo en el hogar hasta los puestos de decisión en empresas y gobiernos; en el olvido de las adultas mayores, entre otros fenómenos que el patriarcado se ha encargado de normalizar, de cotidianizar.

No importa cuántos hombres seamos rociados con diamantina rosa; cuantos vidrios, paredes y monumentos históricos sean destruidos o pintados; no importa cuántos autos particulares o de transporte público sean incendiados: ninguna cosa vale tanto como la garantía de que cada mujer viva de manera plena y segura, en el ejercicio de sus derechos y libertades.

Picaporte

No hace falta que “alguien” quiera debilitar al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), su historia lo desacredita.

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Oscar Barrera Sánchez

Doctor en Ciencias Sociales y Políticas por la UIA. Comunicador y filósofo por la UNAM y teólogo por la UCLG.