Encierro y reclusión, cuando trabajar se convierte en castigo y designación

  • Lucero Hernández
Los primeros migrantes explotados laboralmente en Líbano

Las historias son así: el ideal es trabajar, formar parte del mercado laboral; unos, fuera de su país si lo que buscan es mejorar sus condiciones de vida y la de sus familiares; otros, por formar parte del motor económico y sentirse útiles, pero ya están designados sus caminos y están fuera del trabajo remunerado.

Los primeros migrantes explotados laboralmente en Líbano; los segundos excluidos separados de la Población Económicamente Activa en México. Los une el hartazgo, la desesperación, y en ocasiones la resignación de que es el único camino de vida.

Sabine es de Camerún. Ahí fue reclutada por una agencia de camareras de Líbano que le ofreció un buen trabajo con buen salario para laborar como ama de casa para una persona, allá la legalizarían y con ese ideal decidió aceptar. Pasó años en Líbano, donde fue reducida a la esclavitud.

Mujeres originarias de Etiopía, Kenia, Costa de Marfil, Camerún, Sudán, Sri Lanka, Filipinas y Bangladesh engrosan las cifras de esclavitud laboral en Líbano mediante el sistema de kafala o patrocinio, que consiste en que la residencia legal de las migrantes dependa de que tengan una relación contractual. No pueden cambiar de empleador sin el permiso de su patrón, en otras palabras, tienen un dueño que maneja su situación legal y con ello se abre una puerta a abusos y explotación.

Apenas en abril de este año Amnistía Internacional denunció el tema mediante la publicación del informe: “su casa es mi prisión: explotación de las trabajadoras domésticas migrantes en Líbano”, que advierte de graves abusos contra derechos humanos que sufren a manos de sus empleadores las personas migrantes.

Desde largas jornadas de trabajo. Negar días de descanso, reducción del sueldo, restricción de su libertad de circulación y comunicación, privación de alimentos, insultos y malos tratos físicos, además de negarles la atención de la salud, son los abusos que relataron mujeres a Amnistía Internacional en un tema que apenas se está revisando en la legislatura laboral de Líbano.

Nada alejado de los historias de migrantes en otras partes del mundo, incluyendo México; los migrantes se han convertido en “mercancía perfecta” para abusos laborales, ante su precaria condición jurídica.

Sabine es una de estas historias que integran el documental Chez Jolie Coiffure, el cual forma parte de la Muestra Internacional de Cine con Perspectiva de Género (MIC Género) este sábado 24 a las 19 horas en la Cinemateca Luis Buñuel.

De la ventana de los explotados laboralmente, también se encuentran los excluidos, personas que viven dentro de un contexto social que les impide integrarse al mercado laboral, y que generalmente hacen el trabajo no remunerado: se hacen cargo de los niños pequeños, enfermos o ancianos, o tienen algún familiar que les prohíbe trabajar, hay ocasiones que presentan algún impedimento físico.

De cada 10 excluidos laboralmente, 8 son mujeres y el tamaño de esta población crece mucho más rápido que la desocupación laboral. Algunos tienen interés aún de integrarse al mercado laboral, otros ya no al pensar que “no tienen posibilidades”. Por ellos y ellas ya han decidido y su camino está en el trabajo no remunerado, aquel que sí importa pero que no vale. En ambos escenarios se conjuntan dos temas: en su mayoría son mujeres que se encuentran atrapadas en un trabajo no bien remunerado, o en ocasiones, sin pago. Uno desde el extremo Oriente y el otro en América.

  • Lucero Hernández García. Periodista y especialista en medios digitales. Editora general de Datamos.com.mx, periódico digital. Contacto en @Luz_HernandezG.

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