Estados Unidos: racismo y crisis

  • Oscar Barrera Sánchez
¿Ese es el gobierno que juzga cuál nación es democrática y cuál no y después invadirlas?

El atentado contra la población latina y, particularmente, la mexicana, en el Paso, Texas, el pasado 3 de agosto, no es un acto aislado en el que Patrick Crusius tuviera un desorden mental que lo llevara a asesinar a un número importante de personas, en el crimen racial más grande en la era moderna en Estados Unidos contra la población latinoamericana.

Los casi cuarenta asesinados y el medio centenar de heridos el fin de semana pasado en varias ciudades norteamericanas saca a flote la esencia de un gobierno racista y fascista, como lo es el Donald Trump, que incita constantemente al odio y la violencia contra migrantes de nacionalidades pobres. Sin embargo, este tipo de actos no sólo da cuenta de la criminalización de la migración por parte del gobierno estadounidense, sino de una sociedad cómplice y participante de forma directa e indirecta en este tipo de actos. El pueblo de los Estados Unidos ha solapado estos actos brutales contra los migrantes y en algunos casos han sido ellos quienes han servido como operadores de las políticas del fascismo de Trump.

Cabe preguntarse, ¿cómo ejerce la soberanía (la que fue para Alexis de Tocqueville la democracia más importante del mundo) el pueblo de los Estados Unidos?, ¿cómo es posible que ese pueblo permita la continuidad de un gobierno que actúa de la manera menos democrática y que, incluso, lleva a su propia crisis económica, social y política?

No es con pancartas y consignas como se exige a un autoritario mandatario que la misma nación norteamericana eligió y que puede reelegirse. ¿Esa es la democracia que tanto se cacarea?, ¿ese es el gobierno que juzga cuál nación es democrática y cuál no y después invadirlas?

Quizá en este momento de la historia nos estamos enfrentando a reconocer los límites de la democracia y, por lo tanto, a vislumbrar nuevas formas de gobierno que, aunque tengan un amplio respaldo popular al momento de la elección de representantes, estos no favorezcan la calidad y las buenas prácticas de gobierno y económicas. Del mismo modo, se debe vislumbrar una posibilidad de gobierno que, sin mecanismos electorales y elecciones directas y continuas de representantes, generen mejores condiciones de vida en los gobernados.

Asimismo, nos estamos enfrentamos a Estados de ultraderecha, fascistas, como el norteamericano que, con sus políticas están poniendo a su propia nación en una crisis interna y de carácter global. Como siempre, quienes resultan perdedores de las estructuras políticas, ideológicas, culturales y económicas de gobiernos y pueblos autoritarios son sus poblaciones más vulnerables, quienes son considerados diferentes y los otros pueblos, sobre todo los más pobres.    

Ejemplo de esta disputa racista es la pugna de los Estados Unidos con el gobierno Chino, quien, con la devaluación del yuan a un histórico de hace 11 años, pone en riesgo la economía estadounidense, pero también las de todo el mundo, sobre todo las que tienen una alta dependencia del dólar.

¿Hasta dónde puede llegar el obstinado fascista, capitalista, nacionalista Estado norteamericano?, ¿cómo es posible que el mismo racismo que asesina latinos en las calles de las ciudades estadounidenses, es el mismo que puede poner en riesgo las economías del mundo?

Estados Unidos fue el sueño para muchos; significó el anhelo de democracia y libertad. Sin embargo, hoy es uno de los grandes flagelos de la humanidad. Ese azote para todo ser humano, es nuestro vecino, desafortunadamente. “México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos.

 

Picaporte

Guardia nacional, legislaciones que prohíben la protesta social, periodistas asesinados, violaciones de derechos humanos… claro que hay una transformación en México, ¿para dónde va? Ojalá no sea en un monstruo. 

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Oscar Barrera Sánchez

Doctor en Ciencias Sociales y Políticas por la UIA. Comunicador y filósofo por la UNAM y teólogo por la UCLG.