De acuerdo a los estereotipos que determina la sociedad, algo que es primordial como parte del desarrollo humano, es el estímulo que se lleva a cabo para potencializar el coeficiente intelectual, contemplando esto como un símbolo de inteligencia y garantía de tener éxito, sin embargo, la ciencia debe de complementarse con el empleo de la inteligencia emocional, la ciencia no explica de manera contundente el arte de las emociones ya que aplica de modo distinto para todas las personas, atribuyendo el sentido de estas según las experiencias con las que se relacionen.

Es de vital importancia comprender a la inteligencia emocional como una capacidad que se puede utilizar como recurso para una mejora continua, las destrezas cognitivas favorecen la calidad del pensamiento, las destrezas técnicas nos ayudan a entender la funcionalidad de las actividades que se realizan y las destrezas emocionales son las que nos van a permitir que se entienda nuestro sentir de una manera efectiva, nos facilitará entendernos como personas, comprender nuestros impulsos y saber qué es lo que se necesita reforzar como elemento clave de trascendencia.

Desde un punto de vista emocional, la grandeza surge con el conocimiento que se tiene de sí mismo, cuando se aprende a ser honesto (sin justificar hechos), cuando se actúa de modo oportuno (sin perder la calma), cuándo se habla con franqueza existe aceptación, y cuando se piensa con sinceridad existe la reflexión para encontrar las áreas de oportunidad.

Si estamos encasillados a un desarrollo intelectual, nos habituamos a una rutina, a hacer lo que ya se sabe, pocas veces se enfrentan nuevos desafíos que nos den los motivos necesarios para vivir emocionados y apasionados; conocernos nos ayudará a entendernos y regular nuestras emociones, y si podemos entender nuestro ser, podremos entender al resto, las personas que son capaces de razonar sobre su propio comportamiento generalmente son empáticas, confiables y justas; desarrollar habilidades afectivas contribuye a un mayor entendimiento social, a la adaptación al contexto y a un triunfo constante por saber actuar mediante el uso del sentido común, sin dar seguimiento exacto a protocolos establecidos.