¿Se va quedando solo el Presidente?

  • Juan Luis Hernández Avendaño
López Obrador en poco tiempo ha tenido bajas muy importantes en su equipo de gobierno

¿Quién acompaña a López Obrador en su idea de país y de gobierno? ¿qué secretarios de estado están convencidos del Tren Maya, Santa Lucía y Dos Bocas? ¿quiénes en el gobierno secundan a López Obrador en su idea de una política presupuestal radicalmente austera y dirigida a megaproyectos y clientelas para el 2021? ¿es fácil renunciarle a AMLO? ¿está siendo fácil o difícil que su equipo le siga el ritmo?

Como ningún otro Presidente de la historia, López Obrador en poco tiempo ha tenido bajas muy importantes en su equipo de gobierno, siendo Carlos Urzúa la salida con el mayor impacto negativo en la dimensión de certidumbre económica. Lo hemos dicho en estas páginas. El liderazgo de López Obrador es disruptivo, aún para su propio equipo. Si tratamos de evaluar a AMLO con los parámetros de conducta gubernamentales de sus antecesores, estamos en un craso error. López Obrador se distancia de ellos rompiendo lo burocráticamente correcto.

Hasta la fecha han renunciado diez funcionarios de estado entre servidores públicos del gobierno federal y consejeros de órganos autónomos. No parecen haberle quitado el sueño al Presidente. Las renuncias de los secretarios de estado han sido rápidamente cubiertas. El Presidente no ha dejado tiempo para mayor incertidumbre. Así como se baja uno, sube otro casi inmediatamente. El problema de fondo no ese, ni las renuncias ni el corto tiempo en que se han producido.

Germán Martínez renunció alegando que Hacienda era neoliberal y que se metía a recortar los presupuestos de la salud pública. Urzúa, el dueño de la política presupuestal, se va asegurando que hay errores en la política económica, que se toman decisiones sin evidencias importantes y que hay imposición de funcionarios que no saben de la hacienda pública. Asistimos al enfrentamiento clásico entre el político y el técnico.

El político quiere resultados pronto, tiene prisa. AMLO tiene una idea de país y la quiere ver marchando. No me queda duda de que no quiere el gobierno para hacer negocios, quiere al gobierno como mediación para cambiar al país en su forma y en su fondo, sea a través de megaproyectos emblemáticos que atraigan empleos y desarrollo regional, sea a través de cambiar el sentido en la dirección del dinero público, esta vez no para subsidiar a los ricos sino a los de abajo. Para el político la burocracia y el gobierno es un mal necesario. Los necesita pero para asegurar expeditamente que la sociedad, el electorado y, particularmente, los que le siguen, lo sigan apoyando, crean en él, sean sus bases de legitimidad.

El técnico se mueve en otra racionalidad. Necesita más tiempo para todo. Hay que hacer diagnósticos, conseguir datos que le permitan estar claro de un estado del arte de la cuestión. Por lo regular no le es posible acompañar los datos o sueños del político. Mas bien le desilusiona al decirle que no es posible crecer al 4% anual, que hacen falta los impactos ambientales de las obras, que no están dados los permisos x o y, que no hay dinero para todo lo que quiere hacer. El técnico es un aguafiestas para el político.

La renuncia de Urzúa, a diferencia de las anteriores, parece demostrar tres verdades en la 4T: a) el Presidente va solo en su idea de construcción de país, b) se están tomando decisiones de política pública sin sustento, c) no hay un equipo de gobierno armonizado en una idea de gobierno.

El liderazgo hiper personalizado de López Obrador, como el de Trump, parece ir dirigido, sin intermediarios, a sus bases sociales. Como hemos visto en nuestro vecino del norte, las renuncias y los despidos son parte del paisaje en el gobierno trumpista, pero eso no ha impactado ni en la economía ni en los soportes legitimadores para la posible reelección del actual presidente. En México, como no hemos visto tanta volatilidad en la composición de un gobierno federal, hay mucho ruido por las renuncias, pero politizadas y amplificadas por los enemigos de la 4T, que se frotan las manos con cada acontecimiento que parece el signo del fracaso de este gobierno.

Pero los que desean ver a AMLO contra las cuerdas y en la lona, van a tener que esperar. Su presencia y gestión disruptora no necesariamente es caos y problemas. Sólo es diferente a cómo se venían haciendo las cosas en Presidencia, con posibilidades de acertar y errar, de lograr apoyos o disminuirlos. Desde mi perspectiva, el bono de confianza a López Obrador después de 30 años de PRIAN, por parte de un sector social que espera más de él, será de alrededor de dos años. Los tropiezos, crisis y errores están descontados en este periodo de gracia. La clave será si el Presidente tiene ganas de aprender de estos meses de frenéticos acontecimientos. No puede quedarse sólo en su idea de país. Necesita un equipo sólido que le apoye y le acompañe. AMLO ganó la presidencia con base en sus intuiciones políticas. Para gobernar con gobernanza va a necesitar algo más que eso.

*Politólogo, Director del Departamento de Ciencias Sociales de la Ibero Puebla.

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Juan Luis Hernández Avendaño

Politólogo, director general del Medio Universitario de la Universidad Iberoamericana Puebla y profesor-investigador de Ciencias Políticas por la misma institución.