Las barbas de la Cultura

  • Patricio Eufracio Solano
Es verdad que había vicios y “cárteles” (como el de los Palou).

Ha iniciado la transición gubernamental en Puebla. Todo indica que el equipo de mujeres y hombres designados para ello cumplirá con lo prometido en campaña: se barrerá con el pasado.

Para el caso de Turismo y Cultura, en el perfil de la designada, Vanessa Barahona de la Rosa, destaca ser abogada con maestría en Derecho Fiscal. Complementa su CV, la “participación en foros y cursos sobre Transparencia y Asuntos legales”. O sea, que, al parecer, no la tendrán fácil, para encubrir la realidad real de la SCyT, los morenovallistas que aún no habían huido y permanecían agazapados o disfrazados de noebarbosistas en espera de un milagro. “Cuando veas las barbas…”

A partir del domingo anterior, comenzó en Puebla la “Madre de todas las Transiciones gubernamentales”. La diferencia de esta, con la de hace dos años, es que la actual –siguiendo los lineamientos de la 4ª T-, no solo se pretende como “cambio de gobierno”, sino como “cambio de régimen”.

Sin duda, los retos que en Cultura enfrentará el “nuevo régimen” son grandes y variados –verbigracia, la refundación de la SC-, y, de cierto, tardarán en concretarse (al menos hasta el 2020); pero, si hemos de creer en que los cambios se harán, primero debemos tener una palpable “prueba de confianza” que se cumplirá lo prometido. Y, esta, la “prueba de amor” debe otorgarse durante la transición gubernativa y ha de ser contundente: exhibir y denunciar, sin ambigüedades, titubeos o encubrimientos, los hechos y los responsables de la debacle cultural poblana. Y para que no se arguya desconocimiento, va un breve recuento de lo publicado al respecto los pasados meses en esta columna.

1. Degradar a la Cultura. Todo comenzó con Rafael. El diagnóstico que Moreno Valle Rosas tenía sobre la cultura en Puebla era falaz, no obstante, fue la pauta contumaz para degradarla. Es verdad que había vicios y “cárteles” (como el de los Palou), pero se contaban por centenas –y, acaso, miles-, los beneficiarios de los proyectos y programas culturales de los tres órdenes de gobierno, instrumentados tanto en la capital como en el interior del Estado. Lo que no había –al menos no en demasía-, y que fue el sello del morenovallismo, era la banalización de la cultura; el espectáculo “folcloturístico” como finalidad de los procesos culturales; el desprecio por lo artístico originario; la degradación como método; el ninguneo como norma.

En pos de una modernidad cultural de tablaroca, la grandiosidad escenográfica fue credo y mensaje, transmutando a lo ancestral en ícono publicitario momentáneo e intencionado, con la única finalidad de épater le bourgeois. Un ejemplo que pinta de cuerpo entero el ser y sentir que tuvo Rafael hacia la cultura poblana de esa época, fue la instrucción, cumplida a rajatabla durante varios años, de renombrar al Gran Festival de la Atlixquedad, al que concurren las regiones culturales de Puebla, solamente como “Atilxcáyotl”, suprimiendo el “Huey”, porque le “sonaba mal”.

Y fue en este desprecio por lo cultural poblano donde se afincaron los proyectos y programas culturales del morenovallismo, mismos que fueron instrumentados sin empacho ni remordimientos por aquellos que encabezaron las instituciones culturales de ese periodo. Y, sin duda, es esta complaciente complicidad con la degradación cultural la mayor afrenta que a diario nos recuerdan todos aquellos morenovallistas que aún perviven en el aparato estatal y municipal de la cultura poblana; por ello, no deben continuar ni en la Subsecretaría, ni en Museos, ni en Festivales, ni en Patrimonio, ni en el IMACP, etcétera, etcétera. No es nada personal contra Juan o Pedro, es simple y llana congruencia con un cambio de régimen que busca resarcir todo aquello que despanzurraron las dos administraciones estatales anteriores. No olviden los morenovalllistas de hoy, lo que hicieron con los marinistas de antaño; y, bueno, pues es tiempo de los barbosistas y ni modo.

2. Los derroches. La fastuosidad –que significa pletórico de orgullo y soberbia-, tiene como madre a la inconsciencia y como padre al derroche. En términos freudianos también se emparenta con una autoestima inconsistente. El derroche resulta pasmoso si se afinca en los bienes propios, pero mueve al encono cuando se trata de bienes comunes. De ahí que el despilfarro ocurrido durante el morenovallismo nos enerva no solo por lo absurdo, sino, sobre todo, porque los recursos dilapidados eran nuestros y no solo de Rafael y sus cómplices. Pues bien, esto, los caprichosos excesos, es lo que debe investigarse y sancionarse, pero no de forma burda y chabacana en los bienes construidos con ello, sino en la humanidad y fortunas de los responsables de tales acciones; mismos que aún viven y tienen nombre, apellido y certera responsabilidad demostrable en los documentos que avalaron los derroches mismos.

Dicho de otro modo, destruir el inmueble que alberga al Museo Internacional del Barroco, porque costó miles de millones de pesos, es pensar con las tripas. En cambio, sancionar las corruptelas y renegociar las condiciones financieras que actualmente lo sustentan, es pensar con la sesera. Y, sí, está bien que se acuerde cambiar la vocación cultural del inmueble por otra –igualmente cultural y no en oficinas o en el Congreso del Estado-, acción esta que nos permita olvidar su ignominioso nacimiento, pero de ninguna manera condenarlo a la degradación; después de todo, en sí mismo, es un bien cultural de indudable valor arquitectónico. No hagamos lo que Rafael con la obra de talavera de Pedro Ramírez Vázquez: destruirla sin empacho, ni remordimiento. No seamos bárbaros, que para ello ya contamos con los neoliberales, hacinados en los consejos empresariales.

3. La corrupción. Lo horroroso de la corrupción, es la vileza a que obliga.  Después de corromper o de corromperse, no hay vuelta atrás; la dignidad, el orgullo, la entereza, se resquebrajan y no existe poder humano o divino que pueda resarcirlas a su estado inicial. La corrupción, inevitablemente, te emponzoña sin remedio. Se arraiga en tu ser como cualquier vicio y poco a poco te carcome hasta desollarte. Por esto: su poder de envilecimiento, es que debe combatirse con denuedo. Gracias a la corrupción y, su hermanastra, la ambición desmedida, se ha destruido el tejido social de Puebla. Ocho años de vileza han dado al traste con el equilibrio en que vivíamos. No hay excusa que valga ante el cohecho y la degradación corruptiva. Y, no hay que engañarse, tanto las pequeñas como las grandes corruptelas, son igualmente malignas; todas nos roban parte del alma.

Y, en la Cultura, no lo olvidemos, los responsables de la corrupción están aún entre nosotros; aceptaron y aceptan moches y dádivas; vuelven la cara al cielo mientras continúan perpetrándose las transas; contratan amigos inexpertos e “iluminados” para posiciones directivas; aumentan su salario y el de sus protegidos con cinismo; etcétera, etcétera. ¿En cuáles dependencias? En todas las que estén a su alcance corruptor. Se les identifica por su sonrisa plástica y el diamante iridiscente en el colmillo. Se visten Bussines Casual y beben Coke ligth. Son brothies de sus brothies y no caminan fuera del asfalto. No saben de Cultura, pero fingen de maravilla.

Pues bien, si ha de cumplirse la profecía de la 4ª Transformación, es tiempo que las barbas de la cultura se pongan a remojo cuanto antes.

Confiamos en ti Vanessa.

El Lago de los Chismes

1. El Huachi Challenge. La promesa de Luis Miguel Barbosa –respecto de decidir la titularidad de la renaciente Secretaría de Cultura-, es que lo consultaría con la comunidad cultural poblana. Basado en ello, se han intensificado los cónclaves y foros entre los cultos, unos abiertos y otros soterrados; pero de todas las modalidades hasta hoy esgrimidas, la instrumentada por Gerardo Pérez y sus simpatizantes, merece destacarse. Él y sus amigos subieron a la plataforma de Change.org, la petición puntual de proponer a Gerardo como el próximo Secretario de la –algún día-, renaciente SC. A la fecha contabilizan un poco más de un millar de firmantes. La singularidad del asunto destaca tres aspectos: 1. La “legitimidad” supuesta que otorga el método elegido; 2. La invitación velada a todos los demás aspirantes a usar plataformas o métodos similares “libres de influjos malignos”, y, 3. La ingente oportunidad de mostrar el “músculo virtual”, ese que los expertos aseguran, nunca rebasa el 5% de los ciudadanos efectivos de una comunidad dada. ¿Influirá en el ánimo de Luis Miguel?

2. Buenos “cultos” por conocer. La cada día más escabrosa conducción nacional de la Cultura por parte de Alejandra Frausto, debiera mover a la reflexión sobre las posibilidades reales que tendría el sector cultural poblano de ser exitoso en manos de un improvisado o inexperto en la materia. Y no es que Alejandra desconozca por completo del tema, pero, sin duda, le ha quedado muy grande el “traje nacional de la Cultura”. De ahí que no resulten ociosas, ni descartables, las demandas de los cultos poblanos solicitando que a la SC local llegue alguien que realmente sepa y no solo que tenga “muchas ganas de aprender”.

3. Cultura virtual. Uno de los aspectos más sorprendentes del debate en torno a la SC de Puebla, es que se alega, señala y discute sobre algo que no existe. ¡Sí, la Secretaría de Cultura no existe aún!, por lo tanto, no hay estructura, ni proyecto, ni programas, ni recursos. Siendo así –como lo es-, lo que hoy en día tenemos en la realidad –y no en la virtualidad-, son: una Subsecretaría –encabezada por una académica- adscrita a la Secretaría de Turismo (manejada por un “turístico” y no un “cultístico”); un OPD que agrupa a los museos públicos, comandado por un Director general, un Abogado general y un Director general administrativo, con ínfima o inexistente experiencia en Política Pública Cultural, y, una variada gama de Direcciones y Subdirecciones de área, al mando de una variopinta pléyade de conocedores, desconocedores y aprendices. Todo lo anterior viene a cuento porque la realidad real debiera orientarse, creo, a remediar en este 2019 las taras y carencias de aquello que organizacionalmente existe y es verdadero, mediante la simple y sencilla acción de cambiar a los que no saben, por algunos que sí, pues todavía faltan, al menos, 6 meses, si no es que un año, antes que exista la SC. No parece complicado de entender, ¿oh, sí?

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Patricio Eufracio Solano

Es Licenciado en Lenguas y literaturas hispánicas por la UNAM.

Maestro en Letras (Literatura Iberoamericana) por la UNAM.

Y Doctor en Historia por la BUAP.