Administrar los “peces gordos”

  • Juan Luis Hernández Avendaño
Mirar al pasado y escoger un “pez gordo” que sintetice lo odiado del gobierno fenecido

La tradición intersexenal de México dictaba que un nuevo gobierno necesitaba satisfacer las ansias de justicia o de venganza, según se trate, de una sociedad harta de los excesos del gobierno culminado. Joaquín Hernández Galicia, mejor conocido como “La Quina” pasaría a la historia como el chivo expiatorio perfecto. Le sirvió a Salinas para ofrecer un sacrificio en el altar de la corrupción pero, sobre todo, dio un escarmiento a quien no se la jugó en la campaña con él. Mirar al pasado y escoger un “pez gordo” que sintetice lo odiado del gobierno fenecido también apuntala legitimidades del nuevo gobierno y ofrece el espectáculo necesario en medio de las tribulaciones tempranas de la curva de aprendizaje de los nuevos.

Ese ritual parecía tomar otra dirección con la narrativa de un López Obrador perdona- gobiernos, perdona-corruptos y perdona-narcos. La transición prácticamente de terciopelo entre el gobierno saliente y entrante terminó por configurar el imaginario colectivo entre el círculo rojo y el círculo verde en torno a un pacto de impunidad con Peña Nieto y su círculo cercano. Apareció un nubarrón indescriptible en la 4T: el gobierno más corrupto de la historia sería perdonado por el primer gobierno de Morena. A López Obrador no le faltaba razón al afirmar que las cárceles no alcanzarían para albergar a los muy probablemente miles o decenas de miles de corruptos de todos los niveles y rangos.

Pero López Obrador es un político esencialmente disruptor. No se adscribe a una racionalidad determinada. Sostiene algunas ideas fijas de toda la vida pero cambia en el momento menos esperado. Por momentos parece un líder mesiánico y en otras coyunturas actúa pragmáticamente, con una frialdad asombrosa. Sus narrativas diarias y tempraneras ofrecen texto, subtexto y contexto. Una de sus frases favoritas “tenemos otros datos” ofrece un homenaje a la posverdad y reafirma la convicción de que se gobierna con la percepción.

En el contexto, desde el 1 de julio del año pasado, se sostenía en la opinión pública el deseo de llevar a los tribunales a los iconos corruptos del sexenio anterior. El propio AMLO ofreció ponerlo en una consulta, no sólo en la posibilidad de enjuiciar a EPN sino ir más atrás, hasta el villano favorito neoliberal. La prensa nacional ha estado haciendo su trabajo, sobre todo el diario Reforma, quien no suelta a Lozoya y todos los días aparecen datos, investigaciones, evidencias que reafirman el saqueo, el robo institucional, el debilitamiento institucional, la kakistocracia.

Pero la mano del nuevo gobierno ha comenzado a aparecer con la filtración de algunos aspectos de tales investigaciones. López Obrador parece estar administrando el llevar a los jueces a los peces gordos peñanietistas, incluido el propio ex presidente. El gobierno de Estados Unidos parece estar en la misma línea y ya anuncia investigaciones contra EPN y su círculo más próximo.

López Obrador es un experto de coyunturas. Lee y olfatea cómo dominar el campo simbólico, con qué agenda entretener a comentócratas y opinión pública. Sabe perfectamente que su gobierno tendrá muchos tropezones, errores simples y graves, posiciones que movilizarán a sus adversarios y los que se han erigido en opositores. Y para todas esas perspectivas tendrá en el armario los expedientes que le ayuden a satisfacer la necesidad de justicia, el placer de ver a los que saquearon al país en donde merecen estar.

La 4T es una caja de pandora en sí misma. No cabe duda que hacer cuentas con el pasado implica trabajo institucional, tiempo y dinero. López Obrador no parecía estar dispuesto a quedar atrapado en ese proceso de rendición de cuentas. Pero lo va a necesitar, tanto para sus condiciones de legitimidad como para tender cortinas de humo. Pero si Lozoya y otros perfiles gordos del peñanietismo no pisan la cárcel, el nuevo gobierno habrá tenido una derrota estrepitosa, tanto en su narrativa como en lo que pudiera estar emprendiendo de nuevo. Probablemente por eso, por los vaivenes de la justicia, por los campos capturados del poder judicial, por la ineficiencia e ineficacia del ministerio público federal, por todas esas razones parece que AMLO no estaba tan convencido de transitar el camino del “quinazo”,

Pero ya se dio el primer paso. Ya está en la agenda pública. Por ahora parecen administrados los casos. Pero la bomba aún no estalla. ¿Sucederá lo mismo en la 4T en Puebla con el morenovallismo?

*Politólogo, Director del Departamento de Ciencias Sociales de la Ibero Puebla.

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Juan Luis Hernández Avendaño

Politólogo, director general del Medio Universitario de la Universidad Iberoamericana Puebla y profesor-investigador de Ciencias Políticas por la misma institución.