Pasos en pro de una nueva gobernanza democrática

  • Samuel Tovar Ruiz
Desde luego, tal acto no es sólo de mero trámite, sino un acto previsto y regulado

Para el día de mañana 13 de junio se tiene prevista la entrega de la <<constancia de mayoría>> a favor del ya nuevo gobernador: Luis Miguel Barbosa. Desde luego, tal acto no es sólo de mero trámite, sino un acto previsto y regulado por la correspondiente ley electoral, que, por tanto, perfecciona jurídica y políticamente el resultado del pasado día dos de junio, fecha en que fue proclamado vencedor de los comicios celebrados para elegir gobernador del estado de Puebla al abanderado de MORENA.  Luego, entonces, el día de mañana, mediante el documento que emitirá  el INE, autoridad electoral competente en los comicios de ese día 13, se simboliza, en efecto, por un lado, formalmente, la  nueva victoria electoral MORENA.  Y, por otro, un paso más en la no fácil construcción de una <<nueva hegemonía>> política democrática al interior del sistema político mexicano.  Lo cual no es poca cosa, sino se trata de un verdadero <<nuevo bloque de poder>> que histórica y socialmente viene de largo, pero que en términos electorales por lo pronto para Puebla y los Poblanos son el ya memorable 1º de julio del 2018, y ahora el dos de junio del 2019.

En este orden de ideas, es importante acotar que, en efecto, si bien la “batalla electoral” ya ha quedado atrás, sus secuelas aun prosiguen durante un buen tiempo.  Pero justamente esa <<Constancia Oficial de Mayoría>> no deja de contribuir a rubricar la conclusión del proceso electoral predicho.  También habría que decir que la lógica electoral no deja de presentar especificidades que no pueden sino tomarse muy en cuenta, en efecto, en ella generalmente predomina, en lugar de la esencia, el efecto, la llamada “epidermis” del  “parecer” (el terreno de lo aparente más que lo sustancial de lo que se dice y hace en términos electorales.  La inmediatez de los acontecimientos y de los efectos marcan más de cerca la voz cantante del curso de las dinámicas y comportamientos electorales) de las posiciones, acciones y actores que allí moran.  Tal dinámica, entonces, si bien, de cara al futuro, no deja de tener repercusiones en otros órdenes, es, empero, esencialmente distinta de aquella o aquellas que siguen en la serie de un proceso político como el que se detonó a partir del dos de junio del año en curso, en Puebla, o antes, desde el 1º de julio del 2018.   Estos procesos, entonces, no son otros sino los que tienen que ver con actos de gobierno y administración.  Así, mientras las hondas electorales generalmente son cortas cuando mucho de mediano plazo, las de gobierno y administración son, en efecto, cortas, pero también y de manera fundamental, medianas y largas.   Pero, además, a diferencia de las acciones electorales, no son sólo regulativas, retóricas de efectos inmediatos y de pronóstico evaluativo efectual, sino además constitutivas, propositivas, evaluativas: intenso-extensivas, incluso, de efectos terminales y desde luego sancionadoras y  punitivas; es decir, las acciones de gobierno y administración conllevan las calidades de las acciones electorales pero además las perfeccionan, les dan una especie de toque final, mientras pueden preparar otras; es decir, también son de tracto sucesivo.   Por tanto, mientras en la acción electoral lo que predomina es la prudencia retórica, impresionista, de efectos inmediatos; en las acciones de gobierno lo que más marca la pauta es el comportamiento notablemente prudencial, la retórica justificatoria calculada y desde luego la disposición extraordinaria de grandes acervos de poder y saber, conocimiento, y experiencia diversa.  Así la dinámica de la administración y de gobierno si bien no deja de ser asistida por la retórica y la persuasión, fundamentalmente es la prudencia en las aplicación de experiencias, recursos materiales, conocimientos, destrezas, capacidades, habilidades, dominios, disciplinas con vistas a resultados mediante programas o planes de acción administrativa o de gobierno, que responden casi siempre a intereses dispuestos estratégicamente en un aquí y ahora concretos de una administración y gobierno específicos.

Lo anterior pone de manifiesto que quienes son protagonistas en el acto electoral, no siempre son protagonistas, a pesar de sus buenos deseos, de los actos de administración  y gobierno.  En ese sentido, hay muchas experiencias o ejemplos de quienes son buenos actores como “paladines” electorales, luego no lo son en el ámbito administrativo y de gobierno y así pronto se revelan como pésimos administradores o responsables de dinámicas institucionales de gobiernos fallidos, en efecto.  Estos ejemplos, sin embargo, no son una regla, pues hay, también, muchos ejemplos de quienes destacan en el plano electoral, y luego también hacen lo propio al frente de dinámicas de administración y gobierno.  Empero, el problema ahí está planteado. La selección de un co-gobernante de máximo nivel o subalterno o de un buen administrador, no es en automático, ni mucho menos es sencilla, sino requiere una percepción, por decirlo así, un olfato además de muy perspicaz y agudo, muy sutil, de gran fuelle y hondura.  Cuatro , según mi calculo,  son los elementos que hay que tomar en cuenta, en esta nueva dinámica: a) experiencia en dinámicas diversas de gobierno y administración, b) buen reservorio de saber técnico y científico en una o varias áreas de la administración o gobierno de que se trate, c) capacidad de entendimiento de la interacción de servicio con el gobernado o administrado, haciendo sentir a éste, sobre todo, en una práctica democrática, que la oficina o servicio no le es ajeno, sino extensión de las exigencias que como ser humano integral, pleno,  le son propias,  finalmente, d) una buena dotación de sentido común para apegarse a un específico estilo de gobierno,  o a un programa maestro o directorio general de un régimen de administración y de gobierno.  Aquí es muy importante la responsabilidad ética que se asuma en base a ese programa: la seriedad, el respeto irrestricto al otro (hombre o mujer), la honestidad, la honorabilidad, el carácter incorruptible, la rectitud, la sensibilidad democrática, la convicción íntima respecto a  valores de justicia, equidad e imparcialidad, solidaridad, máxima legalidad o negación frontal de la impunidad.

Las anteriores líneas ojalá sirvan a quién o quiénes habrán de tomar la delicada decisión de seleccionar personas idóneas, para la delicada tarea de hacer realidad un programa o proyecto de gran trascendencia para el Pueblo de Puebla y de México: el de la <<Cuarta Transformación>>.  MORENA, MEXICO y PUEBLA exigen un gran esfuerzo para saborear las <<reales mieles>> de un merecido triunfo, de una muy clara victoria.  Y sus responsables deben estar al nivel de esa exigencia, de ese gran reto histórico, democrático y popular.

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