Trump, el extorsionador

  • Juan Luis Hernández Avendaño
Los mexicanos estamos acostumbrados a ella y parece que nos estamos acostumbrando a él

Donald Trump domina el arte de la extorsión. Los mexicanos estamos acostumbrados a ella y parece que nos estamos acostumbrando a él. Trump nos extorsiona porque puede, por la equidistancia entre nuestros países, porque nosotros dejamos hace décadas de construir un país más robusto, porque nuestro vecino del norte quiere reelegirse en la Casa Blanca, porque nosotros somos su blanco favorito y garantía de votos si nos humilla y aplasta, y porque si consigue dominar la percepción de que está ganando la guerra a los migrantes ilegales del sur, tendrá otro periodo presidencial.

La ONU ha reconocido que en la actualidad se mueven por todo el mundo aproximadamente 230 millones de personas por diferentes razones. Esas diásporas humanas se explican por la violencia, la pobreza, el cambio climático, las guerras religiosas o étnicas, la falta de empleos o la represión política. El organismo internacional afirma que hoy esa migración es 30% mayor que hace 20 años. Migrar es el verbo de este siglo y lo seguirá siendo. Otro fenómeno de la migración es que no sólo migran los pobres, también la clase media, los profesionistas, y con ellos, ideas y dinero.

Los fenómenos migratorios actuales son el centro de muchos efectos colaterales en la vida contemporánea. Están provocando cambios poblacionales serios en varios países, reestructuras sociales en otros, movimientos de poder en otros más. A la par que se establecen nuevos guetos poblacionales en países desarrollados, las poblaciones receptoras están respondiendo con miedo, racismo y empoderando a partidos o políticos abiertamente xenófobos y convencidos en que hacer de los migrantes el enemigo público dejará muchos votos.

Trump está siguiendo el guión que en su momento marcara el ideólogo de la derecha norteamericana: Samuel Huntington, en su ensayo titulado ¿Quiénes somos? En él, Huntington advierte que si bien Estados Unidos se ha hecho a través de decenas de oleadas migratorias, éstas terminan asimilándose tarde o temprano al american way of life. Pero le inquieta que sólo una migración, la mexicana, no lo está haciendo. El intelectual norteamericano receló de los hábitos que la migración mexicana suele llevarse con ella y esparcirlos en Estados Unidos. Le preocupaba el empoderamiento cultural, simbólico y social que estaba adquiriendo tal migración. Y por último advertía que si no se ponía un alto a esta migración amenazante, la WASP (la población blanca, anglosajona y protestante) iría perdiendo poder político hasta, eventualmente, enfrentar hacia fines del siglo XXI la pérdida de los territorios ganados a México en la guerra de 1848.

Para algunos en ambos lados de la frontera pareció fantasioso ese escenario. Pero otros se lo tomaron en serio. Trump no ha hecho más que jalar el hilo de esa hipótesis e inmediatamente conectó con quienes vieron sus barrios transformarse, hacerse plurales y oír más seguido el español entre ellos. Defender un tipo de vida, de país o de nación está teniendo excelentes dividendos electorales y, de paso, arrastra un conjunto de políticas orientadas a detener la migración ilegal y lo que viene con ella.

Para el nacionalismo industrial y agrícola de Trump, detener la migración ilegal es fundamental en su proyecto político y cultural. Comprobó que puede extorsionar a México con aranceles si éste no le hace el trabajo sucio en la frontera sur. Como buen patio trasero, siempre le hemos hecho el trabajo sucio a los norteamericanos, salvo raras excepciones. El PRI, el PAN y ahora Morena, nunca han tenido margen de maniobra para arroparse en la bandera nacional y defender la dignidad del país.

Pero esa facilidad para ser extorsionados se explica también por todo lo que hemos dejado de hacer como país. Para empezar, nuestras políticas económicas y sociales no han logrado evitar que cientos de miles de mexicanos sigan aspirando un empleo en Estados Unidos. Al mismo tiempo, nuestro estado débil y capturado, ha provocado que en nuestro territorio sea el crimen organizado el que gestione el paso migrante. Escribí hace dos años que si no deteníamos el avance del estado fallido en México, el día a día de nuestras vidas se organizaría con una ley de sobrevivencia muy simple: sálvese el que pueda.

Organizar la migración ilegal, empadronar a todos los migrantes que quieran entrar por México, evitar que los migrantes sean mercancías de los cárteles, atender a los migrantes de retorno, así como hacer de nuestras fronteras “salas de espera” mientras Estados Unidos decide a quién otorga asilo y a quien no, requiere un estado razonablemente organizado. Y hoy, no lo tenemos. Morena y López Obrador recibieron un entramado institucional atravesado neurálgicamente por la corrupción y la sumisión a los intereses particulares y mafiosos. Cambiarlo no será fácil ni rápido. Muchas de las decisiones primarias del nuevo gobierno no han hecho más que complicar la acción del estado. Sorprende el tiempo de gracia que muchos mexicanos le están dando a la 4T. Pero también estamos observando la poca paciencia que anida en un segmento importante de mexicanos. En los procesos de extorsión, la liga se rompe por lo más débil.

Politólogo, Director del Departamento de Ciencias Sociales de la Ibero Puebla

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Juan Luis Hernández Avendaño

Politólogo, director general del Medio Universitario de la Universidad Iberoamericana Puebla y profesor-investigador de Ciencias Políticas por la misma institución.