Enfermos de violencia

  • Juan Luis Hernández Avendaño
Hay que arrebatar a los criminales el dominio territorial

Puebla y México viven la ola más grave y aguda de violencia en su historia contemporánea. Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, de enero a marzo se registraron 8,493 homicidios dolosos en todo México, un aumento de 9.60% respecto al mismo periodo de 2018. Según la misma fuente, Puebla es el segundo estado donde más se incrementó la incidencia delictiva durante los primeros tres meses de este año, comparados con el mismo periodo de 2018 con 44.7%, porcentaje que supera la media nacional. Así han recibido los actores de la violencia a los nuevos gobiernos de Morena.

En medio de las frías y abstractas cifras el pasado viernes santo un comando criminal masacró a 13 personas en Minatitlán incluido un bebé de un año. En esos días en casi todo el territorio nacional se sucedieron secuestros, extorsiones, asesinatos de toda índole, siendo la mayoría de las víctimas civiles inertes. El crimen organizado en México ha decidido actuar con tácticas terroristas. ¿Y el Estado? El Estado, después de tres lustros de violencia expansiva e irracional, aún no sabe qué hacer.

No está de más recordar que según la ONU, el año pasado Siria y México fuimos los países más violentos del mundo. En efecto, la herencia del régimen del PRIAN a López Obrador en materia de seguridad es un sistemático avance del estado fallido. Ambos partidos en los últimos tres sexenios decidieron vaciar a las instituciones del estado y las convirtieron en territorios para hacer negocio, ganar el gobierno para ganar contratos, ganar el gobierno para privatizar bienes públicos, ganar el gobierno para hacer estafas maestras. En 15 años sacaron a los militares y a los marinos a las calles a procurar seguridad y la inseguridad y los delitos de alto impacto no hicieron más que crecer. Se abdicó desde un principio a la posibilidad de profesionalizar a las policías locales y estatales. Hoy éstas siguen estando a merced de los criminales.

La respuesta de la 4T se ha sostenido en una nueva narrativa: “la guerra se acabó”, “habrá amnistía para narcotraficantes”, “la gente se va a portar bien”, tratando de caminar de un enfoque coercitivo a un enfoque integral donde los empleos y la política social le quiten las bases juveniles a los cárteles. Pero la respuesta de López Obrador a la violencia estúpida que le ha estallado en su primer cuatrimestre de gobierno ha sido la peor respuesta a la primera gran crisis que está enfrentando. Negar las cifras, colocar otras más optimistas, atacar a sus críticos, hostigar a la prensa que le tiene marcaje personal y no pronunciarse y ponerse del lado de las víctimas de Minatitlán sino hasta 48 horas después de lo sucedido, muestra una 4T aturdida, confundida e inoperante. Es obvio que las instituciones podridas no se recuperan en un cuatrimestre y eso lo sabe la opinión pública quien aún le da a AMLO el beneficio de la duda y está esperando que la guardia nacional sea una apuesta positiva. Pero un gobierno que todo el tiempo culpa al pasado y su herencia, parece no estar listo para gobernar.

La violencia en México es el resultado de variables estructurales y coyunturales. Somos vecinos del mayor consumidor de drogas en el mundo, por nuestra frontera norte se hacen los negocios más jugosos de ventas de armas para los cárteles mexicanos, los miles de migrantes que atraviesan nuestro territorio se han convertido en excelentes mercancías, la impunidad y la corrupción siguen siendo la marca del estado mexicano, los gobiernos locales están cruzados de brazos y sólo esperan que el gobierno federal se ocupe. Desde una perspectiva institucional, el estado abandonó a los ciudadanos a su suerte, sálvese el que pueda.

Desde una perspectiva económica, López Obrador tiene razón cuando apunta sus dardos al neoliberalismo. La doctrina neoliberal absolutizó a los mercados y minimizó la capacidad regulatoria de los gobiernos. Hoy los cárteles en México, grandes y chicos, se disputan el país por dinero, poder y dominio territorial. El neoliberalismo explica muy bien el negocio de las drogas a nivel mundial. Pero en México y Puebla además hay trata de personas, secuestros, extorsión, feminicidios, el otro negocio de los criminales que han pasado a retar al estado con métodos terroristas de alto impacto psicológico para que dueños de tiendas, ambulantes, empresarios, sacerdotes, profesores, sepan quien tiene el poder y quien gobierna realmente el territorio.

Pero la variable neoliberal no explica todo. Algo ha pasado con las personas y la base moral de la sociedad. Por doquier se aprecia el desprecio social por mínimos éticos para vivir. Como decía Hannah Arendt, la “banalidad del mal” es el acecho del mal en lo cotidiano, hombres y mujeres simples, sin poder, haciendo el mal a los demás. Se perdieron las brújulas que orientaban de un modo o de otro a las sociedades. Hoy se vive al garete, todo se vale, todo es relativo. Como dijera Sloterdijk, la razón cínica parece ser la filosofía de nuestro tiempo.

Gobiernos, iglesias, escuelas y familias fueron en su momento brújulas de orientación social. Cada cual en su misión ofrecieron planos interpretativos de qué hacer y qué no hacer en el marco de la convivencia social. Estas cuatro mediaciones sociales están en crisis y dejaron de proveer sentido existencial. Cada una, a su modo, tiene frente así la necesidad de recuperar un papel y un rol frente a la violencia que padecemos.

Necesitamos que el estado vuelva a la base territorial. Los gobiernos locales deberían ser el primer eslabón de una estrategia coordinada con el gobierno federal. Hay que arrebatar a los criminales el dominio territorial. Y en el territorio local están las escuelas y las iglesias. Ellas también, en su responsabilidad y quehacer, pueden hacer mucho en la formación para la paz, el diálogo entre diferentes, ciudadanía, sostenibilidad, soluciones sociales. Estamos enfermos de violencia y antes que todo el país se convierta de facto en un estado fallido, todos, desde donde estamos y desde lo que hacemos, podemos contribuir para que la violencia deje de ser el pan nuestro de cada día.

*Politólogo, Director del Departamento de Ciencias Sociales de la Ibero Puebla.

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Juan Luis Hernández Avendaño

Politólogo, director general del Medio Universitario de la Universidad Iberoamericana Puebla y profesor-investigador de Ciencias Políticas por la misma institución.