Indígenas en el ojo de la Revolución Bolivariana

  • Marcela Cabezas
El movimiento se ha mostrado fuerte históricamente en cuanto a la defensa de sus derechos.

En los últimos meses ha ocupado un espacio importante en la agenda del gobierno colombiano las manifestaciones de la Minga Indígena en el Cauca, que cuenta con el apoyo y reprobación de diversos sectores sociales. A la par, la publicación de supuestos interés del gobierno de Nicolas Maduro en infiltrar la Minga y con ella desestabilizar al gobierno de Duque - siendo uno de los objetivos fortalecer el movimiento indigenista- cobra sentido en línea histórica en Ecuador y Bolivia  donde los indígenas han logrado desestabilizar y deponer gobiernos en turno, mientras que en Colombia estos resultan renuentes a compartir el poder y una agenda política específica.

La minga aduce a un trabajo comunitario con fines de utilidad social, siendo una práctica recurrente de las comunidades indígenas y campesinas en diversos países latinoamericanos, y en especial en Colombia donde el movimiento indígena se ha mostrado fuerte históricamente en cuanto a la defensa de sus derechos.  De esta experiencia organizativa los movimientos indígenas en países como Ecuador, Bolivia y Venezuela son un ejemplo de lo que puede lograr la movilización social por medios legales e ilegales, sobre todo en momentos de coyuntura política y social.

Mientras que en Colombia, la minga se convoca a partir de organizaciones gremiales como la ONIC, el Consejo Regional del Cauca y líderes indígenas locales, las de Ecuador y Bolivia acogieron a sectores sociales mas amplios: campesinos y afrodescendientes, de allí que, además de desestabilizar la agenda del gobierno en turno lograron desmoronar sus bases mismas, caso de la deposición de Lucio Gutiérrez y Sánchez de Lozada. El movimiento indígena colombiano desde el gobierno de Virgilio Barco se escindió del campesinado, alegando su asimilación por parte del gobierno para decidir concentrarse en una agenda exclusivamente indígena.

En esta ocasión el pliego petitorio de la minga indígena postula cuatro demandas: otorgamiento de títulos en tierras nombrados desde la época de la colonia, la inclusión concreta de los indígenas en los acuerdos de la Habana, un fondo económico para el cumplimiento de los múltiples acuerdos con gobiernos pasados y una política de seguridad frente al alto índice de líderes indígenas asesinados en el país.

Así las cosas, la demanda trasversal continúa siendo al acceso al territorio y mayor inclusión en la política social y económica del país: asunto tratado desde la constituyente de 1990 que daría como principal logro a estas comunidades el acceso a cargos político-representativos, al fondo de regalías nacionales, la autonomía jurídica y administrativa en sus territorios, entre otros.  Aun así, los indígenas continúan activos en el país y en el mayor de los casos logran sus pretensiones.

Si bien es cierto,  la relación tensa que mantiene el gobierno colombiano con el venezolano se ha manifestado en diversos episodios: el fallido intento de ingresar ayuda humanitaria (comida y medicamentos) y los múltiples apagones energéticos sucedidos recientemente en Venezuela atribuidos al gobierno colombiano y chileno, se suman a las pruebas develadas por la revista Semana sobre la intención del comité de seguridad de Maduro para infiltrar las manifestaciones de la minga indígena en Colombia (ver nota: https://www.semana.com/nacion/articulo/documento-secreto-asesores-de-maduro-en-seguridad-le-recomendaron-infiltrar-la-minga-en-colombia/608142).

Escenario harto posible por dos hechos. Por un lado, el movimiento indígena en Colombia ha sido uno de los mas fuertes al conquistar espacios participativos política y económicamente fungiendo como un “posible”  potencial paralizador de la agenda de Duque, y, la posibilidad de unificar los movimientos indígenas en la región acorde con una alineación de izquierda- como lo han sido históricamente al inicio y luego no tanto al desencantarse de la real politik - podría desatar un viro inesperado a favor del proyecto de soberanía y autorresolución de los pueblos que maneja discursivamente Maduro, dado que la praxis  política dista de tan embelesado discurso.

Un escenario así se asume como un juego de suma cero: mientras Duque se concentra en atender los asuntos internos en su país Venezuela deja de ocupar por un tiempo el interés de Colombia, y otros países en la región que se han visto afectados por la crisis económica venezolana, trance que servirá como un respiro al régimen harto asfixiado por la presión internacional.  En tal impasse, Maduro contradice una de sus máximas: no entrometerse en asuntos externos respetando la soberanía nacional, ¡que desliz!, además del mal calculo sobre la buena voluntad de la minga colombiana.

Mientras que la Minga en Colombia logra acercamientos con el gobierno de Iván Duque en medio de tensiones sociales y políticas en los últimos días – con un pliego petitorio ambicioso-,  Maduro ve esfumar la pretensión de echar mano de la movilización indígena a favor de una agenda al estilo Revolución Bolivariana , dado que, si algo han demostrado los indígenas en Colombia ha sido el hecho de que les va mejor trabajando solos en una agenda muy estrecha y especifica del tipo resarcimiento histórico por parte del Estado, cosa que les funcionó muy bien en la constituyente de 1990 y en las sucesivas acciones a sistémicas promovidas en adelante.    

Mientras que los indígenas colombianos actúan para sí mismos, las organizaciones indígenas del Ecuador y Bolivia, en las más de las veces, actúan en conjunto respecto a temas como el de la reforma agraria y el reconocimiento del carácter pluricultural del Estado, aspectos en los que han salido victoriosas, influyendo incluso la agenda de otros movimientos indígenas y sociales.

Organizaciones como la Confederación Sindical de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSTCB) y la Confederación de Nacionalidades Indignas del Ecuador (CONAIE) resultan ser las más importantes de la región y atienden asuntos propios como la falta de reglamentación de circunscripciones indígenas por ejemplo y asuntos externos como el reconocimiento de la diversidad cultural en diversos países de la región: Colombia, Chile, Perú,  etc.  De allí que en el furor de la lucha indígena ecuatoriana y boliviana se han logrado deponer gobiernos y sentar otros a la silla, Evo Morales principal exponente; escenario harto distante en Colombia dado que los indígenas se concentran en las promesas incumplidas por parte de gobiernos anteriores y su interés reivindicativo.

Así las cosas, a Maduro no solo le fallo el cálculo sino también las positivas expectativas respecto a la voluntad de la Minga colombiana para adherirse a su revolución maltrecha y vilipendiada. Aun si hubiera logrado infiltrar la Minga lo más que podría lograr seria mayor malestar social temporal sin llegar a un peldaño posterior, dado que los líderes indígenas siempre han preferido negociar con el poder instituido, la experiencia les ha enseñado que en la legalidad se concreta más una agenda indígena que en la clandestinidad, lejos entonces, de mover las bases del gobierno en turno mismo.

La experiencia organizativa de las comunidades indígenas, campesinas y afrodescendientes en diversos países de la región ha resultado prolífica en términos sociales y económicos, sin embargo, estas organizaciones no siempre están dispuestas a compartir sus triunfos; en la lógica política el poder no se comparte, menos cuando los actores implicados han pagado un costo alto por hacerse con este. A Maduro le queda esperar una mejor oportunidad de sabotaje a la institucionalidad, al estilo del que se mofa en denunciar sin pruebas – caso de los apagones continuos- , mientras su camarilla burocrática pueda, en lo posible,  echar mano de un mejor plan…¡cosa difícil!

 

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Marcela Cabezas

Magíster en Ciencias Políticas y politóloga colombiana. Catedrática y columnista en prensa independiente.