¿Es bueno que los adolescentes tengan celulares?

  • Leopoldo Castro Fernández de Lara
El homo sapiens optó por hacer amistad con la tecnología.

*Por: Mtro. J. Leopoldo Castro Fernández de Lara.

Pregunta: ¿es bueno que los adolescentes tengan celulares? Sencilla y directa nos invita a reflexionar sobre lo que estamos construyendo con la siguiente generación. Por un lado y a estas alturas de la hipermodernidad ya no es ningún misterio que el homo sapiens optó por hacer amistad con la tecnología. Esta unión está teniendo efectos inmediatos en nuestro estilo de vida y uno de ellos es la polarización de opiniones sobre el mismo tema.

Existen ciertas ventajas de estar siempre “conectados”; por un lado, la posibilidad de ubicarnos en cualquier momento y en el caso de nuestros hijos ejercer un control que tiene como objetivo más resolver la ansiedad parental que beneficiar a los chicos. ¿Cómo? Pues ¿qué vas a hacer si le llamas a tu hijo y te dice que está en medio de un asalto? ¿Cómo vas a actuar si le llamas a media noche mientras está de fiesta y no te contesta o suena apagado? Estas llamadas tienen como objetivo disminuir las preocupaciones que los padres tienen sobre el paradero de sus hijos, pero no sirven para nada más. Puedes comprobar que tu hijo sigue con vida en donde se supone que debería estar en un momento dado, pero solo eso… lo que pase a los tres segundos de que cuelgues es incontrolable o peor aún si no contesta o contesta y tiene un problema que requiere atención inmediata tampoco podrás ayudarlo.

Entonces ¿para qué necesita un celular un adolescente? Ninguna. No existe razón para que un adolescente tenga celular además del miedo a lo que puede pasar. Y este miedo es la fuente de gran parte de la cultura que vivimos en el año 2019 a casi veinte años de iniciar el siglo. Tenemos miedo a salir a la calle, tenemos miedo a que nos pase algo (a nuestro círculo cercano claro, los demás son anécdotas tristes pero lejanas), nos asusta que nuestros vecinos sean personas sospechosas, llenamos las calles de soldados de varios colores y que no son capaces de tener el monopolio de las armas que hay circulando, nos da miedo perder el trabajo, nos asustan las noticias en la televisión o en los portales web. El miedo se muestra como el amigo cercano que cada vez se vuelve más conocido en nuestras vidas.

La tecnología por otro lado no es ni buena ni mala. Nosotros la alimentamos con información que proviene de nuestra vida y esta información se desarrolla con el miedo que tan amigo nuestro se ha hecho. No somos más inteligentes. La tecnología y sus dispositivos son los inteligentes. La información que proporcionamos los hacen aprender y comportarse de maneras cada vez más creativas y responder a nuestras necesidades e incluso adelantarse a éstas. Aparejado a este mecanismo de creación de inteligencia artificial se encuentra el aparato mercadológico que nos impulsa a no parar, a seguir consumiendo para seguir creciendo y seguir “desarrollándonos”.

De esta forma tenemos ya tres buenos amigos que no se quieren ir: miedo, tecnología y consumo. Esta unión que alimentamos un día sí y otro también va preformando nuestra realidad a la vez que responde a la misma. Crea y es creación.

En este contexto la pregunta se puede leer diferente: ¿es bueno que los adolescentes tengan celulares? ¡Por supuesto que sí! Y este mismo razonamiento sencillo es utilizado para casi cualquier cosa sin que nos demos cuenta: ¿es bueno que creemos una nueva policía especializada? ¿Es bueno que invirtamos más en seguridad? Nuestra realidad está siendo transformada lentamente por las emociones que sentimos, cada vez conocemos menos y que opacan la consciencia de quienes somos y más importante aún de quienes podríamos ser.

Los adolescentes viven una etapa de fragilidad en donde el conformismo social, la aceptación por parte del grupo y la percepción de valía tienen gran importancia. En esta etapa son incapaces de calcular la importancia de las conductas que llevan a cabo en un contexto más amplio (tanto en términos materiales como espaciales) y es necesario que los adultos establezcamos límites y les enseñemos claramente lo que esperamos de ellos.

¿Cómo hacerlo? Dándoles un aparato que está demostrado limitará su imaginación, disminuirá su creatividad, atrofiará su comprensión lectora y les introducirá en un mundo de contenidos cuyo único límite es su personalidad no parece la mejor idea.

¿Es bueno que los adolescentes tengan celulares? No. categóricamente no. pero esta pregunta no la deberían responder ellos sino los garantes de su educación. Sin miedo, sin temor a que se queden “fuera” y con mucho amor a lo que pueden llegar a ser si continúan viviendo en el mundo real.

El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

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Leopoldo Castro Fernández de Lara

Psicólogo, Master en Recursos Humanos, Maestría en Modelos y áreas de investigación en ciencias sociales. Sus temas de interés son los movimientos sociales, las representaciones sociales y en general la psicología social