El miedo como estrategia de manipulación

  • Leopoldo Castro Fernández de Lara
Los funcionarios ya descubrieron que si no hacen su trabajo nunca les faltará trabajo a ellos mismos

*Por: Mtro. J. Leopoldo Castro Fernández de Lara

 

En nuestro país y específicamente en nuestro estado empezamos el año 2019 con miedo. Esta palabra puede sonar excesiva, pero explica bien el comportamiento de nuestra sociedad en los últimos tiempos y el por qué cada vez más nos acercamos a un estado fallido que tiene que ver con la mala gestión de los que buscan ser autoridad y gestionar nuestros intereses, pero también con nosotros mismos los ciudadanos comunes y corrientes que tenemos una autoimagen positiva y un pensamiento infantil sobre nuestra responsabilidad civil y social.

La gestión política es mala. Sin importar el partido que domine y que vaya a dominar los siguientes años los funcionarios ya descubrieron -muy a la mexicana y con ese malabarismo social que tanto nos gusta presumir por todo el mundo- que si no hacen su trabajo nunca les faltará trabajo a ellos mismos. Mientras siga existiendo gente sin oportunidades reales de mejorar sus condiciones más esenciales de vida, mientras la educación siga siendo de mala calidad, mientras la salud sea un lujo y el acceso al deporte sea una utopía entonces seguiremos siendo un gran ganado de ovejas que con mayor o menor suerte se dedican a sobrevivir y alimentan un sistema que privilegia a unos cuantos. Esos “cuantos” son los que mantienen las condiciones sociales en el estado actual. La primera idea que me gustaría explicitar es esta: la situación social no es un fenómeno mágico que surge de la nada; por el contrario, es un resultado de esfuerzos sostenidos tras varias generaciones para privilegiar a una porción pequeña de la población sobre los demás.

Y aquí es donde el miedo aparece como una estrategia de manipulación efectiva. El miedo es lo contrario al amor (entendido como una fuerza que hace que trabajemos y podamos vivir en comunidad con bienestar, que nos sintamos parte de un sistema en donde existen condiciones ganar-ganar). El miedo es el triunfo de la ignorancia disfrazado de estatus y competencia que utiliza como recurso primario el sentido de supervivencia que desde nuestro cerebro reptiliano nos exige sobrevivir a cualquier costo.

Esto no es ningún misterio para los que ponen las reglas del sistema. El error que cometimos fue confiar en la promesa de la tecnología. Gracias a ella ahora vivimos el doble que nuestros ancestros y nos hemos acomodado (en el peor de los sentidos) a una vida fácil alejándonos de las conquistas que habían logrado las generaciones anteriores y que implicaban entre otras cosas una conexión estable con el planeta, con las otras criaturas que lo habitan, con uno mismo y con los otros seres humanos.

El miedo es la negación de esta conexión y se fomenta a través de la búsqueda de seguridad y de promesas de bienestar. Se materializa cuando se crean categorías dualistas que explican la realidad: bueno-malo, rico-pobre, inteligente-ignorante, fresa-naco, elegante-corriente, buena gente-mala gente, nacional-extranjero, local-migrante, confiable-peligroso, tranquilo-violento, amigo-enemigo, hombre-mujer, fraccionamiento-casa sola, escuela pública-escuela privada, hospital público-hospital privado, partido x-partido y, religioso-no religioso, practicante-no practicante, nosotros-los otros… todas estas categorías nos alejan. Nos obligan a situarnos y a clasificarnos distanciándonos de los “otros”. Y cuando hay nosotros-los otros el miedo ha ganado. El miedo a dejar de ser “nosotros” activa centros primitivos en el cerebro que nos despersonaliza y nos hace actuar de manera que paradójicamente y si tuviéramos contacto con lo más humano que hay en nuestro interior no haríamos: tener una pistola en la casa, tener una pistola en el coche, no dejar salir a los niños a jugar a la calle, no salir a la calle, no conocer la calle, no viajar en transporte público, no salir en las noches, no salir en los días, no desviarte de la ruta habitual, no hablar con desconocidos, no hablar de más con conocidos… por si acaso. Esta frase resume el miedo que se ha instalado en nuestro corazón.

Te invito a que reflexiones cuantos “por si acaso” vives al día. Y qué pasaría si cambiaras esa frase por una vuelta a la conexión contigo mismo y los demás. No sugiero que salgas a caminar a las dos de la mañana en una calle lejana, sugiero que conozcas las calles de tu barrio, que hables con tu vecino, que saludes a los niños en la calle y compres en los negocios locales. Sugiero que utilices los servicios públicos y ejerzas un rol activo en la política local, que en lugar de armas traigas sonrisas en tu coche. No interesa mucho si practicas una religión y cumples todas las normas, interesa que si alguien necesita ayuda puedas verlo, te mueva el corazón y siendo quien eres sepas dar respuesta a la realidad.

 

El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

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Leopoldo Castro Fernández de Lara

Psicólogo, Master en Recursos Humanos, Maestría en Modelos y áreas de investigación en ciencias sociales. Sus temas de interés son los movimientos sociales, las representaciones sociales y en general la psicología social