El ritual del bolero

  • Alejandra Fonseca
Sacan un frasco con el famoso betún para calzado y al abrirlo su olor y textura son inconfundibles.

Siempre me ha gustado ver el ritual de los boleros sacando lustre a los zapatos del cliente. Pero más me seduce el rechinido de cuando frotan la tela con fuerza en el zapato para lograr el más brillo posible de la piel.

Esos olores y sonidos me hacen revivir mis domingos cuando hace años salía con mi familia a dar la vuelta para comprar helado y chocolates e íbamos al zócalo a encontrar a los primos y tíos.

En el zócalo no faltaba el bolerito –niño, joven o señor, pero siempre hombre-- que se acercara a ofrecer sus servicios, y tampoco faltaba el familiar, siempre hombre, que aceptara.

Yo me quedaba observando este ritual que día a día se repite millones de veces en todo el mundo y que es, además de una tradición, una profesión.

Sobre el cajón especial de manera de aproximadamente 30 centímetros de altura, con un copete en forma de suela de zapato, el cliente pone su pie y el bolero le sacude el polvo con un cepillo especial --para zapato color café o negro--, y viene la parte que me gusta mucho: le da unos golpecitos al zapato del cliente con el que el bolero le comunica que cambie de pie pues ya le toca su turno al otro.

Ya sacudido el zapato, sacan un frasco con el famoso betún para calzado y al abrirlo su olor y textura son inconfundibles. Con una brocha especial, embarran de betún la parte de piel del calzado (todo o parcial) lo frotan bien para que penetre y saca espuma. Vuelven a dar sus toquecitos al zapato para comunicar que toca, nuevamente, cambio de pie y en el turno  dan tiempo a que el betún seque.

Con el betún seco, le embarran una cera con los dedos y usan el mismo mecanismo para avisar que toca cambio de pie. Y llega la parte que me seduce: sacan una tira de trapo color gris hecho taquito; lo desenredan y vuelven a enredar de las orillas como taquito para poder agarrarlo bien y apoyarse para hacer rechinar la piel para sacarle el más brillo posible. Lo hacen con una maestría que es el cierre con broche de oro de la boleada. Así, vuelven a dar sus toquiditos al zapato para avisar que es cambio de pie, y se repite la técnica.

Los boleros son, además, expertos conversadores y con cada cliente lucen sus habilidades; pero como dicen, “al cliente lo que pide”, y en muchas ocasiones el cliente quiere leer su periódico o guardar silencio, y el bolero entonces sólo se aplica a hacer rechinar el trapito en cada zapato del cliente, y a veces tararean o cantan. No es coincidencia que hay muchos cantantes famosos que antes, fueron boleros.

Eso sí, hasta ahora no he visto “boleritas” mujeres. Sí, ya somos clientas, lo que antes no, pero todavía eso me falta ver.      

alefonse@hotmail.com

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes