El Estado mínimo de López Obrador

  • Víctor Reynoso
Preciso un estado esbelto pero sin amputaciones. Reducciones pero no al financiamiento partidista.

López Obrador ha planteado reducir algunas áreas del Estado mexicano. Reducir los ingresos de los altos funcionarios, empezando por los del presidente de la República; eliminar las pensiones de los expresidentes; vender el avión presidencial y otros medios de transporte del gobierno federal; eliminar subsecretarías, personal de confianza y gran parte de las delegaciones federales en los Estados. Esteban Moctezuma planteó bien los objetivos y los riesgos de estos cambios: se trata, dijo, de adelgazar el cuerpo del estado, no de amputarlo.

Un cuerpo obeso pierde agilidad. Un cuerpo amputado puede perder facultades. Lo ideal es un cuerpo burocrático esbelto pero íntegro. Y no es fácil lograr. Esperemos que el proyecto de darle nueva dimensión al Estado mexicano esté bien diseñado.

En principio parece que algunas reducciones son necesarias. Las pensiones de los expresidentes parecen excesivas, pero excesivo es también eliminarlas totalmente. La presidencia de la República no es un trabajo cualquiera. Es de una enorme responsabilidad y afecta intereses poderosos, políticos y delincuenciales. Quién ejerce ese cargo debe tener la certeza, de que no se volverá a preocupar durante su vida de su seguridad y su economía.

“Paga cacahuates y tendrás simios”, dice el dicho. También parece haber algunos excesos en los ingresos y prestaciones de ciertos funcionarios públicos. Pero es claro que por la preparación y la responsabilidad de los mismos requieren ser bien remunerados. No es sensato pensar en que puedan convertirse en una especie de voluntariado, con ingresos no proporcionales a la responsabilidad y capacidad que exigen.

También es muy probable que haya áreas en las que la administración pública sea obesa. Creo que las delegaciones federales deben revisarse. Pero si no hay el análisis previo adecuado, los cambios pueden ser negativos, puede darse lugar a una amputación, más que a un adelgazamiento.

Es comprensible que un país con la desigualdad del nuestro, la aparente opulencia de algunas áreas de la alta administración pública federal lastime a quienes tienen presente la pobreza de la mayoría. Pero en algunos casos esos recursos tienen razón de ser, son indispensables. Hay un consenso en que nuestros maestros y nuestros policías deben estar bien pagados. En la misma proporción deben estar bien pagados secretarios y subsecretarios de Estado, y otros cargos públicos. El presidente de la República y los altos funcionarios deben contar con medios de transporte eficaces y seguros.

La izquierda se caracterizó por hacer crecer al Estado a costa de la sociedad y el mercado. En algunos casos mercado y sociedad civil fueron totalmente eliminados. En esa apuesta la izquierda tradicional perdió, y ahí están las consecuencias. Es sensato escuchar la propuesta de un Estado esbelto, pero con sus órganos y extremidades sanas y completas, sin amputaciones. Cómo lograrlo, puede ser un tanto complicado.

A diferencia de gobiernos como los de Margaret Tatcher, el ahorro que López Obrador busca con el adelgazamiento del Estado mexicano no es para regresar dinero a los contribuyentes. Es para gastarlo, o invertirlo, en otros proyectos estatales. Lo que sin duda es algo positivo. Pero ahí también hay retos. La pensión a adultos mayores puede ser muy justa: protege a un sector de la población vulnerable. Esa protección es una de las funciones del Estado. Pero no la única: se deben utilizar los recursos públicos para dinamizar a la sociedad, en la economía, pero también en cuestiones como la educación, la cultura, la protección del medio ambiente. Si hay un ahorro sustantivo en la reducción del Estado y gracias al combate a la corrupción, habrá que ver en qué se invierte.

Curiosamente, no se plantea reducir los ingresos de los partidos políticos ni el número de legisladores y sus percepciones.

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Víctor Reynoso

El profesor universitario en la Universidad de las Américas - Puebla. Es licenciado en sociología por la UNAM y doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología por El Colegio de México.