Morena: la otra clase política

  • Miguel Ángel Rodríguez
PRD, el Verde, PANAL, MC y el PES, partidos perfectamente prescindibles. Las élites, sacudidas.

El triunfo apabullante de MORENA reconfiguró radicalmente el sistema político mexicano. Uno de los beneficios más evidentes es la puesta en jaque de cinco partidos políticos nacionales y dos de registro estatal que, más agencia de colocaciones que partidos, podrían perder el registro porque no alcanzaron el 3 por ciento de la votación nacional y estatal, respectivamente. Y, con ese fenómeno partidicida, también tendremos un efecto significativo en la redistribución del ingreso nacional. Veamos.

Con el 95.3% del PREP se sabe que el PRD alcanza el 2.87 por ciento de los votos; el PES 2.68%;; el Partido Verde el 1.80 por ciento; el Movimiento Ciudadano 1.77% y el PANAL un 1.8%.

Estoy convencido que desde una perspectiva ideológica, político-filosófica, el sistema de partidos de México alcanzaría una configuración más definida en la oferta a los electores. Quiero decir, la vaguedad de sus programas políticos ya se encuentra bien representada por los partidos que, con bajas considerables, aún constituyen una parte importante del nuevo orden político. Las siete organizaciones no hacen falta, son absolutamente prescindibles, eso dijeron con su voto los mexicanos.

El PRD es un caso tristísimo, pero ilustrativo, de la voluntad popular expresada en las urnas. Entre ellos hay gente con genuinas convicciones socialdemócratas, pero no estoy seguro si valga la pena que sobreviva, como organización política, después de su cortesano papel en el Pacto por México.

En general, con sus honrosas excepciones, se trata de partidos y políticos mercenarios que sacaron una tajada considerable de ser comparsas de la alianza entre el PRDPRIAN.

En algunos casos, como el Partido Verde, es una empresa patrimonial, familiar y el PANAL fue una ocurrencia del nefasto corporativismo sindical del magisterio nacional. Un aberración contra las libertades fundamentales de los seres humanos. Imposible olvidar que patrimonialismo y corporativismo, como formas de dominación y organización políticas, respectivamente, hunden sus raíces en la Colonia para coronarse en nuestros días.

Para el caso de Puebla hablamos del Pacto Social de Integración y Compromiso por Puebla, partidos aliados al PAN y a la figura del gobernador Moreno Valle.

Ahora bien, en lo concerniente a la redistribución del ingreso como resultado del comportamiento electoral del domingo pasado, es necesario subrayar el gran favor hecho por Morena a las exangües tetas de la matria.

Con la voluntad popular en las urnas quedó grabada una marca en la frente de los partidos políticos en riesgo de perder su registro: llevan una enorme P de prescindibles o una N de Nuño, que significa que no son idoneos para desempeñar cargos públicos.

Morena destetó a cientos, quizá miles de juniors, hijos, hijas, hermanos, tíos, primos, cuñados, esposas, amigos, que sin ningún mérito, sin más prenda que la falta de sal en la mollera, disfrutan la herencia y se aferran a los poderes públicos que sus corrompidos progenitores y familiares les regalan, compran y venden sin ningún pudor. Un acto de mala pornografía política que mantiene desangradas las arcas nacionales desde hace muchos decenios.

En Puebla, para no ir más lejos, hay una negra tradición que premia con cargos públicos y puestos de elección popular a los hijos de los gobernadores, sin importar que la mala fama pública haya sido el signo del gobernante durante su mandato - como ocurre con frecuencia- de todas maneras ellos, la clase política priista y panista, tienen un pacto familiar para convertir a toda la parentela en burócratas muy bien remunerados.

Generalmente son juniors que saltan de la prepa y la licenciatura, cuando los nenes estudian algo, a una diputación, una senaduría, una presidencia de partido, una presidencia municipal, una regiduría, una diputación local, etc.

A esa finísima gente Morena les clausuró el congal y la fiesta pagados con recursos públicos. Ese patrimonial y millonario modo de vida quedó superado, ya veremos cuánto, por la voluntad popular en la urnas y eso es, a todas luces, una contribución significativa a la democracia mexicana que debemos valorar y celebrar en lo que vale.

Pero la circulación de las élites políticas que introdujo MORENA con sus candidaturas populares, con el desplazamiento de tanto político profesional de viejo y reciente cuño, digo, esa renovación de la clase política ofrece además la posibilidad de ser pensada como un primer adelanto de una política redistributiva del ingreso. Pienso en los nuevos diputados y senadores y presidentes municipales, regidores y la numerosa burocracia que dejará su lugar a una nueva camada de políticos y burócratas, con sus familias, que verán sustancialmente mejorada la cuantía de sus ingresos personales.

Aún considerando la disminución en sus dietas y compensaciones, que Andrés Manuel prometió aplicar a toda la burocracia dorada, se trata de un ingreso público multimillonario que, hasta antes de la elección presidencial se concentraba en muy pocas familias priistas, panistas y perredistas.

No obstante, como bien me han hecho ver algunos amigos y estudiantes, mi entusiasmo debe ser limitado, condicionado, pues los beneficios de la democracia que Morena nos pone sobre el escenario nacional, el horizonte de posibilidad histórica sólo tendrá sentido si nos guardamos bien de no repetir la historia de soberbia y ambición desmesuradas de la venal clase política y el modo de dominación patrimonial que hoy enterramos con tanto jolgorio. No vaya a ser que sólo se trate del desplazamiento de unos por otros y que, en el fondo, a la vuelta del tiempo, todo resulte en el infierno de lo igual...

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Miguel Ángel Rodríguez

Doctor en Ciencia Política y fundador de la Maestría en Ciencias Políticas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Investigador y filósofo político. Organizador del Foro Latinoamericano de Educación Intercultural, Migración y Vida Escolar, espacio de intercambio y revisión del fenómeno migratorio.