En un continente que se debate entre la primavera latinoamericana y el otoño ultraconservador, hasta el momento, no hay un claro vencedor, pues se profetizaba que, de ganar la derecha, seríamos testigos de un neoliberalismo más radical. Hasta ahora, no está definida la ideología triunfadora, ya que, de las seis elecciones presidenciales, sólo se han realizado cuatro; Costa Rica, Venezuela, Colombia y México, faltan por definir Paraguay y Brasil.

En nuestro país quien se alzó como vencedor fue, Andrés Manuel López Obrador, la imagen grabada del 2006, donde, de manera simbólica, se autoproclamó presidente legítimo está a punto de cristalizarse, ahora, no sólo de manera legítima sino, además, de manera legal. Cabe señalar, que este acto quedó grabado en el inconsciente de una parte de la sociedad que reclamó el fraude electoral del 2006 y que, en su momento, hubo quienes lo señalaron como una ocurrencia, pero fue, en cierta medida, un revulsivo de lo que atestiguamos el fin de semana pasado.

Por otra parte, el mensaje de los votantes fue claro, México necesita un cambio, por cambio no necesariamente se entiende algo positivo o negativo, como subraya Anthony Giddens, “el radicalismo al abordar las cosas desde la raíz, significa no sólo provocar el cambio, sino controlar dicho cambio para hacer avanzar la historia”. Por ello, sigue existiendo un temor sobre la persona de Andrés Manuel, fundado en que retroceda las incipientes instituciones que se construyeron el siglo pasado, y que, costaron, literalmente, sangre a los mexicanos, aunado a esto, las medidas estatistas que prometió durante la campaña. Además, de cobijarse con personajes de dudosa reputación.

Las expectativas son altas, pues asume un país agravado por la corrupción, la crisis económica y el crimen organizado. Sin embargo, la algarabía por la figura ya trascendió fronteras, ya que distintos mandatarios del mundo, sobre todo entre los de ideología progresista de perfil latinoamericano, han tenido un acercamiento con el presidente electo.

Ahora tiene un camino en el que deberá cumplir sus promesas, con la mayoría en el congreso, no habrá pretextos o justificaciones que solían tener otros expresidentes e incluso él mismo. En ese sentido, convendrá tener prioridades como la disminución de la pobreza, el crecimiento económico, el tratado de libre comercio con los EEUU. Asimismo, incluir a poblaciones que, históricamente han sido discriminadas y que hoy día, son parte de la inclusión política. Además, revisar las “reformas estructurales” de EPN, pues la tendencia de Andrés Manuel tiende a ser más protectora que liberadora.  Recordar que defender la libertad de los seres humanos conlleva crear las condiciones para ejercerla, bien lo señalaba Norberto Bobbio: “No importa tanto que el individuo sea libre respecto al Estado, si después no es libre ante la sociedad” es decir, no importan tanto que el individuo sea libre políticamente, si no lo es socialmente.

Ante esto se vislumbran tres escenarios para los ciudadanos dentro de los primeros meses; quienes afirmen: "Ya ves no que estaríamos mejor, ahí tienes tu cambio" y, por otra parte, los que dirán: "Dale tiempo, fueron más de 80 años, no es de la noche a la mañana", por último, quienes desde el rol que les corresponde sigan fortaleciendo el cambio, no para ayudar a AMLO, sino más bien para sacar a flote este barco. También se espera, una prensa que realmente funcione como contrapeso y no a merced de la imagen del ejecutivo, más la suma de los intelectuales, quienes, estoy seguro, replicaran cuando observen una medida antidemocrática, y eso, señores, es parte de la democracia. Finalmente, si López Obrador logra cumplir sus objetivos la historia le hará justicia.

Notas

Bobbio, Norberto (1993): Igualdad y libertad. Barcelona. Paidós-ICE de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Giddens, Anthony (1996): Más allá de la izquierda y la derecha. El futuro de las políticas radicales. Madrid. Cátedra.