El señor Prejidente y la magia del Nigromante

  • Miguel Ángel Rodríguez
La postura de Letras libres y Enrique Krauze sobre AMLO. El liberal puro y el indígena puro.

La noche memorable del primero de julio, después de las diez de la noche, tenía la intención de indagar cuál sería la reacción de Enrique Krauze frente al triunfo electoral democrático, en las urnas, de Andrés Manuel López Obrador. Estaba muy angustiado de estar escuchando, leyendo y viviendo una jornada electoral cargada de muertos, compra-venta de credenciales y votos, compra de presidentes de casilla, robo de urnas, balaceras, secuestro de jóvenes universitarios, encajuelados y un largo y negro etcétera que asolaron como nunca el estado de Puebla, así que me dormí con la interrogante. Sin embargo, imaginé una posición de demócrata, pues sabiendo que, con frecuencia, la voluntad popular siente y piensa los seres y las cosas de manera muy diferente, y hasta contraria, a como las sienten y piensan los integrantes de la inteligentsia y a pesar de la muy documentada amlofobia de Krauze creí que, en síntesis, diría: “…le doy el beneficio de la duda”

El dos de julio, muy temprano, visité el sitio de la revista Letras Libres con la finalidad de encontrar una opinión del historiador y me encontré con que el mismo primero de julio, el día de la elección, Krauze publicó “Democracia con libertad”, un artículo en el que volvió a llamar a los lectores a no dar su voto por quien pudiera llevar las riendas de la nación hacia una dictadura, en sentido contrario a la democracia y libertad que hoy disfrutamos los mexicanos.

Con este texto, pensé, el influyente intelectual expresaba que no tenía dudas, Andrés Manuel López Obrador representa la amenaza de los bárbaros contra la vida de los civilizados. Nada cambió en la posición ideológica del historiador, hasta el final bebió de la copa. Así nos advierte de los tiempos oscuros que vienen de la mano del falso Mesías Tropical:

 

"A juzgar por las expresiones que ha vertido Andrés Manuel López Obrador en diversos foros y en Twitter contra la prensa independiente y las voces críticas que disienten de él, su probable victoria podría augurar tiempos nublados para la libertad de expresión...Costó mucho conquistar la libertad."

 

A qué viene esa voluntad de invertir los hechos de la historia ¿De qué libertad de expresión nos habla el historiador?, ¿la libertad de expresión de León Krauze…?

¿Recordará acaso el acoso presidencial a Carmen Aristegui por el caso de la Casa Blanca? ¿Los más de 1 mil 986 ataques a la prensa mexicana y los cerca de 50 periodistas asesinados en este sexenio, por ejercer la crítica, son para Enrique Krauze parte de la conquista democrática y liberal del Estado mexicano?

¿Este escenario trágico de la prensa mexicana le parece un privilegio que está en riesgo de ser perdido?

¿De qué libertad habla el director de Letras Libres?

¿La libertad para acumular grandes ganancias a costa de millones de pobres?, ¿la libertad para desaparecer violentamente a la juventud de México?, ¿la libertad para dejar morir por inanición a los niños indígenas de México que viven con niveles de marginación alta y muy alta hasta en porcentajes cercanos al cien por ciento?,¿libertad de la clase política para robar y asesinar con toda impunidad?

El epígrafe de Krauze adelanta su fe en que Octavio Paz compartiría sus juicios políticos. Y nos recuerda que el poeta escribió: "Sin democracia la libertad es una quimera. Sin libertad la democracia es despotismo."

Nadie podría negar la justicia de las palabras del poeta, pues sin libertad vivimos en la negación absoluta del ser, como Paz aprendió de Arendt, pero eso no quiere decir que Octavio Paz, por el hecho de ser invocado, comparta la mirada ultraconservadora de Krauze. Les diré por qué.

El autor del Laberinto de la soledad había leído muy bien a Richard Morse, y creo que, con la misma agudeza de El ogro filantrópico, hubiera distinguido el aroma racista, clasista, de los señores patrimoniales de la hora actual.

La confusión de la hacienda pública con el patrimonio privado en México tiene una raíz muy profunda, desde el carácter privado de la Conquista.

Con razón o sin ella ese fue el argumento de la disputa que Octavio Paz enderezó contra Nexos. La misma reacción de indignación hubiera tenido frente a la corrupción descarada de la Casa Blanca o de la Gran Estafa Maestra.

Y me lo imagino de igual manera indignado hasta el vómito por la desaparición forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, Guerrero. Casi podría asegurar que estaríamos ante la extensión de Posdata, la crítica más severa a la masacre de estudiantes, por parte del Estado mexicano, en 1968.

Paz era un romántico y no buscaba contemporizar con la voluntad incondicionada de poder, estaría horrorizado por la decadencia del sistema político nacional.

No creo que el autor de El arco y la lira mirara en Vicente Fox, Felipe Calderón o en Enrique Peña Nieto unos Adelantados de la democracia liberal, como parece apreciarlos Krauze.

Menos aún se atrevería a escribir, como lo hizo el domingo, que en México "La televisión privada ha sido libre en sus noticieros; sus programas de debate, abiertos, plurales y críticos. Ante un poder político incontestado y quizá intolerante, ¿defenderá la libertad de expresión, la objetividad de la cobertura y la pluralidad? y líneas arriba afirma que "Costó mucho conquistar la libertad".

A menos que estemos en un dibujo de Escher que nos comunica caminando en sentido contrario, yo veo que en el país ocurren cosas muy diferentes. Veo que la clase política de México vive cotidianamente, desde hace por lo menos 30 años, negando los principios más elementales de la democracia y, con ello, pisoteando las libertades consagradas por los derechos sociales fundamentales.

Más de 83 millones de mexicanos viviendo en la pobreza nos hablan, desde la perspectiva de John Locke, de la suspensión de sus libertades.

Luigi Ferrajoli, filósofo del derecho, define muy bien lo que ocurre con el sistema político mexicano, vivimos "la fenomenología de la ilegalidad de los poderes públicos." Que quiere decir que la Constitución ya no constituye nada ni a nadie. La norma fundamental resulta una fachada donde prevalece el poder incondicionado de los poderes fácticos, necrofílicos.

Tengo para mí que vivimos en el más salvaje capitalismo patrimonial, porque ahora los políticos ya no se conforman con ser supremamente vacuos e ignorantes sino que además nos heredan a sus hijos e hijas, sobrinas, esposas, hermanos, primos, cuñados, arrimados, amantes y amigos de la misma excelsa palurdez.

Por fortuna, y esto es muy relevante, debemos al triunfo de Morena, también, el descarrilamiento de los parasitarios herederos de los poderes públicos de México, ojalá y se legisle para prohibir severamente la herencia familiar de los puestos de representación popular. Muchos juniors de Veracruz y Puebla se quedaron vestidos y alborotados con las ganas de una curul o una gubernatura prometidas y compradas por sus corrompidos progenitores.

El patrimonialismo salvaje no necesita del Estado de derecho para funcionar puntualmente, la domesticación de las masas, pastoreadas y cuidadas por la televisión comercial, creadora de subjetividades desde hace siete décadas, era, hasta ayer, una eficaz maquinaria de consensos para la sobrevivencia del patrimonialismo, un modo de dominación que exige de sus servidores la renuncia a la dignidad del ser humano.

Un modo de dominación muy ad hoc para la verdad de la técnica, la provocadora en extremo de la naturaleza, la que amenaza la vida ya no de la humanidad sino del planeta.

Así que el dibujo apocalíptico de Krauze, en el que imagina a un Presidente de la república, en este caso a Andrés Manuel López Obrador, azuzando "a los grupos más radicales" para que pasen "de la violencia verbal a la violencia física", como ocurrió por cierto con la campaña de televisa contra las escuelas normales y contra los estudiantes de Ayotzinapa, no es otra cosa que una más de las epilépticas crisis de Amlofobia de Krauze.

Más aún, para que sea claro, Andrés Manuel parece querer calmar los miedos del autor de Las biografías del poder, pues en el discurso del histórico triunfo de Morena, serenamente rechazó las acusaciones de Krauze, quien lo ha llamado Mesías, stalinista y, potencialmene, lo ha identificado como un dictador. Esto dijo el tabasqueño en la veraniega noche de Morena:


 

“No apostamos por construir una dictadura, ni abierta ni encubierta”, explicó en referencia a quienes lo han tildado de ser un político populista de vena autoritaria. En cambio, anunció cambios profundos “con apego al orden legal”. “Habrá libertad empresarial, de expresión, de asociación y de creencias”, dijo entre aplausos de sus seguidores. No obstante, dejó muy claras sus prioridades: “Escucharemos a todos, atenderemos a todos, respetaremos a todos, pero daremos preferencia a los más humildes y olvidados, en especial, a los pueblos indígenas”.


Un catálogo de libertades decimonónicas construyen los pilares del próximo gobierno. Yo pienso más en el liberalismo social de Ignacio Ramírez que en la Ley Lerdo y el gobierno antiindigenista de Benito Juárez.  La referencia de AMLO a los pueblos indígenas me recuerda "A los indios", un incendiario artículo de mayo de 1850, publicado en El Demócrata, por el que fue procesado el Nigromante acusado de incitar a la rebelión.

Así hablaba de los liberales puros para diferenciarlos de los otros liberales y monarquistas:


 

Los puros son los únicos partidarios que os aman, pues los santanistas, os quieren para soldados de su jefe, los monarquistas quieren reconquistaros, y los modera­dos os quieren vender como han hecho en Yucatán con vuestros hermanos.

Todo indio debe ser puro, porque los indios son desgraciados y los puros quieren que todos los desgraciados mejo­ren su suerte.

Vuestros enemigos os quitan vuestras tierras, os compran a vil precio vuestras cosechas, os escasean el agua aun para apagar vuestra sed, os obligan a cuidar como soldados sus fincas, os pa­gan con vales, os maltratan, os enseñan mil errores, os confiesan y casan por dinero, y os sujetan a obrar por leyes que no cono­céis; los puros os ofrecen que vuestros jueces saldrán de vuestro seno, y vuestras leyes de vuestras costumbres, que la nación man­tendrá a vuestros curas, que tendréis tierra y agua, que vuestras personas serán respetadas, y que vuestros ayuntamientos tendrán fondos para procurar vuestra instrucción y proporcionaros otros beneficios.

Nunca deis vuestro voto sino a un puro.

Ved con suma des­confianza a los dueños de las haciendas, a sus mayordomos, a los eclesiásticos, a todos los ricos, a todos los que se dejan que les beséis la mano, porque la mayor parte de éstos tienen interés en que permanezcáis pobres ignorantes. Pedid consejo a los pu­ros. Conservad la paz con vuestros enemigos, sin que por eso os entreguéis en sus garras.

 

Un juicio que se actualiza cuando uno piensa en las tristes condiciones de vida de los pueblos originarios que carecen de las libertades más elementales, pues la revolución aún no les hace justicia.

El Nigromante es propiamente un mago e Ignacio Ramírez tomó el personaje de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, pues en la famosa novela el nigromante, con su magia, hace aterrizar al caballero de la triste figura de sus frecuentes vuelos, delirios y confusiones.

En ese tenor, el Nigromante mexicano, quien adelantó la muerte de Dios antes que Nietzsche y, por ello, fue pintado por Diego Rivera, pensaba que los liberales de su tiempo andaban tan ocupados en las grandes abstracciones universalistas que perdían de vista la proximidad, las necesidades más apremiantes de la sociedad mexicana y era necesario ejercer una fuerza contraria que los despertara de la cómoda cama de los ideales europeos, para obligarlos a tornar la mirada hacia los simples, de ahí Don Simplicio. El periódico satírico fundado y editado entre 1845 y 1847 por Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto.

De todo lo dicho hasta aquí se puede concluir que Krauze no ve, no puede, como Ramírez, considerar en su paisaje nada contra la libertad a la propiedad privada, pornográficamente centralizada en unas cuantas familias, mientras que Ramírez en consonancia con Locke, sostiene que la libertad y la democracia son imposibles sin una distribución justa de la riqueza.

Enrique Krauze vive en su burbuja, tejiendo el sueño de la inmortalidad, imaginando que vivimos una democracia liberal y un Estado de derecho ejemplar, fuera de la realidad, por ello odia la fuerza popular del Nigromante de Macuspana, el que al igual que Ramírez se autodefine como liberal puro, y le tiene fobia porque su magia lo saca del sueño del primer mundo, le hace añicos la realidad de libertades cumplidas que presume alcanzó el Estado mexicano y la casi libertaria televisión privada, porque el Nigromante le recuerda, entre otras injusticias imperdonables, que en México hay niños y jóvenes que están fuera de la escuela y muriendo de hambre.

¿De qué libertades habla señor Krauze?

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Miguel Ángel Rodríguez

Doctor en Ciencia Política y fundador de la Maestría en Ciencias Políticas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Investigador y filósofo político. Organizador del Foro Latinoamericano de Educación Intercultural, Migración y Vida Escolar, espacio de intercambio y revisión del fenómeno migratorio.