Política: Mala obra de teatro, malos actores y final que decepciona

  • Leopoldo Castro Fernández de Lara
Algunos tienen primos, hermanos o hasta cónyuges que han ocupado cargos políticos

El otro día de camino por Puebla vi un anuncio de una “obra de teatro” humorística cuyos personajes emulan a los principales actores políticos a nivel nacional. Más adelante me encontré con publicidad de un personaje que quiere ser diputado, de otro que quiere ser senador, de varios que quieren ser gobernadores… todos con ideas novedosas que nadie en la historia de la política de este país ha pensado; ni siquiera en sus partidos políticos han tenido esas ideas. Es más, algunos tienen primos, hermanos o hasta cónyuges que han ocupado cargos políticos y no se les ocurrió comentar estas ideas con ellos antes… todos son igual de listos e igual de capaces. Yo no soy analista político y no quiero serlo, que pereza dedicarme a seguir los discursos de esta clase política que promete que “ahora sí” viene el cambio (para sus familias y sus esbirros).

Siguiendo por el camino también hay anuncios que se dedican a desprestigiar las ideas del candidato opositor lo cual es curioso porque todos tienen las mismas propuestas para los mismos problemas que sus predecesores –del partido que sean- han creado y alimentado.

¿Qué tienen en común la “obra de teatro” y la publicidad de los candidatos? Ambos forman parte de un circo común que socialmente hemos construido: la política. Una institución obsoleta que durante siglos unos cuantos se han empeñado en mantener y perpetuar a través de la creencia de que es necesaria para nuestra supervivencia. Un sistema inventado que incluye reglas desiguales que aplican para todos los “ciudadanos” de un territorio y que estamos obligados a respetar pues además “nos conviene”. Pero… ¿es esto así? ¿De verdad no hay otra forma?  ¿Necesitamos un gobierno? ¿Si no existiera el gobierno sería tan terrible? Antes de responder y dar una respuesta categórica te invito a que pienses un poco. Piensa en tus interacciones con el “gobierno” a través de sus instituciones, de las personas que representan estas instituciones y los procesos que regulan. ¿Cómo es tu interacción con ellos? ¿Cuándo realizas un trámite, es este necesario o para qué lo realizas, quién lo exige? ¿Qué porcentaje de tu dinero es destinado a mantener este sistema y sus instituciones? ¿Cuándo has necesitado del gobierno ha estado allí para ti? ¿Las escuelas que proporciona este gobierno funcionan como deberían? ¿La policía te ha protegido y servido cuando lo has requerido? ¿Has utilizado el servicio de bomberos y ha sido efectivo? ¿Es necesario cambiar las placas de tu auto cada x años? ¿Es justo pagar un impuesto por tener una casa, un coche, un trabajo? ¿Cómo es la luz de tu colonia?¿Las banquetas? ¿La calidad del agua? ¿Puedes pasear por las calles que circundan tu casa con seguridad? ¿Te gusta el servicio de transporte público, te parece que es seguro y ayuda a tener una ciudad más sustentable? ¿Te parece que los agentes de tránsito mejoran nuestra ciudad? ¿Las cárceles funcionan? ¿Tu ciudad ayuda a que vivas más en paz contigo mismo, a que seas más feliz? ¿Cuántos parques hay en tu colonia para que los niños jueguen?

Al mismo tiempo que nos inculcan –por siglos- el miedo al caos y la anarquía nos quitan los recursos comunitarios que nos permitirían generar otro tipo de gobiernos. Con las grandes superficies se han terminado los negocios de barrio, con las plazas comerciales los paseos por los parques, con los fraccionamientos la convivencia entre vecinos, con la mala calidad de todos los servicios públicos se han potenciado los servicios privados.

¿Qué hacer? En primer lugar, despertar. Darnos cuenta de que el gobierno que tenemos, la organización que nos sume en el estilo de vida que impera hoy en día no es necesaria ni natural. Es una creación social que puede cambiar y de hecho debemos cambiar. ¿Por qué? Porque no funciona, no nos hace felices. ¿Cómo? Dejando el miedo heredado, tomando el control de nuestras vidas y la organización social de las mismas a través del recuperar vínculos comunitarios que caracterizan lo humano y que –esos sí- son naturales: la ayuda mutua, la comunicación entre vecinos, la empatía con el otro, el saludo y la sonrisa, el favor, el comercio justo y local, el recuperar las calles, las actividades al aire libre, el cultivo de la confianza y lo positivo de lo social; en pocas palabras: el reconocerme en el otro y saber que todos buscamos lo mismo y solo cuando entramos en contacto con el otro lo hacemos con nosotros mismos. De esta manera, y poco a poco empezaremos a superar la “obra de teatro” del gobierno, su mala puesta en escena, sus malos actores y sus finales decepcionantes.

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Leopoldo Castro Fernández de Lara

Psicólogo, Master en Recursos Humanos, Maestría en Modelos y áreas de investigación en ciencias sociales. Sus temas de interés son los movimientos sociales, las representaciones sociales y en general la psicología social