La “cárcel”

  • Alejandra Fonseca
Historia de unos felinos domésticos. El siamés y el mestizo. Las peleas y la solución.

Adopté dos gatitos de mi familia cuando ya tenía dos y una cachorra en casa, por lo que ahora son cuatro gatos y una perra juntos, todos operados. Un siamés recién llegado y un mestizo de casa, empezaron a pelear por su territorio, donde el mestizo salía muy lastimado y nuestras visitas al veterinario fueron terroríficamente constantes.

 

Desde el momento de la adopción investigué la manera en cómo introducir a los felinos nuevos con los de casa e hice todo lo indicado. Todo parecía ir bien hasta que empezaron a convivir libremente y fue cuando el siamés no le dio tregua al mestizo, lastimándolo de manera impune. Los separé y me puse a investigar en los foros por internet para saber qué hacer y lograr que no pelearan. Dadas las circunstancias, descarté tolerancia y convivencia pacífica entre ellos: compré collares y spray con oxitocina para calmar sus ánimos y nada, realicé todo lo recomendado y no funcionó. Ya desesperada y temiendo por la vida del mestizo, me puse a leer todas y cada una de las sugerencias, respuestas, inventos o propuestas que los amantes de los gatos postean en los foros de internet.

 

Una respuesta me pareció viable: conseguir dos transportadoras y encerrar un gato en cada una, dejarlos en un cuarto solos, varias horas, para que se acostumbren a sus olores, y posteriormente meter a la cárcel al que se porte mal. Sucedió otra pelea, corrí tras el siamés, el agresivo, lo pesqué sin maltratarlo y lo metí a la transportadora “cárcel” y ahí lo dejé. Al otro me dediqué a curarlo y apapacharlo para calmar su estrés—ya casi me hago veterinaria especialista en gatos--, y así me la he llevado durante los últimos 4 meses.

 

No pensé que la “cárcel” fuera efectiva porque los ataques del siamés no cesaban aunque bajaron de intensidad, pero me daba tranquilidad tener preso al bandolero por las noches, para tranquilidad de todos. Han sido varias noches completas que el siamés se pasa preso y alejado de mi recámara para no escuchar sus dolorosos lamentos porque soy de corazón de pollo, pero no puedo permitir que esté a la caza del otro. Me he hecho muy buena para atrapar al siamés y meterlo preso cada vez que ataca.    

 

Hace una semana llevé a revisión al veterinario al mestizo y lo metí en la transportadora cárcel. Al regresar la dejé vacía en la entrada de la casa porque me dio flojera llevarla a su lugar. El siamés se acercó a rondarla y olerla, buscó al otro con la mirada y ya no se acercó. No estaba agresivo. Se sentó y sólo lo miraba. Al poco rato se retiró y lo dejó en paz. Eso llamó mi atención pero no me confié. Al día siguiente el siamés hizo lo mismo con la cárcel, se acercó, la olió, se metió y de inmediato se salió. Buscó con la mirada al mestizo y se retiró. Yo sólo lo observé y no intervine. Así lo ha hecho esta semana que acaba de pasar sin acercarse al mestizo. Entonces recordé el párrafo final del cuento de Claudio Coelho “La horca”: “…todos se veían obligados a contemplar esa horca en mitad de la plaza y se preguntaban: “¿Para qué la puso allí? ¿Acaso la montaron para ejecutar a los que no obedezcan las nuevas leyes?”

 

“La horca miraba a los hombres y los hombres miraban la horca. Poco a poco, el coraje inicial de los rebeldes fue dando lugar al miedo. Todos conocían la fama de Ahab, sabían que era implacable en sus decisiones. Algunas personas abandonaron la ciudad…, o como consecuencia de la sombra de aquel instrumento de muerte en el centro de la plaza. Algún tiempo después, el lugar estaba en paz... La horca permaneció allí durante diez años. La madera resistía bien, pero periódicamente se cambiaba la cuerda por otra nueva. Nunca llegó a usarse. Nunca Ahab pronunció ni una sola palabra sobre ella. Bastó su imagen para convertir el valor en miedo; la confianza, en sospecha; las bravuconadas, en susurros de conformidad.”

 

La “cárcel” está permanente en la entrada de la casa, sin moverse ni un centímetro y sin ser nombrada…

 

alefonse@hotmail.com

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Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes