Una opción para Colombia

  • Marcela Cabezas
Y si no hay opción política: ¿tiene sentido afirmarse en voto en blanco?

Tras los resultados de la primera vuelta del 27 de mayo que dieron rotundo triunfo al candidato de la derecha Iván Duque, y el segundo pase a Gustavo Petro de izquierda, se ha hecho evidente la polarización reinante en los colombianos percibida desde la convocatoria al plebiscito por la Paz bajo el mandato del presidente Juan Manuel Santos. Bajo la diada derecha/izquierda crece la expectativa respecto de para quién se irán los votos del centro luego de la derrota del profe Sergio Fajardo y la Coalición Colombia. Recientemente ha sido recurrente la invitación de actores políticos centrales a ejercerlo, a sabiendas de que este no logró significancia en primera vuelta, y en la segunda sus efectos legales son inexistentes. A lo sumo ¿tendría algún  efecto votar en blanco? (…)

   En definición el voto en blanco es una opción a través de la cual los electores expresan su inconformidad respecto al programa político que encarna uno u otro aspirante a cargos públicos. En Colombia, tal mecanismo ha presentado transformaciones sustanciales desde la constitución del 91 a las reformas electorales del 2003 y la del 2009 sucedidas en el gobierno de Uribe Vélez, las cuales señalan grosso modo que, si en primera vuelta el voto en blanco supera a demás contendientes por un cargo público (50+1) se repetirán las elecciones por una única vez”. Posterior a esto, y al mismo cauce la sentencia 1475  la Corte Constitucional establece que los partidos y movimientos políticos podrán ser financiados para promover el voto en blanco. Así las cosas, en una segunda vuelta tal casilla no tendrá efecto jurídico alguno. (Ver aquí).  

Una mirada a la experiencia en las últimas contiendas presidenciales nos devela que desde los primeros comicios a cargos públicos (nacionales y subnacionales) en 1994 hasta las elecciones del 2014 que enfrentaron al hoy presidente Juan Manuel Santos y al candidato del uribismo Oscar Iván Zuluaga, el voto en blanco ha representado un porcentaje importante de los votos colombianos, aun así y sin distinguir un contexto político determinado, este no ha ido más allá de un valor “simbólico” (¿empoderamiento ciudadano?)  ya que quienes han asumido el poder lo han hecho con un margen apretado de votos en blanco, y aun mayor de abstencionismo, caso emblemático la reelección de Juan Manuel Santos en el 2014, donde el voto en blanco fue de 619 mil 319 votos, mientras que el abstencionismo supero el 53% . (Ver aquí).

 En ciernes de la segunda vuelta electoral el próximo 17 de junio -día en que se juegan también partidos importantes del mundial en Rusia- el escenario político parece propicio para una importante confluencia de votos en blanco que en primera vuelta  no resultó significativo a pesar de la campaña promotora del mismo. (Ver aquí). Pero sí ha resultado ser la propuesta del bando centrista-alternativo de la Coalición Colombia , al conocerse recientemente la decisión del excandidato Sergio Fajardo y el senador Jorge Robledo a ejercerlo. Los ánimos políticos del centro se presumen departidos en dos frentes: quienes ya decidieron por apoyar a derecha/izquierda, y quienes atenderán el llamado de su candidato preferido declinado a votar en blanco (Fajardo) -en el mejor de los casos-, y a abstenerse en el peor, ya que las cifras de abstención en Colombia históricamente resultan alarmantes, sumado al hecho que: ¡hay tres partidos el mismo día!  

  Así las cosas ¿por qué algunas figuras públicas -Fajardo, Robledo, de la Calle y otros- invitan abiertamente al voto en blanco?, y ¿tendría afectación en los comicios del próximo domingo en la diatriba  derecha y/o izquierda más allá de lo legal?

Para analizarlo mejor vale la pena traer a colación las premisas de Norberto Bobbio al respecto “la abstención puede interpretarse como una indiferencia ante cualquiera de las alternativas propuestas, mientras que el voto el blanco es un estado de hostilidad ante ambas opciones” (1). De forma que el votar en blanco por antonomasia es posibilidad de afirmarse en una opción neutral –no apática- respecto a la preferencia política, por lo que es una opción validad en la máxima del pluralismo político que entona la democracia representativa.

  En este tono el senador Robledo (exintegrante de la Coalición Colombia) se refiere a la “criminalización del voto en blanco” (ver aquí) considerándole como un claro atentado a la participación política mediante el ejercicio del voto a conciencia e  informado. Además porque el proyecto político del centro se fundamentó sobre la premisa: superar la polarización y no asumirse en ninguno de los dos extremos que representan Iván Duque y Gustavo Petro, férreas figuras de la diada de la que nos menciona Norberto Bobbio.

Sin embargo, para algunos sectores académicos de la Universidad de los Andes votar en blanco no solo expresaría que ni Petro ni Duque me representan, sino que daría un amplio margen de ventaja al candidato de derecha sobre su contrincante socialista, dado que si bien es cierto (y al entendido de Bobbio) la expresión de alteridad que refleja el voto en blanco, además de expresar la no concordancia con algún candidato, daría también un amplio margen de maniobra a la derecha por beneficiarse de cada posible no voto para el candidato de izquierda, en una simple formula: un voto más en blanco es un voto menos para Petro, eficaz cuando la  meta es no dejar llegar a la izquierda al poder. (Ver aquí).

  Concuerdo con lo segundo, dado que es amplio el margen que posee Duque sobre Petro (40 a 25% en favorabilidad del primero sobre el segundo), y que el voto de derecha (sectores uribistas) y de centro-derecha  (Vargas Lleras y Cambio Radical)  son de Duque, así como los de los partidos cristianos (Mira y Colombia Libres) y recientemente el del oficialismo Liberal en cabeza del expresidente Carlos Gaviria Trujillo, que cedió sus banderas a Duque, hechos que auguran la ratificación del triunfo obtenido en la segunda.

En cuanto a la primera parte, es evidente de que existen fisuras entre los partidos progresistas y alternativos, dado que buena parte del sector del Polo Democrático en cabeza del senador Iván Cepeda, un sector de los Verdes, y la candidata Clara López expresaron recientemente el apoyo a Gustavo Petro, mientras que la restante se declara oficialmente partidista del voto en blanco al interpretarse como una expresión y afirmación de postura política. Sin duda el sinsabor de los resultados obtenidos , y viejas peleas partidistas influyen para que algunos se asuman hostiles al candidato de izquierda.  

La apuesta de la Coalición Colombia no fue solamente la de asumirse como intocable en una contienda en la que se reforzó el ingrediente ideológico derecha/izquierda, sino también el no olvidar eventos históricos como el hecho de que el aspirante Gustavo Petro -“chavista” en la expresión de Robledo- se mostró también a favor del voto en blanco del que actualmente increpa como “voto de traición al único proyecto alternativo”; claro, como ya el perjudicado es otro…En fin, cada candidato pule los últimos detalles de campaña en esta última semana, optando en buena medida por captar los votos del centro, aunque estos se avizoran ya realineados en premisas del tipo “mejor malo conocido que bueno por conocer”, y , “en el desayuno se avizora lo que va a ser en la merienda”.

 A sabiendas de que legalmente el voto en blanco no tendrá efecto, ya que la primera vuelta filtró al binomio de opción viable, ¿tiene sentido promoverlo netamente en términos simbólicos? Se trata de una invitación al vaciamiento de lo político siendo la democracia simbólica terreno conflictivo y dinámico , según el filósofo Claude Leffort. (2).

La decisión del ciudadano depende en buena medida de un debate que se presume superado: el de libertad restringida a cambio de igualdad , o mayor desigualdad y libertad ilimitada, fundamento este del Leviatán moderno-liberal . Aunque el Estado ha mutado debido a transformaciones políticas y sociales, su fundamento pervive y convive con el auge de cierto dinamismo ciudadano “simbólico” significante, pero lejos aún de la muy de moda “politización ciudadana” a la que se refiere regular y tibiamente en redes sociales

Por tal, la palabra final la tendremos los colombianos(as) al decidir y responsabilizarnos por una u otra diatriba en el poder, dado que encarnan una visión de sociedad muy distinta, y aunque en estos días se trate de suavizar y centrar el discurso, que no te metan gato por liebre ya que hay puntos fundamentales no negociables. Aunque la estrategia ha sido la de obviar y marginar el significado del voto en blanco, este sin duda es, y seguirá siendo, un logro para la expresión del disenso en la política, como algo que le nutre y le determina.

 

Notas

Bobbio Norberto. 2009.  Teoría general de la política

Leroux O, Sergio. 2005.  La interrogación de lo político: Claude Leffort y el dispositivo simbólico de la democracia

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Marcela Cabezas

Magíster en Ciencias Políticas y politóloga colombiana. Catedrática y columnista en prensa independiente.