Efectos del debate

  • Víctor Reynoso
Difícilmente cambió las preferencias. Conocimos mejor a los candidatos y la candidata.

El formato y la conducción del debate del pasado 22 de abril fueron los mejores que hasta ahora hemos tenido en el país. Quizá esto sea lo más claro y lo más importante del evento mencionado. Formato y conducción que nos permitieron conocer más a fondo a cada uno de los cinco candidatos.

La pregunta obvia es si este mejor conocimiento cambia en algo las preferencias electorales. Y al parecer hay algún cambio, pero menor. Es poco probable que el orden de las preferencias se haya alterado. Algún candidato habrá mejorado su porcentaje, otro lo habrá disminuido. Habrá que esperar las encuestas para tener una idea más clara.

Cualquier que tenga alguna noción de psicología o de epistemología sabe que no todas las personas vemos lo mismo.

Los simpatizantes duros de López Obrador habrán visto a un candidato que logró su objetivo: evadir las críticas y los ataques. No enojarse. No “engancharse”. Y lo logró. Para ninguno de estos simpatizantes el debate cambió sus preferencias.

Algo similar puede decirse de los que rechazan al candidato de MORENA. Vieron otras cosas: un candidato incongruente, contradictorio, incapaz de sustentar sus propuestas y de responder a los cuestionamientos. En el lenguaje verbal y no verbal de López Obrador habrán visto a un candidato inseguro, acostumbrado a auditorios fieles que le aplauden cualquier propuesta. En el debate habrán confirmado, desde su perspectiva, que es un político sin talento.

Los simpatizantes de Anaya resaltarán que fue el mejor para debatir. Para presentar sus ideas con claridad y en los tiempos definidos. Que supo señalar los puntos débiles de sus adversarios y defenderse de sus ataques. Sus adversarios no darán mucha importancia a esta participación, y se centrarán en los antecedentes políticos de este candidato: la forma como llegó a la candidatura, las acusaciones de malos manejos en la venta de la célebre bodega de Querétaro.

En el caso de Meade, el debate no habrá cambiado gran cosa respecto a las percepciones previas: un funcionario experimentado y honrado en lo personal, pero que está “con el partido equivocado y en el momento equivocado”. Mejor funcionario que candidato: más para formar parte constructiva de un equipo de gobierno que para enfrentarse a rivales políticos en una campaña electoral. Representa además al presidente más mal evaluado en la historia del país (desde que hay evaluaciones). Quizá Meade no perdió simpatizantes, pero es difícil que los haya ganado.

A Margarita le faltó la fluidez y la seguridad necesarias para desafiar a los candidatos de los partidos. Una buena mujer no hace necesariamente una buena candidata. Así parece que la vieron la mayoría de quienes observaron el debate. Muy probablemente conservará sus votantes fieles. Difícilmente atraerá nuevos.

El caso más polémico es el del Bronco. No sé si amerite una llamada de atención por parte de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos: su propuesta de mutilar a los culpables de corrupción me parece que violenta un derecho humano básico, la integridad corporal. Seguramente encontró eco entre los sectores más primarios de la sociedad mexicana, lo que hace más peligrosa su propuesta. Es obvio que no es un candidato con posibilidades. La pregunta, al igual que en el caso de Margarita, es a quién le quitará votos.

Aunque el primer debate no cambió el escenario electoral, sí mostró que éste puede cambiar.  Que hay candidatos con más habilidades y argumentos para debatir que otros. Hoy sabemos más de ellos que hace una semana. Y faltan todavía varias semanas de campañas y dos debates más para profundizar en nuestro conocimiento.

[El autor es profesor de la Universidad de las Américas - Puebla]

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Víctor Reynoso

El profesor universitario en la Universidad de las Américas - Puebla. Es licenciado en sociología por la UNAM y doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología por El Colegio de México.