Debate sobre el debate

  • Fidencio Aguilar Víquez
Bronco, empatía. Margarita, sin conexión. Meade, no le alcanzó. AMLO, sin contestar. Anaya, 2a ronda

El ejercicio del debate es una instancia que ayuda a contrastar actitudes y posturas y en el de ayer pudimos ver y apreciar buena parte de lo que son los candidatos y la candidata presidenciales y lo que representan. A mi modo de ver se perfilan ya los dos contendientes con posibilidades reales de ganar: AMLO y Ricardo Anaya.

 

El Bronco al comenzar generó empatía al comentar la experiencia dolorosa que sufrió al perder un hijo por el crimen organizado y por el secuestro de una de sus hijas. Y luego sus ocurrencias, como el “mocharle la mano a quien robe”, lo colocaron en el foco de atención por los chistes y memes que suscitó. Pero no lo colocan ni como ganador del debate ni con posibilidades de competir realmente en la disputa por la presidencia.

 

Margarita, la otra candidata independiente, si bien hizo énfasis en sus propuestas con valores y en esa suerte de eslogan de “no optar por el mal menor sino por el bien posible”, no logró una conexión que convenciera que sea una carta real de competencia y, a final de cuentas, se quedó en el margen de maniobras de lo que se esperaba: cuestionar sobre todo a López Obrador y a Ricardo Anaya. Junto con el Bronco, no pasa a la disputa por la presidencia.

 

José Antonio Meade no destacó como para convencer que entrará en la competencia con López Obrador en lugar de Ricardo Anaya. No logró deslindarse del PRI ni de la gestión cuestionada de Enrique Peña Nieto, el actual presidente, y eso, en los hechos, lo coloca fuera de la competencia. Lo más que pudo hacer fue hablar de sí mismo como una persona que ha probado ser honesta. Aunque eso mismo ha sido su talón de Aquiles: no puede decir que es honesto y representar a un partido y a un gobierno que ha sido de lo más corrupto y de los más rechazado por los mexicanos en hechos escandalosos.

 

Respecto a AMLO, si bien no fue un descalabro catastrófico, el hecho de no contestar directamente las preguntas ni de responder a los cuestionamientos, sino de repetir sus  eslóganes de campaña y de sus spots, lo colocan como el candidato que no debatió: no formuló, no argumentó, no aclaró, no demostró, simplemente se escurrió. Quizá lo más hilvanado haya sido su mensaje final: de que su movimiento representa la cuarta transformación histórica del país, luego de la independencia, la reforma y la revolución, es decir, quiso insertarse en la historia y subirse como un gran transformador. Cosa bastante cuestionable en términos históricos y filosóficos: es una visión, además, bastante arbitraria hablar a nombre del curso histórico cuando se necesitan años, décadas, para ver si algo entra en el rango de histórico por sus envergaduras y sobre todo en sus efectos.

 

En cuanto a Ricardo Anaya. Contestó los cuestionamientos, sobre todo el que lo liga a escándalos financieros y pudo establecer un par de ideas centrales, que la elección del 1 de julio se dará entre dos proyectos políticos y dos visiones de país: la del cambio demagógico y la del cambio inteligente. Además de un primer gobierno de coalición en la que se integran diversas y distintas postura políticas.

 

Por todo lo anterior, me parece que la elección se perfila para ser una contienda entre las dos opciones del cambio distinto al PRI y al régimen actual del presidente Peña Nieto.

 

Finalmente, faltó que las conductoras y el conductor del debate hicieran una oportuna pregunta a la candidata y los candidatos (ahora que se celebra el Día Internacional del Libro): ¿Cuál es el libro que transformó tu vida? Y también: ¿Cuál es el libro que aún no lees y que te gustaría leer? Con ello quizá habríamos conocido algo nuevo de la personalidad y del estilo de cada uno de ellos.

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Fidencio Aguilar Víquez

Es Doctor en Filosofía por la Universidad Panamericana. Autor de numerosos artículos especializados y periodísticos, así como de varios libros. Actualmente colabora en el Centro de Investigación Social Avanzada (CISAV).