La grandeza de Puebla se destaca por su gente, su cultura, sus mujeres, niños y jóvenes llenos de esperanzas, su territorio, sus recursos naturales, sus campesinos, la multiculturalidad de sus grupos indígenas, su belleza.

Sin embargo, nuestra entidad lleva décadas siendo saqueada por gobernantes corruptos que han robado al estado de manera inmoral y constante, atentando contra toda ética y principios que cualquier persona, pero sobre todo cualquier autoridad, debiera tener.

Las cifras hablan por sí solas. Puebla ocupa el primer lugar nacional en mortalidad infantil, el cuarto en mayor pobreza alimentaria y el quinto con mayor marginación y situación de pobreza extrema a nivel nacional.

En nuestro estado está el municipio con el mayor número absoluto de pobres en el país y los municipios con los indicadores más bajos en desarrollo humano a nivel nacional.

Los retos para enfrentar son enormes. El 70% de los poblanos no tiene seguridad social, el 25% carece de servicios básicos de vivienda y tenemos casi el 20% de la población con rezago educativo.

El 65% de los poblanos tienen un ingreso inferior a la línea de bienestar, lo que significa que tenemos el vergonzoso segundo lugar en cuanto al nivel de ingreso para su población.

En lo que respecta a la corrupción, las cifras son devastadoras. De acuerdo al Ranking Nacional de Corrupción, el estado de Puebla se encuentra en el lugar número 16 con un grado de impunidad alto. Nuestro estado también se encuentra entre las cinco entidades con mayor cantidad de empresas que fueron víctimas de actos de corrupción.

Por otra parte, Puebla también está entre los lamentables primeros lugares en inseguridad y feminicidios. En nuestra entidad, un 22% de mujeres ha sido víctima de algún delito. Uno de cada cuatro poblanos ha sido víctima de la delincuencia y contamos con un elevado porcentaje de cifra negra de 92% que nos coloca en el séptimo lugar a nivel nacional en materia de inseguridad.

Asimismo, por todos es conocido la aparición exponencial de los grupos de huachicoleros que, al amparo y la protección de autoridades, han logrado instaurar un imperio delincuencial prácticamente intocable.

Resulta urgente implementar una propuesta alternativa de desarrollo que establezca bases nuevas de convivencia, aminore los contrastes y disminuya la distancia entre los polos. Debe revertirse la desigualdad histórica en el territorio poblano. Ello sólo será posible bajo la condición de que se destierre la base política y de control de esa estructura asimétrica e injusta.

Necesitamos un gobierno cercano a la ciudadanía, capaz de fortalecer los mecanismos y niveles de participación ciudadana, de combatir la corrupción y hacer eficiente la administración pública; así como de ser capaz de diseñar y poner en práctica políticas públicas de corresponsabilidad con la población,  congruentes con la realidad social y económica del estado.

Esto significa encaminarse a una agenda de gobierno inclusiva, igualitaria y participativa, que recupere la confianza de los diversos sectores de la población y permita un desarrollo endógeno, que fortalezca las economías locales.