El contexto que nos rodea

  • María Teresa Galicia Cordero

Ayer, el rector de la Universidad Iberoamericana Puebla destacó la importancia de “fomentar entre los estudiantes una voz crítica pero responsable; que no oculten la información ni promuevan la impunidad o que pinten de colores la verdad en tiempos políticos, haciendo un uso adecuado de las redes” dentro de la realización del   Congreso Iberocom 2017. Recordemos que Fernando Fernández Font ha sido especialmente crítico en cuanto a lo que sucede con la inseguridad, la violencia y especialmente los feminicidios ocurridos en Puebla.

Si bien es cierto que las políticas públicas deben de modificarse o en su caso aplicarse la legislaciones actuales de manera estricta, pienso que hay que ponerle también muchísima atención a lo que sucede en lo micro social.

No hace mucho,  observé a dos   niños en edad escolar transitando en la acera de una calle  del sur de la ciudad,  eran aproximadamente las doce del día. Estaban acompañados por sus  mamás y una  niña pequeña. Me los quedé observando porque iban caminando sobre la calle utilizando una sombrilla apuntando a las personas que caminaban en  la acera haciendo con sus labios  un sonido peculiar cada vez que  “jalaban el gatillo” y daban al blanco. Los seguí observando por unos minutos, tiempo en el cual   “mataron”  a varias personas y a dos perros.

Mis pensamientos se centraron en reflexionar  en el peculiar ambiente que rodea  actualmente a los niños, jóvenes y adultos, y no solamente el referido al  medio ambiente que ya está bastante contaminado, sino el social, aquel  que muchas veces enturbia los sentidos de manera frenética. Me explico: los programas de televisión, las películas, las canciones, los juegos, su entorno familiar y de diversión, las redes sociales  están plagados de mensajes llenos de violencia y en donde también  la corrupción y la impunidad se pueden sobredimensionarse de manera negativa.

Uno de los ejes transversales educativos tiene que ver con la integración, revalorización y la re significación de la cultura cotidiana de los alumnos, en la que los medios de comunicación así como  sus relaciones e interacciones tienen una fuerte importancia.

Son educativos porque influyen en los individuos, en  sus aprendizajes  y sobre la manera en la que aprenden y  tienen relación con lo que algunos investigadores estamos explorando: los saberes y su relación con el  proceso individual de formación, en donde se mezclan de manera conjunta: razón, emoción, información y representación.

Todos los individuos aprenden lo que en su contexto se genera: conocimientos derivados de ciertos contenidos, comportamientos de la vida cotidiana, valores, habilidades, estrategias de respuesta ante diversos eventos, destrezas, sentimientos y emociones entre los principales,  una  manera de estar y ser en el mundo actual.

Los procesos   sobre la interpretación  de la realidad, se realiza bajo procesos  metodológicos de lo que no se aprecia a simple vista y que pasa desapercibido para muchos sectores  de la población.

Por ahora, les invito a poner atención y  mirar el entorno en el cual las nuevas generaciones crecen: los programas televisivos, los juegos electrónicos, las redes sociales, las canciones que cantan, los bailes que realizan etc. En muchos de  ellos podemos encontrar  una gran dosis de violencia.

¿Qué sucede  con todos esos seres humanos que son tan violentos, que siempre en su lenguaje y sus gestos no verbales son tan  agresivos? Y dentro de este análisis ni el presidente de los Estados Unidos queda fuera. ¿Pero si nos centramos  en aquellos que especialmente cometen  crímenes atroces y con tanta saña  contra criaturas indefensas? Tal vez  la respuesta podría encontrarse en lo que han vivido y desarrollado en su historia de vida, cuál fue el contexto especial que les ha rodeado.

Exactamente el feminicidio número 86 fue el de la maestra Irais,  que trabajaba en un Bachillerato, de lo que por cierto, pocos se enteraron. La  manera tan terrible en la que la masacraron me dejó  pensando  en lo  qué pudo pasar  en la mente y en el corazón de sus  asesinos. Las evidencias muestran que estos individuos, al igual que lo que sucedió en otros casos, no se tentaron  el corazón para dejar aventado en un lugar cualquiera el cuerpo de su víctima, como si fuera un objeto, una cosa sin valor, sin  el menor remordimiento.

Cuando pasa esto de manera reiterada, algo está pasando en nuestra sociedad. Si bien las autoridades tienen su responsabilidad, este es un problema social que está avanzando, Tampoco  podemos dejar en manos de  los maestros  en las escuelas  toda la formación cívica y ética que deben de tener los alumnos,  porque  es responsabilidad de todos los que integramos los diversos sectores de la sociedad y especialmente de la familia, en donde se forman  los principios éticos de primer orden que conforman nuestra identidad.

La identidad, siguiendo a Giddens (1996) se convierte en una tarea en el contexto de las posibilidades  de elección: ¿Qué hacer? ¿Cómo actuar? ¿Quién ser?  y que tiene que ver con la reflexividad social, es decir, con  la auto-confrontación sobre las circunstancias en las que desarrollamos nuestras vidas.  

El problema está aquí y ahora, algo tenemos que hacer con la legislación, con las políticas públicas, con los medios de comunicación, con las redes sociales, con los aprendizajes éticos  en las escuelas, con lo que sucede al interior de cada una de las familias en donde la falta de comunicación y el escaso seguimiento a lo que nuestros hijos experimentan, exploran, conviven y deciden puede tener consecuencias graves.

¿O vamos permitir acaso que no se tomen las medidas necesarias  porque el turismo y las inversiones no llegarán a Puebla? Mal estamos si seguimos confiando en las decisiones de grupo o de poder  porque cada vez es más evidente que la incongruencia entre el decir y el actuar se sigue incrementando a la par con la  inseguridad.

Los niños, adolescentes,  jóvenes y todos los poblanos  merecemos  una mejor realidad social y  hay que actuar en consecuencia. No se vale pintar de colores la realidad, hay que atacar  frontalmente  la corrupción y   la impunidad.  

¡No a la violencia y la inseguridad. Ni una más! 

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María Teresa Galicia Cordero

Doctora en Educación. Consultora internacional en proyectos formativos, investigadora social, formadora de docentes e impulsora permanente de procesos de construcción de ciudadanía con organizaciones sociales. Diseñadora y asesora de cursos, talleres y diplomados presenciales y en línea. Articulista en diferentes medios.