La vida y las tragedias de septiembre

  • Raymundo Alfaro Pérez
El significado de la vida. La dualidad con la muerte. Las enseñanzas de septiembre de 2017

Todos tenemos una vida, hablamos de ella como nos va en la feria, la mayoría no la definimos, pero le damos rienda suelta a los placeres para experimentar los más cruentos deseos, tampoco nos interesa mucho su sentido, nos conducimos por el presente, sin mirar el pasado o el pasado de otros que nos advierten sobre el peligro de los excesos que pueden determinar todo futuro no calculado.

La vida nos  la bebemos como si fuera el último trago que degustamos, casi nunca escuchamos a tiempo a la prudencia, por eso la juventud pasa como una tormenta que llega y desaparece, dilapidando las virtudes, dejando felicidad en algunos y amargura en otros. Aprendemos a contar los años y decir que tenemos tantos y tantos que vamos cumpliendo, sin detenernos a ver que no los tenemos, no nos pertenecen, le pertenecen a lo acaecido que ya no está y que en muchas ocasiones nos atormenta y en otras nos dan la satisfacción de haber cumplido como mejor pudimos, y lo mejor, sin hacer daño a los demás, porque aprendimos las apegos de hacer el bien. Lo cierto es que casi nadie tiene tiempo de reflexionar sobre la vida, la vamos conociendo como se nos va presentando, la conceptualizamos de acuerdo a nuestros intereses y creencias.

La pensamos de acuerdo a lo que somos, en lo que nos formamos y es entonces que creemos que el sentido de la vida es lo que representamos por lo que en forma es, y no por lo que debiera ser. Y así justificamos lo que nos parece es la vida. De esta manera la reducimos a una serie de fenómenos, a una acomodación continua de relaciones, a un conjunto de funciones, a una organización, a una actividad especial, a una manera de ser, a un estado de cosas etc. Reconocemos la vida mental, la cual organiza, lo sentimental, lo moral y lo espiritual, pero sobre todo lo racional, de donde surge la conciencia. En esta gran variedad de aspectos prácticos vamos resolviendo las probidades de la vida y su negación, es decir la muerte, ese gran misterio que no lo es tanto, porque no esconde mucho, cuando llega es concreta y define de una vez por todas lo que representa, el fin y continuación de algo más dicen algunos, también representa para unos el descanso eterno y otros la piensan, como la libertad verdadera y absoluta.

Los seres humanos intuimos que vida y muerte es una dualidad dialéctica que nos hace mejores seres humanos, al menos porque aprendemos a valorar lo que se tiene hasta que lo perdemos y porque ese es un gran principio que nunca se ha equivocado, por eso en este septiembre de muerte y destrucción respetemos y apreciemos a los que lucharon y no han descansado por seguir ayudando a los que aún viven y experimentan el dolor de haber perdido todo, y sobre todo a sus seres queridos que murieron sin haber completado el sentido de su vida, una vida que no eligieron y que sin embargo les fue impuesta, como a todos nosotros, para  padecerla, sufrirla, gozarla, para ser mejores cada día de nuestra existencia. Cuenta  mucho una vida, pero cuando se multiplica y surge como un ente colectivo capaz de mostrarse como un gran cuerpo social y solidario con sus semejantes vale mucho más, y eso es llanamente algo de lo mejor de un México que sufre por los fallecidos, heridos y por los que perdieron su vivienda en las tragedias de septiembre de 2017.

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Raymundo Alfaro Pérez
Originario de Puebla. Casado y padre de cuatro varones. Abogado, Notario y Actuario. Egresado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales BUAP. Maestría en Ciencias Políticas BUAP. Doctorado en Derecho BUAP